¿Te parece interesante? ¡Compártelo!
Francisco de Pablo Tamayo, exalcalde de Rivas Vaciamadrid (Fuente: Diario de Rivas)

Francisco de Pablo Tamayo, exalcalde de Rivas Vaciamadrid (Fuente: Diario de Rivas)

Francisco José de Pablo Tamayo fue alcalde de Rivas Vaciamadrid entre 1987 y 1991 por el PSOE. Atendió a Diario de Rivas, dentro del ciclo de entrevistas a exalcaldes del municipio que está realizando este medio de comunicación, para explicar una legislatura clave en la transformación de la ciudad.
<script async src="//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js"></script><!-- [et_pb_line_break_holder] --><ins class="adsbygoogle"<!-- [et_pb_line_break_holder] --> style="display:block; text-align:center;"<!-- [et_pb_line_break_holder] --> data-ad-format="fluid"<!-- [et_pb_line_break_holder] --> data-ad-layout="in-article"<!-- [et_pb_line_break_holder] --> data-ad-client="ca-pub-5501582490216574"<!-- [et_pb_line_break_holder] --> data-ad-slot="8780105444"></ins><!-- [et_pb_line_break_holder] --><script><!-- [et_pb_line_break_holder] --> (adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});<!-- [et_pb_line_break_holder] --></script>
La clave de la transformación de Rivas Vaciamadrid en ciudad está en el plan general que se diseña en su legislatura. Sí, es la clave. El urbanismo en Rivas lo ha llevado el PSOE durante cuatro legislaturas. Nos dimos cuenta de que había un territorio vacío que estaba muy cerca de la Puerta del Sol, mucho más que Aluche o Batán, porque había unos malos olores cerca que eran los que provocaba el arroyo de Los Migueles, que transportaba todos los orines de la zona de Vicálvaro. Un olor horroroso, especialmente a partir del kilómetro 15 y hasta el casco urbano. Eso era una propaganda que hacía imposible que nadie viniera a vivir. Pero estaba claro que, si no hacíamos nosotros el plan general, alguien nos lo haría. Nosotros éramos remisos a hacer crecer demasiado el pueblo, pero no había tu tía: esto estaba abierto y había que actuar. Además, no teníamos infraestructura municipal. No teníamos arquitecto, solo un aparejador que no era suficiente para hacer eso. Éramos más bien neófitos y, aunque sabíamos lo que queríamos, había que plasmarlo todo en un documento. Entonces, me fui a Eduardo Mangada, consejero de Política Territorial con Joaquín Leguina. Le expliqué la situación y le dije que nos tenían que echar una mano. Hasta ahí se portó estupendamente, ayudando en el diseño. Se llegó a un acuerdo con los propietarios, que tenían la ventaja de que eran pocos: todo muy concentrado en pocas manos. Además, había otra cosa buena para hacer un plan general: que no había nada que tirar, lo que reducía enormemente los costes. ¿Qué era Rivas en ese momento? Estaban el Casco, Covibar, Pablo Iglesias, Cuzco, Tarjeta 2000, Los Almendros y, si no recuerdo mal, la primera fase de Los Juncales. No había nada más. La Comunidad de Madrid nos ayudó en el diseño. Con esas expectativas, hicimos una planificación de cosas que hacer en el pueblo, porque sabíamos que iba a entrar mucho dinero en el momento que ese plan general se pusiera en funcionamiento. Y había que hacer equipamientos porque no había nada de nada. Empezamos a contratar. Un buen día, me llamó el secretario, después de haber aprobado el anteproyecto del plan general, y me dice que la comunidad autónoma había dicho que eso no se podía ejecutar y que se paralizaba. Que había que rediseñarlo. Lo aprobaron justo a finales de los 90, poco antes de las elecciones. Y ya no pude ejecutarlo. Lo haría el siguiente. Y, claro, habíamos dejado al municipio sin un duro, porque todas las expectativas de ingreso se habían venido abajo. Yo tengo mi opinión sobre lo que pasó: las encuestas decían que Leguina, si quería seguir gobernando, necesitaba a Izquierda Unida e Izquierda Unida sabía que en este pueblo tenía muchas posibilidades de ganar, siempre y cuando yo no tuviera un duro. Y no lo tuve. Es decir, todo se quedó parado y las pasamos putísimas. O sea, que lo sacrificaron. El sacrificio fue este pueblo. Y luego se aprobó el plan general, porque no le pasaba nada. ¿Cómo le iba a pasar algo si lo habían pintado ellos? Un partido de izquierdas como el PSOE, ¿cómo apostó por un plan general basado en la vivienda unifamiliar si es poco sostenible económica y medioambientalmente? Ahí hay que entonar un ‘mea culpa’. Es muy bonito dibujar una ciudad, pero hay que tener en cuenta otro tipo de cosas que nosotros no nos planteamos. Pero para eso están las revisiones del plan general. Las ciudades las puedes hacer para el tipo de población que tú quieras. Nosotros pretendíamos construir una ciudad para clase media universitaria y funcionarios que, de hecho, es lo que hay; pero se nos fue la mano. Luego, con buen criterio, se corrigió y se construyó en altura. Es verdad que hay concentraciones de chalés que, una vez vistas con los propios ojos, no me gustaron tanto. Fue un plan general para la costa oeste de Estados Unidos. Un San Francisco a trece kilómetros de Madrid. Es más, en los bordes del municipio se construyeron chalés carísimos y aislados. Vino gente de mucho dinero pero la base social que nosotros queríamos, que era ese ciudadano de tipo medio, con la pareja trabajando y un par de hijos, la conseguimos. De hecho, aquí hay un nivel económico bastante bueno, aunque no con el sesgo de Pozuelo. Y, de hecho, a pesar de los problemas que tiene, que los tiene, como el transporte interior, en Rivas se vive muy bien y nuestros hijos no quieren irse a vivir a otro lado. Se asfaltaron las calles y se puso el alumbrado. ¿Entró Rivas en el siglo XX en ese período? El asfaltado casi ni me suena, porque había tanta cosa que hacer… Pero hay acciones que marcan la diferencia. Por ejemplo, cuando yo entré, aquí había dos policías municipales: punto. Cuando me fui, había diecisiete. Cuando entramos, había cinco funcionarios en el Ayuntamiento, contando al secretario y al administrador. Cuando terminamos, había del orden de cien. Nos pasamos los cuatro años haciendo exámenes. Teníamos el problema de que Rivas ni sonaba a la gente. Anunciabas que hacías oposiciones para una plaza de lo que fuese y no se presentaba nadie, porque no sabían ni que existía. Había veces que había que reducir porque si, en vez de cincuenta personas, venían cinco, y apenas sabían escribir a máquina, pues se rebajaban los niveles y nos decíamos que ya aprenderían. Me acuerdo que una vez quisimos contratar una persona para hacer planos y de golpe se presentaron cinco. Extrañados, hicimos el examen y aprobaron todos. Nos preguntamos qué había pasado y nos enteramos que no les examinábamos nosotros a ellos, sino ellos a nosotros, porque pensaban que queríamos meter a alguien y estábamos haciendo un paripé. Lo dejaron desierto después de haber aprobado. Teníamos un problema de censo, porque se censaban los padres que tenían niños pero otros muchos, que todavía no habían tenido el primer hijo, no, y se iban al médico que tenían en su anterior domicilio en Madrid si se ponían enfermos. Eso suponía que no podíamos traer médicos. Eduardo López Hernando, que era el único médico del pueblo, encima tenía que atender el kilómetro 14 y unas viviendas en Valdebernardo. Cuando venía una gripe, todo el mundo le llamaba y estaba las horas que hiciera falta. Si alguien tuviera que tener un monumento en Rivas, sería este hombre, porque se sacrificó por todos. Entonces, como la comunidad autónoma no tenía apenas atribuciones, yo me traía al delegado del Ministerio de Sanidad y le subía al Cerro del Telégrafo. Le enseñaba, como el diablo le decía a Jesucristo: «Todo eso te daré si postrado de rodillas me adorares»: todas las casas en las que vivían familias y estaban sin médico. Y esto no era Benidorm, no venían unos días a pasar las vacaciones. Le dije que había que apañárselas, pero que tenía que haber un centro de salud, que fue el que se inauguró en Covibar en 1988 o 1989, que se quedó pequeño en seguida. Mientras tanto, se estaban construyendo casas a toda velocidad. Nosotros podíamos parar eso y no conceder una licencia de primera ocupación, pero afectábamos a los cooperativistas. Era gente a la que no podías hacer eso. Estábamos pillados por delante y por detrás. No había más narices que atarse los machos y tirar para adelante, y encima con la bronca de la gente que no lo entendía y decía que no viniera tanta gente. Esto te hace un dibujo de lo que fue aquello: una época disparatada. Eso sí, en el fondo era divertido sacar temas adelante a pesar de los pesares. El problema llegó cuando no pudimos cumplir con lo que nos habíamos comprometido porque se nos acabaron los cuartos. ¿Que había sido un error comprometerse? Posiblemente, porque no hay que vender la piel del oso hasta que lo tengas cazado y en tu casa. Pero, ¿quién iba a entender que cuando habías planificado una cosa y contabas con ella luego eso no valía? Eso no tenía más sentido que un sentido político. Por supuesto, lo negaron siempre, a pesar de que yo fui a armar la bronca. Entonces se produjo el parón de la PSV. Pilló a algunas urbanizaciones de Rivas. ¿Llegó a afectar a Pablo Iglesias? No. Pablo Iglesias se construyó con muchos problemas. Problemas de solidaridad. En Pablo Iglesias, se aprobaron una serie de calidades determinadas. El problema fue que empezaron a aumentar los precios de la construcción y mucha gente, con los incrementos que había que meter, no podía seguir. Hubo una asamblea muy tensa en la que se aprobó la reducción de calidades para que entrase todo el mundo, y luego vinieron los problemas. Eso no se debe hacer jamás. Hay que endurecer el corazón y el que no pueda, se siente. Porque luego esos que han entrado por reducir las calidades son los primeros en montar el pollo porque tienen una gotera. Esto fue una batalla. Yo fui candidato a alcalde precisamente por eso. Había militado en el PSP, pero ya no militaba en ningún partido. Me vine a vivir aquí y me dijeron que si quería ser presidente de mi comunidad, porque nadie quería, y lo fui. En la reunión de la mancomunidad ahí estaban miembros de partidos de todo tipo: el POSI, la LCR, el PSOE, el PCE… Si había un partido político entonces, estaba allí. Parecía la Asamblea Constituyente de 1789 cuando la Revolución Francesa. Unos querían hinchar a ostias a la cooperativa y otros queríamos que las cosas funcionasen. Sobre todo, porque la urbanización no la mantenía para nada el Ayuntamiento y eso que éramos más de 900 vecinos, cuando el Casco eran apenas 400. Conseguí domar el toro haciendo una huelga a lo Gandhi con unos compañeros; se fueron los que estaban y se volvió a reunir la asamblea y quedó la cosa mejor. A raíz de eso, me llamó el PSOE. Yo fui lo que se dice un ‘fichaje estrella’. Nadie se atrevía a presentarse porque había una bronca en la calle con las viviendas y yo me lancé. Fui candidato a alcalde por el sistema antiguo. Salimos cinco del PSOE, cuatro de Izquierda Unida y cuatro de los independientes, que dos eran de Covibar y dos del Casco. Hicieron el polideportivo sobre una parcela de Sepes que tuvo que regularizarse hace unos meses. En aquella época se hacían muchas cosas de esas porque no había más cojones que hacerlas. Yo no sabía que se había hecho así. Otro ejemplo, el colegio El Parque, que está en Covibar pero más cerca de Pablo Iglesias. El plan general de Covibar preveía un colegio y un instituto, pero ahí hacían falta dos colegios porque, además, estaba Covibar Madrid, que luego pasó a pertenecer al término de Rivas, que tenía otras mil viviendas. Había que hacer otro colegio. Tuvimos una pelea con Covibar para sacar espacio para ello. Primero, una pelea política en la que, incluso, el primer teniente de alcalde amenazó con expropiar suelo a la cooperativa y se montó la de Dios es Cristo. Mientras tanto, yo negociaba con Armando Rodríguez Vallina para ver cómo arreglábamos el entuerto. Así, donde estaba El Parque había un monte. Estaba Rubalcaba de ministro de Educación y le comenté lo que ocurría. Cuando tú le dabas un suelo al Ministerio para construir un colegio, tenías que dárselo plano y con sus acometidas. Ahí no había nada. Entonces, le expliqué lo que teníamos y le avancé que había un compromiso de la cooperativa para llevar allí las acometidas por debajo de la carretera y la explanación del terreno, pero necesitaba que me lo aprobase estando en estado de monte, no ya aplanado porque entonces no llegábamos a las elecciones. El ministro mandó a los técnicos del Ministerio con las instrucciones de hacer lo que dijera el alcalde. Efectivamente, vinieron y se quedaron alucinados con la situación. Dijeron que era imposible, pero aceptaron y se hizo el colegio. Todo era así: política a salto de mata. Los colegios siempre han sido caballo de batalla en Rivas. Ahora no hay problemas con los colegios. Lo del CEIPSO La Luna no lo considero ni guerra. Ni siquiera batallita; eso es un enganchón. El tema de los colegios entonces era serio. Muy serio. Había una necesidad urgente. Construíamos colegio y medio todos los años, y no daba abasto la cosa. Había problemas de tipo constructivo porque el suelo de este pueblo es en su mayoría marga yesífera, que es muy mala para edificar por su inestabilidad. Además, se crean cuevas. Por ejemplo, en la ampliación del colegio El Olivar, los técnicos del Ministerio de Educación dijeron que iban a hacer el nuevo ala pilotada. Le recomendaron los técnicos municipales, que estaban acostumbrados a bregar con el suelo, que lo hicieran sobre losa por las características del subsuelo para que no se hundiera el edificio, porque no se podía saber dónde podía estar el fondo. Efectivamente, hubo agujero. Debieron echar entre cincuenta y sesenta camiones de hormigón hasta que rellenaron el hueco aquel y se pudo apoyar el pilote. Otro ejemplo: el colegio Victoria Kent se construyó con varios edificios. Al lado hay un centro comercial que había sufrido la misma situación que El Olivar. Sabíamos que allí había huecos. Aquí todos somos ateos, pero le pusimos velas a todos los santos para que no hubiera nada en esa zona. La constructora tuvo a un experto en suelo a pie de obra y tuvimos la suerte de que no salió ni un solo agujero, pero fue suerte. Eso en cuanto a tema constructivo, que había que resolver sobre la marcha. En cuanto al tema económico, tuvimos que hacer acuerdos con Ferrovial, que era quien construía Covibar, para que nos hiciera el colegio Los Almendros y se lo pagara luego la comunidad autónoma. Hubo que pelear con gente que se metía en la obra, no sé si para controlar que se hacía o para evitar que se hiciera. Nunca sabré para qué, pero meterse en una obra a tocar los huevos no se le ocurre ni al que asó la manteca. Hubo manifestaciones y cierres de carretera, y gracias a Dios que tuvimos bastante buen ‘feeling’ con el Ministerio, que nos preparaba todo para que se cubriese la necesidad de la población, aunque hubiera un censo que no respondiera a la realidad. Nos daban barracones, los mejores que hubiera en España, para los que nos exigían nueve alumnos y solo teníamos uno cuando lo negociábamos, aunque sabíamos a ciencia cierta que el aula rebosaría en seis meses. Fue una pelea constante, año a año. No recuerdo cuanto construimos pero, proporcionalmente, luego no se hizo tanto. Faltaba una serie de infraestructuras básicas, como el acceso a la A-3. De todo. Eso ya estaba previsto en los planes de los ministerios. Era la carretera de las Cabrillas. Al llegar donde ahora está el puente, había una zanja en un montecillo. Te metías a la derecha, orientabas el coche, mirabas a izquierda y derecha, y cruzabas en un periquete jugándote la vida. Ahí hubo muertos. Y cuando salías de la zanja, Pablo Iglesias quedaba a la izquierda. Hubo follón porque quisieron poner una gasolinera en la entrada. Donde se quería construir esa gasolinera, más o menos donde iba a estar, hay ahora una gasolinera. De camino al Carrefour, cerca de los campos de fútbol. Lo que ocurrió fue que si nosotros concedíamos esa gasolinera a la empresa interesada, el valor del suelo para la gasolinera donde está ahora la de Repsol, que era propiedad de los Corsini, se devaluaba hasta el punto de que no se hubiese construido o se hubiera hecho hoy día. Los Corsini dijeron que de ninguna manera. Y se calentó a la gente. Y fíjate si había dispuestos a calentarse: Izquierda Unida, LCR… Para montar un pollo aquí no hacía falta más que dar una patada a una piedra. Y eso es lo que hicieron. Pero no hubiera pasado nada más que que los Corsini hubieran perdido dinero y hubieran tardado más en poner su gasolinera. Dijimos entonces que hasta aquí habíamos llegado y se suspendió. Además, el Ayuntamiento no había cobrado nada. Es más, un día me llamó uno de los intermediarios de la operación y me dijo que me mandaban a casa la enciclopedia Espasa con su mueble y todo. Le dije que si entraba en el pueblo, no había ni gasolinera, ni ostias. Eso tiene un nombre muy feo. Una de las cosas buenas que tuvimos fue que, en mi legislatura, nadie se llevó un duro y a nadie se le ocurrió siquiera el hacerlo. Les acusaron de contratar a personas y empresas del PSOE. Pero eso es normal. Mira toda la gente que Izquierda Unida ha contratado que eran gente suya. A centenares. Lo que pasó no es que contratásemos deliberadamente a gente del partido. Se hacía público que necesitábamos gente pero, como no nos conocía nadie, lo decíamos en el partido y donde podíamos. Es que no venía nadie al puto pueblo, ni poniéndolo en el periódico. Luego ya empezó a venir gente, poco a poco. Pero, al principio, de todo hubo que hacer. Se produjo un escándalo por unas escuchas ilegales en la Policía Local. Yo creo que no fue así. Lo que sí recuerdo era que había un grupo de policías que hacía lo que les salía del pito y tenían aquello como si fuera su casa. Se llevaban mujeres y de todo. Traté de cortarlo y lo corté. No obstante, fue una época tan tremenda, con acusaciones de todos los modelos… Por ejemplo, fui el primer alcalde que se liberó aquí y lo hice con el sueldo que tenía en mi trabajo, apoderado de informática de un banco. Ni una peseta más. Había una publicación que se llamaba ‘La Alternativa’ en la que me sacaban llevándome el dinero a espuertas con una bolsa y un antifaz en la cara porque me había puesto un sueldo estratosférico. Habría que comparar ese sueldo con los que tienen en el Ayuntamiento hoy día. Ya te aseguro que lo mío era una mierda. Encontraron bombas de la Guerra Civil. Sí, porque toda esta zona fue el escenario de la batalla del Jarama y borraron del mapa el pueblo. Conforme los arados fueron teniendo más calado, había más posibilidades de levantar una bomba enterrada tres o cuatro metros para abajo. Tuvimos una explosión, que no pasó nada pero se armó revuelo. Entonces estaba de ministro del Ejército Narcís Serra. Le escribí una carta contándole lo que había pasado y que el pueblo estaba donde estaba. Un día, no mucho después, se me presentaron un comandante, un capitán y un teniente en el despacho que decían que venían a sacar las bombas. Pues tenían trabajo porque las margas yesíferas, con la acción del agua, se disuelven y se abren. Debe haber unas zanjas donde, estoy seguro, debe de haber de todo. Se fueron a trabajar a La Marañosa. Al cabo de un par de meses, volvieron y me reconocieron que pensaban que esto era una alcaldada de un político que quería salir en los periódicos, pero reconocieron que aquí hay tela marinera y no tenían presupuesto para quitarlo todo. Así que juntaron todo lo que habían podido sacar, fijaron una fecha para aviso a la población, le metieron un cebador y lo volaron. Dice que sigue habiendo explosivos enterrados. Toneladas. Ten en cuenta que fue frente de batalla con ambos bandos pegando petardazos desde dos lomas y en medio estaba la carretera de Las Cabrillas. De hecho, la Guerra Civil empieza aquí cuando Franco fracasa en su paseo militar hacia Madrid. En el Jarama se vertió sangre y se perdieron muchísimas vidas en el puente de Arganda o El Pingarrón, una puta mierda de monte que seguro que era muy estratégico. Eso deja restos para aburrir. Puede haber almacenes ocultos. Ha habido hasta campos de concentración y lo sé porque me lo contó Bonifacio Miguel Martínez, un hombre que vivía en una finca pegada a La Marañosa con el que tuve mucha relación. Vivió la guerra cuando era niño. Tuvo contacto con gente que estuvo allí prisionera en un campo de trabajo. Serían republicanos, claro. Tuvo un enfrentamiento con Esperanza Aguirre por Valdemingómez y la depuradora. A Esperanza Aguirre, que era concejala de Medio Ambiente en Madrid, fuimos a verla porque no nos gustaba nada lo de Valdemingómez, aunque en algún lado tenían que verter los residuos. Hay zonas junto a La Marañosa donde se podía haber hecho sin molestar a nadie, en las graveras abandonadas, rellenando los huecos con vertidos de inertes. Le ofrecimos ponerla en contacto con los propietarios. Su grupo municipal planteó la creación del Parque Regional del Sureste y tuvo enfrentamientos por la laguna del Campillo, cuyas aguas se creían envenenadas. Tuvimos muy claro que el día que se terminase el área que se iba a construir en Rivas, se iba a querer construir más. Así que era necesario hacer un parque regional. Para poder alterar la ley, nos unimos a Arganda y lo propusimos. El límite del parque estaba en la laguna del Campillo, que es muy pequeña en comparación con otras que están cerca. En una de ellas, el alcalde de Arganda quería habilitar la posibilidad de navegar a vela. Las peleas que tuvimos con Dionisio Martín Sanz, propietario del vertedero de Autocampo, fueron por algo más que El Campillo, que no le importaba nada. De hecho, la Comunidad de Madrid se la quería expropiar. Martín Sanz había sido vicepresidente de las Cortes de Franco. No fue ministro de Agricultura porque, en aquella época, se separó de la mujer. Eso era un estigma entonces. Pero demos marcha atrás. Rivas ha sido el único municipio de toda Europa en el que se aprobó, en tiempos de Coplaco, en los años 70, un plan general por silencio administrativo, que es el que llevaba Covibar. Ese plan general suponía hacer un Móstoles aquí. Pero llegó el PSOE a la Comunidad de Madrid y Mangada dijo que no daba ni una licencia. Pero un plan general es ley. Los propietarios estaban en su derecho de edificar todo lo que les permitía el planeamiento, que era como para traer unas cuatrocientas mil almas aquí. Mangada les dijo que tenían razón, pero que iban a tener que gastarse un montón de dinero en los tribunales. Así que se tuvieron que avenir a negociar. Todos lo hicieron menos Dionisio Martín Sanz. Entonces, cuando hacemos el plan general de Rivas 92, él no intervino. Se dejó querer pero no intervino. Cuando se iba a firmar ante notario la aprobación del plan general, Martín Sanz no fue. Pensaba que si le daban el metro cuadrado a 4,50, podían dárselo a 5. Creo que fueron los hijos los que le convencieron. Y entre medias, un vertedero. Ya no funcionaba, pero la montaña de mierda estaba allí. Una de las cosas buenas que se han hecho en este pueblo, y la hizo Izquierda Unida, fue la solución del vertedero. Es de chapeau y está bien pensado. Aunque también ha traído su intríngulis, aunque esto no es de mi época. El plan general establece dónde se puede construir. Sin embargo, cuando se amplió la zanja para construir el Metro, comenzó a salir basura por todos los lados. Y eso venía de que los camiones que venían a echar los residuos al vertedero, dejaban la carga en cualquier hoyo que pillaban y se ahorraban subir al vertedero y el gasoil correspondiente. Y eso se produjo por todos los lados. Tuvo que intervenir el fiscal de Medio Ambiente y hacer un cordón sanitario alrededor del puto vertedero y se tuvieron que hacer concesiones a los propietarios porque no se podía construir en suelo contaminado, permitiendo edificios con cinco plantas, en vez de con tres. Cuando levantas los faldones a estas cosas… ¿Qué hay bajo las faldas? ¿Sabes cómo se creó el vertedero ese? El Ayuntamiento de Madrid instó al de Rivas en un mes de julio a la creación de un vertedero en su término municipal en un espacio determinado. Se reunió el Pleno de Rivas y denegó ese permiso. Los concejales se fueron de vacaciones. El alcalde estaba en la playa y se le presentaron dos tíos con gabardina, sombrero de ala ancha y cara de pocos amigos. Le dijeron que se tenía que vestir, volver a Rivas, convocar un pleno extraordinario para dar la vuelta a la decisión del Pleno. Habían hecho lo mismo al resto de concejales. En el mes de agosto se aprobó la autorización. El pueblo no cogió ni una peseta de eso. ¿Cómo estaba la Cañada Real en su época? Era un infante de la cañada que es hoy día. Allí había gente que había venido a vivir a Covibar, habían asomado por ahí y habían visto la posibilidad de hacer unas huertas y era lo que había. Luego empezaron un poco más adelante a hacer algo más que huertas. Comenzaron a hacer viviendas. Hicieron una asociación de vecinos con una abogada contratada para conseguir autorizaciones del Ayuntamiento. Empezaron a pagar el IBI en Rivas antes de ser yo alcalde. Me di una vuelta por ahí y vi que estaba creciendo. Llamé al secretario y le dije que me habían comentado que pagaban el IBI. Me lo confirmó y le dije que se lo dejaran de cobrar porque no se podía cobrar un impuesto a un asentamiento ilegal. Empezaron a engancharse la luz y el agua, pero ellos quisieron hacerlo todo legal. La asociación de vecinos de allí funcionaba como un ayuntamiento. Si entrabas allí no se decía que se vendían las fincas, sino que se cedían, se traspasaban o algo así. No se podía vislumbrar todavía la gravedad del problema. Una última pregunta. Como historiador de Rivas, ¿la población de esta ciudad tiene algún tipo de identidad ripense? Algo en el Casco. Ellos se llaman de Vaciamadrid. Pero los que tienen ese criterio, nacidos y criados aquí, son ya muy mayores y quedan pocos. De hecho, los vecinos de la zona oeste que iban allí, hace años decían que subían a Rivas. Todo eso lo estudié. Pregunté si había un plato típico de Rivas y no lo sabían ni los autóctonos. Como mucho, las gachas y no son de aquí, sino de Arganda. Y se hacían con harina de almorta, que está prohibida porque descalcifica los huesos. Hay gente mayor que está machacada por haberse alimentado de eso. Intenté hacer algunos concursos para generar algún plato típico y eso se olvidó. Montamoslas fiestas de septiembre, que eran fiestas sin santoral, denominadas como las fiestas de ‘San queremos’. O sea, porque queremos que en septiembre haya fiestas. Como costaba dinero, se dijo de juntar las fiestas en San Isidro. Vestidos regionales, nada. Encima, los vecinos son poco religiosos, lo que no genera una cultura en ese sentido. Ya se sabe, después de la procesión hay un baile, una sangría… Queda un poco en el Casco pero cada vez menos. Pero seguro que hay una cultura alternativa que se está generando. Siempre que hay dos personas juntas en un territorio, se genera cultura. Otras entrevistas a exalcaldes de Rivas Vaciamadrid:

Eduardo Díaz: “No pude hacer casi nada como alcalde porque los días se consumían en broncas”

Antonio Serrano: “El PSOE tiró la casa por la ventana y Rivas quedó en bancarrota en 1991”

José Masa: “Rivas nunca fue un municipio despilfarrador”

MÁS  'En bus al cole', un servicio del Ayuntamiento de Rivas pionero en la región: "Beneficia a toda la ciudad"
¿Te parece interesante? ¡Compártelo!