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Eduardo Díaz, exalcalde de Rivas Vaciamadrid (Fuente: Diario de Rivas)

Eduardo Díaz, exalcalde de Rivas Vaciamadrid (© Diario de Rivas)

Eduardo Díaz fue el alcalde de Rivas Vaciamadrid entre junio de 1991 y marzo de 1992, el primero por Izquierda Unida, tras superar en las elecciones al Partido Socialista, que estuvo en el gobierno en la anterior legislatura. Diario de Rivas continúa con él su serie de entrevistas con los primeros ediles ripenses para conocer mejor la historia democrática de la ciudad.
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Usted fue el primer alcalde de Izquierda Unida de Rivas Vaciamadrid. Salgo elegido en junio de 1991 y en marzo de 1992 era imposible seguir en el Ayuntamiento, si querías hacer algo útil. Sacamos siete concejales sobre diecisiete. No quiso pactar nadie porque las relaciones con el PSOE, que era el partido con el que hubiera sido lo natural pactar por cercanía política, no eran buenas porque en la legislatura, en la que habían gobernado, la situación había sido de guerra. Nos habíamos quedado a muy pocos votos de ganar y sabíamos que teníamos posibilidades. En 1991, ganamos con esa correlación: siete concejales de Izquierda Unida, seis, el PSOE; dos, el PP; uno, el de Los Verdes; y otro, el independiente, que era el exalcalde Antonio Martínez Vera. Lo primero que se encontró fueron las cuentas en bancarrota. Rivas estaba en la ruina total. Fue una de las cosas que peor hizo el PSOE. Estaba en esos años en los que consideraba que gestionar un ayuntamiento era gastar y gastar. Por ejemplo, salía un puesto de la universidad popular más caro que el de la universidad normal porque había clases con un profesor para tres o cuatro alumnos. Eso era inviable. Y quien dice la universidad popular, dice cualquier cosa, porque se hacía todo fastuoso, como si tuviéramos mucho dinero, y no teníamos nada. Yo me acuerdo de una de las primeras reuniones que tuvimos con gente a la que debíamos dinero. Fue con los que nos habían hecho la piscina cubierta, que desarrolló el PSOE e inauguré yo porque no estaba terminada para las elecciones. No sabes lo que fue ver al constructor llorando en la mesa porque no se le había pagado ni un duro. Te sentías fatal porque era una pequeña empresa que se había endeudado hasta los ojos para hacer un proyecto y estaba en la ruina. Y así estaba todo el mundo. Pero el PSOE no aprendió nada y presionaba para que siguiéramos en la misma línea. Y nosotros les decíamos que no se podía, porque no había dinero. A pesar de las influencias que tenían en el municipio, perdieron porque la cosa estaba fatal. Pero no quisieron pactar y no había otra posibilidad. Eso se agravó cuando el entonces concejal de Izquierda Unida José Masa se fue un mes a Egipto de vacaciones y, cuando volvió, dijo que dimitía por razones políticas y porque había sido crítico con la gestión. ¿Qué razones políticas? ¿Qué gestión? Si no había dado tiempo a empezar a rodar. En el primer mes, solo había dado tiempo a ponerse al día, reunirse con el secretario, el interventor, ver el plan general que estaba tramitándose y poco más. Un plan que se había desarrollado en la legislatura anterior y que Izquierda Unida no veía con buenos ojos. La propuesta de plan general que se planteó, sinceramente, creo que era muy buena. La elaboró el arquitecto Bernardo Ynzenga Acha, muy prestigioso. Era una ciudad casi utópica. Fíjate qué avenidas, qué equipamientos, qué zonas verdes. Tengo todavía papeles de entonces y cuando los veo me parece que eso era ‘Alicia en el País de las Maravillas’. Porque, además, decían que iba a salir todo barato. No sé si eran 10.000 viviendas. Usted instituyó un mecanismo de negociación del plan general en que Ayuntamiento y Comunidad de Madrid participaban en su diseño. Estaba de concejal de Urbanismo con el PSOE un tal Pablo Font. Le aprecio, porque tuvo las pelotas de promover una aprobación del plan general con ese contenido. Delegó la aprobación en la Comunidad de Madrid. Nosotros incluimos en nuestro programa, como principio fundamental, que eso no podía ser porque era una de las competencias básicas del Ayuntamiento, cuando era una cosa muy normal que las comunidades hicieran el plan general porque tenían más técnicos y más capacidad. Pero como estos lo traían hecho prácticamente, consideraron que la Comunidad lo único que tenía que hacer era dar el visto bueno. Yo propuse una solución que equilibrara la situación para buscar una salida, porque el propio Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid había aprobado que la Comunidad tuviera competencias para desarrollar el plan general, y era un acuerdo válido que generaba unos derechos. Sabíamos que era necesario salir del impasse y, de repente, son mis propios compañeros los que dicen que es necesario reelaborar desde un principio totalmente el plan general, incluso con terrenos de la margen derecha de la Nacional III, que se ha quedado incluido en el Parque Regional del Sureste por su cierto valor ambiental. Esa fue la excusa que utilizaron para ir contra nosotros. En aquel momento había dos facciones en Izquierda Unida de Rivas. Sí. Izquierda Unida estaba inmersa en todo Madrid en una pelea y había una operación de ‘exterminio’ de los alcaldes más moderados del partido: el alcalde de Coslada, el de Arganda, el de San Fernando, yo… Fue una especie de pogromo para quedarse con toda la organización. Los más ‘izquierdosos’ del partido, los del Partido Comunista de los Pueblos de España, entraron y formaron una amalgama de gente que lo único que pretendía era el poder. Eran dos filosofías enfrentadas. Muchos tratamos de que Izquierda Unida fuera una organización autónoma del Partido Comunista, pero no se consiguió. En las siguientes elecciones, Izquierda Unida ya no tenía nada que ver. Luego me involucré en la nueva izquierda de Sartorius, pero tampoco funcionó. No me gusta el capitalismo, pero el comunismo es un sistema que se ha demostrado que no funciona en ningún sitio. Quizás entonces no me daba cuenta. Según me contó gente que, incluso, participó de ello, el mismo día de mi toma de posesión, el 15 de junio de 1991, hubo una reunión en casa de uno de ellos para articular la forma de ir contra nosotros y romper el grupo municipal. Lo primero que se utilizó fue la dimisión de Masa. Pepe dimite para eso, para levantar una banderita contra la Alcaldía. Esa acción la siguen dos concejales y nos quedamos cinco. Luego dimitió el concejal de Urbanismo. A Manolo —Manuel Ramírez— le vendieron la moto de que el alcalde iba a ser él. Luego fue conmigo en las listas en el partido de independientes que montamos para 1995. Le engañaron al muchacho. Además, por diversas causas, estaba muy enfrentado con la gente de Covibar. El centro cívico estaba terminado con pequeños reparos por parte de los técnicos municipales en cuanto a la instalación, como la inclinación de una rampa y cosas así. Mucha gente del barrio había invertido en sus negocios allí, y el concejal y los responsables de la cooperativa no podían ni hablarse. Entonces tuve que tomar el asunto en mis manos, porque todos los días se me llenaba el despacho de vecinos que me pedían que resolviésemos el problema para poder funcionar. Además, es que los técnicos decían que no había ningún problema que no se pudiera resolver con una pequeña actuación. Así, le dije que tenía que aprobarlo y darle la licencia de apertura. Se negó y entonces le dije que, si estábamos todos a favor y él en contra, tenía que aceptar; y que decir que no porque no, haciendo daño a una gente, no podía ser. Así que le cesé y, claro, se lo puse a huevo a los otros, que le prometieron que iban a hacer dimitir a dos personas que estaban delante de él en las listas para ponerle como alcalde: Candelas Caja y Antonio Serrano. A Serrano le metí yo con calzador en la lista porque no lo quería nadie. Y luego participó desde dentro de nuestro grupo contra nosotros. Eso quedó en evidencia cuando yo renuncié y luego dimitió de la Alcaldía Candelas Caja, porque entonces propusieron a Serrano. Antes de Serrano entra Caja, que, según narran los que asistieron a ese pleno, recibe abucheos de miembros de su propio partido en su toma de posesión. Sí, y fueron a intentar agredirnos cuando estaba reunida la comisión de Gobierno para convocar el pleno. Yo no dimití porque me sobrepasara la situación. Lo hice porque estar en esas condiciones era una estafa para la gente, porque no podíamos hacer nada. Todo lugar donde tuvieran influencia se utilizaba contra el gobierno. Por ejemplo, en las fiestas, fueron contra la concejala, que tenía poca experiencia política. En la universidad popular, un día fuimos a informar porque había habido unos problemas y unos cuantos alumnos me dijeron que de ahí no salía. Pero ¿esto qué es? ¿Un secuestro? Eran como guerrilleros, todo el día detrás de nosotros. Provocar esa muerte lenta, esa sangría, era una estafa para la gente y el primero que me estafaba era yo. Pero usted luego se quedó en el grupo mixto, militando en Izquierda Unida. Claro, porque si el problema era yo, me iba. Pero me llamaron de Madrid y me dijeron que me buscaban un puesto en la Asamblea o donde fuera, pero que dejáramos el Ayuntamiento, con tal de aceptar que habían ganado. Todos estos estaban con el grupo de Ángel Pérez, una de las personas más canallas que he conocido en política. Me decía que no había ningún problema en cuestión de cargos, que si no estaba aquí, estaba en otro y todos amigos. Pues, mira, no señor. Yo salí elegido como primer alcalde de Izquierda Unida en Rivas, que, por cierto, se han cumplido 25 años y no han sido capaces ni de hacer una referencia. Yo no existo. A mí se me mató social y políticamente. Me han estado vetando de todos los sitios que ellos tienen influencia. En 25 años, el Ayuntamiento no ha sido capaz, por respeto institucional, de invitarme un día a un acto. Nada. Prisión eterna no revisable. Entendí perfectamente lo que decían de los comunistas, de Stalin y de Lenin. Son malos, perversos, peligrosos. Su gente te deja de hablar y se inventa bulos, difamándote, de que me han echado porque la Policía Local llevaba a mi hijo al instituto, cuando vivíamos a doscientos metros. Las cosas más pueriles. Total, yo dimití con la idea de que así se apaciguaran, porque entonces ya no habría problemas. Pero es que toda su actividad está fundamentada en la lucha por el poder. Pretendían crear un órgano fuera del Ayuntamiento que nos dijera qué hacíamos, qué firmábamos, qué decíamos… Eso es subvertir, es deslegitimar las elecciones. Eso es un golpe de estado. Yo se lo decía así, sinceramente. Vosotros sois unos pillos. En el fondo, no creen en la democracia más que como un instrumento para lograr el poder y luego excluyen al resto. Aquí tienen pocas competencias, pero, si pudieran… Pues como el Maduro y gente de ese tipo. Tarde o temprano hubiese roto yo con ellos. Entonces, entró como alcaldesa Candelas Caja [nota del entrevistador: Candelas Caja ha declinado realizar una entrevista en esta serie]. Tampoco aceptó sus condiciones el nuevo equipo y ella no aguantó más que unos pocos meses. No me extraña. Y entonces apareció el tapado, que había estado trabajando para ellos en nuestro grupo, y le proponen de alcalde porque acepta todas las condiciones que le ponen. Se convierte en el alcalde de Izquierda Unida, no de Rivas. Acepta esa filosofía de instrumentalizar los órganos institucionales a favor del partido. Pues yo, no. Aquí hemos sido elegidos para todo el pueblo y hemos ganado las elecciones. Y lo que hay que hacer es gobernar, en la medida de lo posible, para todo el mundo. Y ningún órgano externo va a decidir lo que hacemos. Las cosas trascendentales las llevamos a asamblea, pero no todo. Les preguntaba cuáles eran los problemas concretos, a ver si se podían subsanar, por ejemplo, con el plan general, y no decían nada. Lo que se ha dicho de usted es que la asamblea de Izquierda Unida tuvo que actuar porque usted quería gobernar a su aire. Dentro de las competencias de cada uno, lógicamente. Los mensajes que te llegaban eran que metieras a no sé quién y metieras a no sé cuántos. Aquí hubo un señor que fue concejal. Su mujer se presentó a una plaza de auxiliar de asistente social. Había una chica trabajando para el Ayuntamiento en ese cometido a la que todos los abuelos querían un montón. Un día, me dijo este tío que había que echarla porque su mujer se había presentado. Yo le dije que sería elegido quien estimase el tribunal, que no era solo de Izquierda Unida. Ese me la juró a mí porque no coloqué a su mujer. Dejar a una chica sin trabajo, que tiene más cualificación, que está haciendo un trabajo magnífico y la quiere todo el mundo, es una canallada. ¿Tú crees que hacer eso es de izquierdas? Eres de izquierdas con la pluma, porque el papel lo aguanta todo. Pero en los actos se ve quién es de izquierdas y quién no lo es. Aquella situación tiene algunas similitudes con la crisis de IU Rivas de 2014. Es la misma. Lo que me pasó a mí, le pasó luego a Pepe. De la empresa municipal no ha vuelto a hablar nadie. De las propuestas que ellos decían tener del plan general cuando era mi caso, nadie. Me echaron porque yo cesé a Manolo [Manuel Ramírez, concejal de Urbanismo], cuando luego le dejaron en la puta calle, etcétera. Hasta trataron de bloquear nuestra participación en las elecciones de 1995 con un recurso ante el comité electoral, aunque no lo consiguieron. Usted buscó la gobernabilidad con el PSOE. No quisieron en ningún momento. Francisco de Pablo era de los más receptivos. Estaba Ceferino Riestra, que se negaba en redondo. Aquello no tenía viabilidad. Le tocó de nuevo ser alcalde interino hasta la investidura de Antonio Serrano. Pero eso fue algo testimonial. Votamos en contra de Serrano y pasamos al grupo mixto los que estábamos. Izquierda Unida se quedaría entonces en minoría. Izquierda Unida ha gobernado estos 20 años porque ha querido el PSOE y, desgraciadamente, les dije a los socialistas lo que les iba a pasar. Yo no pensaba que el PSOE les fuese a apoyar. Desde 1992 a 1995, si no les hubiesen apoyado, Izquierda Unida habría acabado arruinada, como pasa con todos los grupos que tienen que asumir ese desgaste en esas circunstancias. Pero va el PSOE y pacta con ellos. Yo les dije que se estaban poniendo la horca y abriendo la trampilla del ahorcado. Y han ido en descenso. En 1995, ganó Izquierda Unida por poco. Mira cómo están ahora los del PSOE: de quinto grupo municipal. E IU, salvo cuando obtuvo mayoría absoluta y se deshizo de los socialistas, que solo lo ha conseguido una vez, tuvo conmigo el resultado de votos más alto de su historia. Tuvo un conflicto con Dionisio Martín Sanz —procurador de Cortes en la etapa franquista y propietario de amplias extensiones de terreno en Rivas— por el vertedero de Autocampo. Dionisio tenía peleas con mucha gente, no solo conmigo. Por ejemplo, tuve la oportunidad de conocer al duque de Rivas de entonces, que era un hombre amable y campechano. Dionisio apareció un día en el Ayuntamiento y el secretario me avisó de que este hombre se sentaba en el sillón del alcalde. Cuando entró, yo no me levanté del sitio. Estuvimos hablando durante muchas horas. Y yo, mediatizado por las cuestiones políticas, veía al Martín Sanz fascista, cuando él no se manifestó así en ningún momento. Había que analizar mucho sus palabras para ver que no creía en la democracia. Pero fue muy cordial. Todo el terreno que se incorporó al planeamiento era suyo, desde las urbanizaciones donde está Santa Mónica hacia abajo, pero nunca quiso hacer nada. Él tenía una idea de ciudad ideal al estilo del ‘fascio’ italiano. Yo no traté de enfrentarme con él; fui cordial con todo el mundo. Tratamos de buscar soluciones. Le propuse desarrollar su parte de terreno. Él no quería, contra la voluntad de sus hijos. Y creo que fue cuando murió él cuando se dio vía libre a ese planeamiento. Otras familias propietarias, como los Corsini, sí habían desarrollado sus terrenos. También se criticó que parecía que se hacía el plan general para la PSV. El tío —Carlos Sotos, presidente de la PSV— lo tenía todo en la cabeza. Lo que no tenía era el suelo, ni dinero para comprarlo. Un día, apareció en el Ayuntamiento una caravana de coches de la marca BMW, sin haberse citado con nadie. Llega el funcionario y me dice que Sotos viene con una opción de compra sobre todo el suelo disponible. Llevaba ya planos de una ciudad con sistemas de recogida de basura subterráneos y otras ideas tremendas. Conseguimos que nos asfaltase el camino del Cristo de Rivas gratis, previo convenio con el duque, que era el propietario del suelo. Quizás fue el único logro que tuvimos en ese mandato, porque no nos dejaron hacer nada. Luego, eso se fue al carajo y tomaron el testigo los Corsini, y se le puso una calle a Aurelio Álvarez, que ya murió. El día que se inauguró el centro comercial Santa Mónica, coincidí con él y con Irene Villa, poco después del atentado, a quien le dieron un local en el centro a un alquiler muy bajo. Usted luchó para parar la extracción de áridos y fomentar el Parque Regional del Sureste. Se nos propuso dar un permiso de extracción de áridos en El Piul, con la promesa de que luego se convertiría en una laguna. Estaba avalado por un catedrático o no sé qué. Dije que la impresión del Ayuntamiento es que no se quería más grava en el pueblo, así que el Gobierno municipal no participó porque suponía cargarse los Cortados. Y si lo hubiera aprobado la Comunidad de Madrid, lo hubiéramos recurrido. También se manifestó contra la incineradora cuando era alcalde. Sí. Tendrían que explicar porqué están ahora gobernando en Madrid y no la cierran. Se va a terminar el mandato y no se ha hecho nada. Madrid nunca ha intentado quitarla. Y es que la incineradora se utiliza para las elecciones. Cuando empieces a ver movimiento sobre la incineradora, es que hay elecciones al año siguiente. Es una banderita que ondear, cuando estos años han estado callados. El procedimiento de la incineradora lo inició Barranco en Madrid y nosotros estábamos en contra, pero hacíamos lo que podíamos: manifestarnos y pedir auxilio a la administración central y regional. Sin embargo, a mí me acusaban de poco menos que estar a favor y en absoluto era así. Era el alcalde y no me dejaban ni ir en la cabeza de las manifestaciones para representar a los vecinos, porque lo convocaban asociaciones instrumentalizadas por ellos, porque aquí no se mueve ni una mosca si no lo aprueba el partido. Y no quiero que se instrumentalice a la gente diciéndole que puede parar la incineradora cuando no puede pararse así como así, porque es todo legal y existen grandes debates sobre si su actividad es mala para la salud o no. Pero se usó en nuestra contra, a pesar de que nunca lo apoyamos. Pasa lo mismo que en la Cañada: dicen que han solucionado el problema cuando ahora hay más gente que nunca. ¿Por qué no lo hicieron cuando había pocas personas allí? Porque les queda muy lejos. Ahora es un problema por la drogadicción, pero no se ha hecho nada durante años. Hay un concejal del PP que insiste hoy día en que el Centro Social Covibar y la Casa de Asociaciones están construidos en parte sobre suelo de la Cañada. Yo creo que no es así. Cuando se hizo la cooperativa, había parte de los suelos de Covibar ocupados por la gente de la Cañada. Como ahí no había nada, se metían hasta donde querían y nos salieron algunos hasta con escopetas. Había unas pocas casas entonces. No tenían la capacidad de presión que tienen ahora. Recuperamos la parcela y lo que dicen ahora es que la anterior Junta Rectora de Covibar le cedió el suelo de la Casa de Asociaciones al Ayuntamiento sin ninguna compensación. Pero esto es lo que me cuentan los más mayores y los que más saben del tema. También tuvo follón político porque la concejala de Juventud posó para la portada de Interviú. Sí, aunque fue algo anecdótico. Posó en braguitas en esa revista. Al parecer, no tenía recursos, se lo propusieron y salió en la revista. Yo la apoyé públicamente y luego se fue con ellos cuando la pugna entre Serrano y Caja, aunque, al principio, esos mismos casi la querían quemar como a Juana de Arco. No sé a quién le ofendía la moral que posase. Si ella quería y podía, no veo por qué tenía que irse más allá con ese tema. Cuando votó con ellos, desaparecieron todos los problemas y siguió de concejala muchos años más. O sea, que quizás no era tan malo que posara o las críticas no eran por eso. ¿Cuál es la impronta que dejó usted en su paso por la alcaldía? Sinceramente, mi participación en la aprobación del plan general, porque el desarrollo posterior de la ciudad, con modificaciones, se ha basado en ese planeamiento. Se aprovechó la única posibilidad lógica de crecimiento que tenía Rivas, porque el resto del espacio está impedido por la orografía o las grandes infraestructuras. También conseguimos sacar adelante el colegio El Parque. Los de IU proponían construirlo en el cerro, porque la parcela en la que se construyó era de unos tales hermanos Jiménez, que nos la cedían por un convenio que ya no recuerdo qué establecía. También incluía parte del parque de Montarco, que está hecho una pena, con el estanque tan bonito que tenía. Izquierda Unida decía que no, que tenía que ser en el cerro. El arquitecto y el aparejador se echaban las manos a la cabeza del obrón que suponía hacer eso. Era otra banderita, esta con la asociación de padres, que también estaba instrumentalizada, para tomar el control. «¡Ni fu, ni fa, el colegio en Covibar!», decían cuando se manifestaban. Y el cerro ni siquiera estaba en Covibar, pero decían que estaba más cerca. Luego se hizo donde había la única posibilidad lógica de hacerlo, porque tampoco había más terreno y sí mucha demanda, porque nacían muchos hijos entonces. En resumen, no hicimos prácticamente nada porque se consumían los días en broncas.
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