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OPINIÓN

Antonio de la Peña

Antonio de la Peña

Doctor en Ciencias Biológicas, licenciado en Ciencias Geológicas y diplomado en Medio Ambiente

He leído en Diario de Rivas que nuestros gobernantes locales designaran zonas de baja emisiones (ZBE) todo término municipal, excepto el polígono industrial. Este asunto perturba a los lectores. Tiene 29 entradas y todas, excepto una, sumamente críticas con la decisión adoptada. Además, se insiste con que se controlará las ZBE de los colegios con cámaras lectoras de matrículas. Excelente, siempre y cuando esto sirva para reducir las emisiones de CO2. De lo contrario pensaré que me priva de libertad, y que el fin último es recaudatorio, en cuanto a su carácter económicamente sancionador.

En otros artículos de opinión argumente que las ZBE en los colegios no tenían una base científica. Posteriormente, estime que los ahorros de emisión se habían ido volando. Como conclusión, el regreso de las vacaciones estivales trae, cual marmota de Punxsutaney (Pensylvania, USA), el tema de CO2 a los diarios ripenses.

El ecologismo es una tendencia social usada con desparpajo por nuestros políticos. Desgraciadamente con argumentaciones viscerales, no racionales, que en nada ayudan a mejorar nuestra querida GAIA. Según Radkau (2014) vivimos en la era de la ecología. Muchas de las decisiones de calado se toman priorizando el desarrollo sostenible. ¡Muerte a las nucleares, al coche, a los escaparates con luz! ¡Peligro, emergencia climática, emergencia medio ambiental, no comas carne!  La aldea Gala ripense es abanderada de todos estos principios. Algunos de los políticos que manejan estas premisas son ripenses de nacimiento, viven en Rivas desde siempre, o se han venido a vivir aquí. Rivas es amiga de los animales, paladín de la lucha antitaurina y pionera en el compostaje y los huertos urbanos.  Disculpen si se me olvida algo.

Que la Tierra, nuestra GAIA (Lovelock, 1985), no termine siendo TANATIA (Valero, 2021) depende, fundamentalmente, de los principios de la termodinámica. Lo demás son, en gran medida, eslóganes.

No, no es verdad que las placas solares y la energía eólica sea limpia, verde, si para salir de su falta de eficiencia y fiabilidad compramos gas. Las comunidades autoenergéticas basadas en placas fotovoltaicas por la noche tiran del gas. Perfecto, apagamos las luces y solucionado. No, no es verdad que la cantidad de metales utilizados en los acumuladores, baterías, molinos de viento y placas solares (metalización de la sociedad) sea más ecológico que la descarbonización de la tecnología. La crisis del exceso de metalización llegará, y será más grave, que la del carbono. Abandonar la energía nuclear, hoy por hoy, y con los conocimientos que poseemos, es una auténtica barbaridad ecológica.

Decretar que todo un municipio es ZBE es fabuloso. ¡Que todo cambie para que todo siga igual! Yo, como muchos, necesita el coche para ir a trabajar. Vivo rodeado de colegios. Muy posiblemente, para evitar saltarme los semáforos en rojo, y ser multado gracias a las cámaras, me adaptaré a un nuevo camino.  Evitaré fotografíen la matrícula. Lo lograré seguro. Un éxito. Los ripenses habremos dado un gran ejemplo. Pero también, seguro, realizaré un camino más largo que el anterior. Eso provocará que incremente mis emisiones de CO2, por encima de la reducción que pretendían evitar. El gobierno municipal no publica datos, ni tan siquiera estimaciones, de las toneladas de CO2 de los distintos escenarios. Mejor, más eficaz, es ser valientes y prohibir el uso del coche. No usar el coche emite 0 partículas a la atmosfera por motor de combustión. Dato certero. Muerto el perro se acabó la rabia. Por favor compren estaciones de medición de gases efecto invernadero, compren microbuses y eviten decir que la culpa es de otros.

Llevamos miles de años de evolución para conseguir una dentición bunodonta que nos permita comer carne, a ustedes y a sus descendientes. Miles y miles de años de selección natural, y selección sexual adaptándonos a tal fin. Permítame que consideré ineficaz una propuesta vegana, al menos en parte, como solución a la inercia de millones de años de nuestro árbol evolutivo de primate antropomorfo. No creo que por más educación que se desde las instituciones se invierta nuestro instinto omnívoro natural.

Además, nuestra sociedad lleva luchando décadas para que los trabajadores más desfavorecidos puedan comprar, y comer, ternera, cerdo, cordero y pollo. La lucha de clases, los movimientos sociales de inicio del s. XX, consideraban un logro social, evidente, que se dejara de comer patatas y se pudieran poner en las mesas un filete de ternera o unos muslitos de pollo. La mejora de la dieta, en ese sentido, incrementó la calidad de vida y la salud de la humanidad. Había que comer carne.  Ahora parece que ese aspecto debe ser reconsiderado  (con R de Rivas). Comer menos carne y sucedáneos de soja que tengan gusto a pollo es lo ecológico. Conseguir las proteínas aportadas por la ingesta de carne obliga a procesos tecnológicos de transformación de alimentos, nada naturales, y que emiten gran cantidad de CO2. Aquí la emisión de gases es secundaria.

Es cierto que, con buena voluntad, se promocionan los huertos ecológicos. No obstante, disponemos de más y más metros cuadrados a tal fin para facilitar este objetivo. Desgraciadamente, nuestro terreno agrícola de vega, y los huertos urbanos, no evitaran la logística de transporte de los millones de toneladas de tomates que necesitamos los ripenses. Aplaudo el empeño, aunque sea mínima la repercusión en el total de emisiones del municipio. Esta es una iniciativa más del ámbito de la educación social que de la reducción eficaz de CO2.

El modelo propuesto desde las vísceras ecológicas ripenses parece perseguir un retorno, ya no sólo de las vacaciones, sino a tiempos anteriores a la locura de los felices años 20 del siglo pasado. No tengas coche, no comas carne, el pollo imposible con el 16% incremento del precio en un año (INE, 2022), no enciendas la luz por la noche, utiliza la red compostaje municipal, y planta tu huerto familiar. Además, es apocalíptica en su fondo. La emergencia climática y medio ambiental es nuestra culpa por la forma de ser de ciudadano y consumo desmedido.

Niego la mayor. Soy tan ecologista como el que más, me gusta el churrasco de ternera, quiero conducir mi coche de camino al trabajo, viajar en avión, encender la luz por la noche y no tengo tiempo, ni ganas, de tener un huerto a día de hoy. Soy consciente de la gravedad del asunto. Pero, también, soy consciente que el tiempo que me quede en GAIA, quiero hacerlo con dignidad, libertad y con la calidad de vida que me dieron mis abuelos. Ellos nacieron antes de los años 20. Ellos me hablaron de lo mal que vivían. No tenían coche, no comían carne, en el pueblo no había luz, y era impensable separarse de las labores de la tierra y el ganado.

Bienvenidos a Rivas, al nuevo curso escolar y a los locos años 20.

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