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Emilio Ortiz, terapeuta formado en Proyecto Hombre y miembro de Proyecto ‘Perrutis’.

Información elaborada con la colaboración de Rivas Puede

 

No paran de saludarle. Está sentado en una terraza mientras contesta a Diario de Rivas y es la hora en la que termina el instituto. No extraña si escuchas su relato. Fue drogadicto. Hablamos en pasado porque ocurrió hace un tiempo, pero él dice que eso nunca cambia. La realidad es que lleva muchos años alejado de la droga y cerca de la concienciación contra ella. Proyecto Hombre le ayudó a dejarla y a formarse para ayudar a que otros la dejen también. Allí se hizo terapeuta, rol que ahora está desarrollando por institutos de toda España y en el Proyecto ‘Perrutis’ de Rivas, que se encarga de enseñar a los adolescentes a adiestrar perros para separarles de los malos hábitos. En la música lo ha sido (y es) casi todo: se ha recorrido el mundo como miembro de Mägo de Oz; ahora es manager y director del sello discográfico Pagana Records, y también ha trabajado con Dani Martin, Amparanoia, Sinkope, El Koala o Santiago Campillo de MClan, por lo que anécdotas y experiencia le sobran. Los más jóvenes lo saben. Por eso no dejan de saludarle.

¿Hay un problema de drogas en Rivas?

Hay un problema muy gordo con las drogas, sí. Se están empezando a consumir drogas en la preadolescencia. Yo tengo chavales que están consumiéndolas con once años… ¡once años!

¿Hay más acceso a las drogas del que se cree?

Sí. En Rivas, por ejemplo, hay marihuana a puntapala. Ahora cualquier chavalito tiene su planta con su lámpara. El acceso a las drogas es exagerado. Y estoy a pie de calle.

¿Cuál es el punto de conexión para que un chico o una chica, con once años, pueda sentirse atraído o tenga acceso a ello?

Yo pienso, por ejemplo, que es un error entrar en el instituto con once años. Los micos de once o doce años están entrando a un sitio en el que hay chavales de dieciseite o dieciocho años. Si cuando entran tienen un buen control parental, unas buenas referencias y una buena comunicación, pues pueden llegar a casa y hablar con los padres de lo que se encuentran, pero si no, cuando tienen un problema pueden sentir que el mejor escudo es compararse con esos mayores y buscarán la imitación. Pensarán que si los mayores fuman o beben alcohol es guay y, como ellos quieren ser como esos mayores, pues les imitarán y acabarán fumando o bebiendo para no sentirse los últimos de la fila. Es verdad que no hay muchísimos casos, pero desde hace dos o tres años van in crescendo.

¿Tú cuándo empezaste a drogarte?

Mira, yo empecé a fumar porros y a beber alcohol con quince o dieciséis años. En mi grupo de amigos éramos veintisiete; ahora solo quedamos cuatro. Cuando empecé a dar estas charlas, para ubicarme, hablé con mis tres amigos que quedan vivos sobre nuestro pasado… y todos empezaron a consumir sobre esa edad. No antes. Con once, doce, trece años todos estábamos jugando al fútbol o a la peonza. Y las chicas a la comba o a la lima. Ahora empiezan a tontear muy, muy, jóvenes. Nosotros la cocaína o los tripis no los tomamos hasta los dieciocho años y de forma muy esporádica; en ocasiones ‘especiales’.

Está habiendo un retroceso entonces…

Sí. De hecho, en Estados Unidos ya está la heroína en la calle de nuevo. Y lo que está en Estados Unidos, en un año está en Europa.

¿Por qué ese repunte de la heroína justamente?

Hay una cosa que se llama: «Tengo un almacén lleno de heroína, ¿qué hacemos con ello?». Son gente que no conoce nadie. No es Donald Trump. No es Putin. Hay gente que no conocemos que son los que mueven los hilos de este planeta.

¿Cómo lo dejaste tú?

Estuve un año poniéndome. En ese año lo perdí todo. Perdí mi trabajo, a mi novia y hasta a mis amigos de verdad. Llega un día en el que no tienes nada. Es un círculo vicioso que te engancha. Lo único que tienes en la cabeza es la droga y te acaba arrastrando. Un día mis padres vinieron con el ‘órdago a la grande’ y les salió bien, lo cual me alegra mucho. Me dijeron que o entraba en Proyecto Hombre o me iba a la calle. Y yo elegí la calle. Estuve dos días, en invierno, viviendo en un coche y a los dos días volví con las orejas gachas. Así empecé en Proyecto Hombre. A los pocos días descubrí que eso era lo que me hacía falta. El síndrome de abstinencia no llega a la semana. La dependencia física se pasa pronto, lo malo es la cabeza.

¿Se puede ser exdrogadicto?

A los chavales les pongo un ejemplo. Les digo: «¿Cuál es la comida que más os gusta?». Me suelen decir la pizza. «Pues te vas a casa, te haces una pizza y te pones malo. Vas al hospital, te hacen pruebas y te diagnostican pizzitis aguda. No puedes comer pizza en tu vida. Porque como lo hagas, te mueres». Ahí les pregunto: «¿Os deja de gustar la pizza?». Me dicen: «No». Pues eso son las drogas. Yo llevo sin consumir treinta y tantos años, pero nunca seré excocainómano. Soy cocainómano. Yo me puse cocaína porque yo quise; a mí nadie me obligó. A mí me gustaba. Pero aprendes a que la balanza entre el placer y las cosas importantes se equilibra con estas últimas. La música, el deporte, los hijos, los nietos… pueden más que las fiestas, las drogas y el placer de tomarlas. Eso es lo que te hace tirar para adelante sin que sea una pesadilla diaria.

Pasaste de ser atendido por Proyecto Hombre a convertirte en terapeuta de la organización y trabajar en grupos de apoyo, en prisiones o en acogida. También trabajaste en una empresa de arrendamiento de coches, pero la música un día llamó a tu puerta de la mano de Mägo de Oz… ¿No te dio miedo entrar en el mundo del rock?

Mucha gente me decía: «¿Cómo vas a cambiar un trabajo serio por la música?». Pero mi padre no. Él me dijo que le parecía muy bien. Que la música era una cosa muy bonita, que era cultura y que sabía que lo iba a hacer muy bien. Solo me pidió un favor: que ayudará a los adolescentes con toda la experiencia que tenía. Que si veía algún problema a mi alrededor, les echara una mano. Y yo le dije que ni se preocupara. Que lo diera por hecho. Y así ha sido. Empecé a dar charlas a jóvenes, pero empezó a ir a más en serio cuando entré en Mägo de Oz. Le pedí al productor, Tibu, que hablará con los promotores de los conciertos para preguntarles si había institutos con problemas de drogas cerca de donde actuábamos. De esta manera, en algunos conciertos, me iba el día anterior a donde tocáramos y me pasaba por los institutos.

¿Crees que la manera de ayudar es contar tu experiencia sinceramente, sin rodeos?

Desde el primer día me quedé muy sorprendido. Fue en Teruel. Estábamos en el instituto un cura, un recluso de la Prisión Modelo de Barcelona y yo, como Mägo de Oz y como terapeuta del Proyecto Hombre, y vi que los chavales estaban muy enganchados a mí. Había mucho feeling conmigo. ¡Hasta teniendo a un recluso!, que eso crea mucho morbo (se ríe). Esa noche fuimos a cenar y, cuando estábamos en el restaurante, la organizadora de la charla me dijo que había un chaval en la calle esperando porque quería hablar conmigo. Le dieron por saco a la cena. Me salí y había un ‘chavaluco’ de catorce años esperando: Pepe. Me contó que tenía un problema muy gordo; que estaba consumiendo cocaína diariamente. Le acabé derivando a un piso de acogida del Proyecto Hombre de aquella zona. Yo seguí con mis charlas, mis giras con Mägo de Oz, y al cabo de siete años recibí una llamada de Pepe de Teruel. Me llamaba para felicitarme las navidades y darme las gracias. Me dijo que tenía un trabajo estable, que iba a tener su tercer hijo y que su vida había cambiado…

¿La sociedad y la cultura actual crean buenos referentes para los adolescentes?

Y malos. Por eso yo vacilo mucho con ellos. Hago que la risa sea parte del taller. Por ejemplo, les hablo de Fast and Furious. Empiezo pronunciando mal el nombre en inglés, nos reímos y me voy a lo serio. Les digo: «¿Conocéis al protagonista, al guaperas?». Y ellos me dicen: «Sí, sí. Muy guapo, tal…». Y les preguntó: «¿Dónde está?». Y me dicen: «Se murió en un accidente de coche en Santa Carolina». Y yo añado: «Se murió porque iba a 200 kilómetros por hora e iba puesto hasta las trancas de marihuana». Eso nunca se dice. Y se hace el silencio. Y esos silencios son maravillosos, porque ellos están pensando. Al final soy un tío con piercings, tatuajes, heavy y con anécdotas del mundo de la música. Si esa es la fórmula, hay que explotarla. No es lo mismo para ellos que se lo cuente un psiquiatra o una psiquiatra con traje (que también es importante), que alguien así. Yo no cobro nada, no pido nada. Lo hago de corazón, para que los chavales tengan información. Ojalá yo la hubiera tenido.

Es mucho tiempo invertido en charlas y formación con los adolescentes…

Pero es que estamos muy orgullosos. Muy orgullosos de los chavales que estaban tonteando con las drogas y lo han dejado, pero también de los que no tontean con nada y vienen a Proyecto Perrutis para adiestrar a sus perros y escuchar las charlas. Mira, yo he mamado en Proyecto Hombre que los seres que hemos estado metidos en la droga y hemos salido, quizás suene un poco prepotente, pero somos un poquito especiales. Te inyectan muchos valores. La solidaridad es lo que mamas. Si tú eres zapatero y ves que tienes un vecino que tiene los mismos zapatos que tú y tienen agujeros porque no tiene medios, ¡cógelos y ayúdale a que los arregle! Si todos, en nuestro tiempo libre, hiciéramos cosas así, las cosas serían muy diferentes.

¿Qué pueden hacer los padres? ¿Cómo se pueden afrontan este tipo de situaciones en casa?

Uf… Es que además hay un problema añadido. Los móviles y las redes sociales. Los padres tienen que tener un gran control sobre ello. Están generando mucha agresividad, ya que los chavales, con la información que reciben, se sienten autónomos, fuertes y maduros, pero obviamente no lo son. Se han empoderado demasiado. Con un equipo de trabajo en colegios, en institutos se podría hacer maravillas. Lo que no puede ser es que me repitan todo el rato que la marihuana es terapéutica, que se están poniendo pero no pasa nada «porque esto es bueno». No, en España se utilizan productos químicos en las plantas para engordarlas (y así que pese más y el gramo cueste más) que luego no se limpian, como se limpian en Estados Unidos, y te lo estás fumando. Esto los chavales no lo saben. Los mensajes que reciben de Internet es que es terapéutica, y yo les digo: «Sí, la marihuana es terapéutica para enfermos de cáncer, cabezonas y cabezones, ¿vosotros tenéis cáncer?».

¿La solución es entonces la información?

Sin duda. Y los buenos equipos con psicólogos, psiquiatras y terapeutas. Yo he estado en la mierda y he salido de la mierda. Eso para los chavales es muy importante. Les da confianza.

En Rivas, ¿las instituciones son conscientes de este problema? ¿Os están apoyando?

Sí. Son conscientes. Hemos hablado con todos los grupos, pero los tiempos son muy largos en política y esto se necesita ya. Yo no necesito ayuda económica. Yo trabajo en la música y en Proyecto Perrutis está Carlos Magariño, que es uno de los mejores adiestradores de España, y David Valera, que es policía municipal. No vamos a hacer negocio. Lo único que necesitamos es infraestructura. Por ejemplo, un local de referencia en Rivas. Tenemos 45 chavales y el año pasado tuvimos 31. Y esto va a seguir aumentando. El trabajo que se podría hacer sería maravilloso…

Este año habéis recibido fondos del Proyecto Avanza de Rivas Puede. ¿Qué impulso ha significado para Perrutis?

Hay una cosa de Rivas Puede, por ejemplo, que me encanta. Y es que según sus estatutos solo pueden cobrar tres veces el salario mínimo. Como legalmente les tienen que pagar, lo que hacen es que se quedan sus tres salarios mínimos, los impuestos y el resto se va al Proyecto Avanza. Al año, se unen las bases y todas las asociaciones benéficas de Rivas que se quieren unir al programa se presentan, se vota en asamblea y ese dinero se reparte. Este año ha sido para la Asociación Contra el Cáncer y su proyecto para dejar el tabaco, una asociación de musicoterapia para niños con síndrome de Down y autistas, el Banco de Alimentos de Rivas y para Proyecto Perrutis. Nos han dado un dinerito que nos ha servido para uniformar a los chavales, para comprar los chalecos de los perros, el clicker…Es muy de valorar que haya personas que se quiten dinero de su sueldo para echar una mano a los ripenses. ¿Es política? Bueno, pues sí, está en sus bases… pero lo hacen y estamos muy agradecidos.

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