Zonas enormes de unifamiliares donde los vecinos no se conocen, pocos comercios, barreras arquitectónicas, personas que van en coche a todas partes… Cada vez son más las voces que reclaman un nuevo urbanismo en Rivas. Ahora, un grupo de arquitectos se han unido en la asociación Microurbanía para repensar la ciudad ‘a escala humana’. Estas son sus ideas y sus propuestas.
Repensar Rivas para darle una vuelta y convertirla en una ciudad «más humana». Ese es el objetivo de Microurbanía, un colectivo formado por los arquitectos ripenses Javier Rubio, Mónica García, Paula Quereda, Pablo Pachón y Marga Torrego, que se han embarcado en este proyecto de asesoría y consultoría sobre urbanismo, arquitectura y diseño convencidos de que «otro Rivas es posible».
«La gente tiene quejas de distintos tipos: que si no se recogen las cacas de los perros, que si no hay comercios cerca, que si hay que mejorar la seguridad ciudadana, que si el IBI es muy alto o que falta mucha empatía entre vecinos. Y no se dan cuenta de que el urbanismo está en el origen de la mayoría de esos problemas«, cuenta Javier Rubio. «Muchas cosas ocurren por el diseño de la ciudad o de los edificios, que influyen directamente en nuestro día a día», afirma. Así, por ejemplo, al ser una ciudad dispersa, «hacen falta más viales, más alumbrado, más infraestructuras… y todo eso es muy caro de mantener, y al final repercute en el IBI», prosigue. Otro ejemplo: «La gente quiere más seguridad ciudadana, pero si se vacían las calles no hay ojos que puedan vigilarlas», apunta Mónica García. Y otro más: «Si tú sales del garaje de tu casa protegido por la armadura de tu coche, y entras de la misma forma, no vas a encontrarte a nadie por el camino, lo que empobrece tu relación con tu entorno», añade Pablo Pachón.
Todos estos asuntos, que cada vez más aparecen en la agenda política e institucional (hace un mes se aprobó una modificación parcial en el barrio de la Luna para reducir la cantidad de chalés proyectados y dar cabida a más viviendas en altura y comercios), están sobre la mesa de Microurbanía, que va desarrollando proyectos y propuestas que ayuden a rediseñar la ciudad. «Rivas ha crecido a golpe de centro comercial: primero el Zoco Rivas, después el Santa Mónica, luego Parque Rivas, el H2O… Cada uno iba desbancando al anterior mientras las calles se llenan de coches y se vacían de gente», reflexiona García. Tampoco ayuda el modelo de ‘manzana cerrada’ que prolifera en el barrio de la Luna o en el centro, en el entorno de Rivas Futura; ni el hecho de que la mayor parte de los ripenses (en torno al 80%) trabajen fuera del municipio: «tenemos que construir una ciudad más autosuficiente», añade Pachón.
Entonces, ¿cuál es el modelo a seguir? «Lo que más se le parece es Covibar, un barrio que fue hecho pensando en el comercio y en la convivencia en la calle, con espacios peatonales y de transición entre los ámbitos privado y público…», dice Rubio, «aunque también tiene sus problemas: cuando se diseñó el barrio no se tuvo en cuenta la eficiencia energética ni la accesibilidad». En este sentido, añaden, el proyecto de la ‘plaza de Covibar’ (espacio entre el Centro Cívico y el centro de salud La Paz), aún sin fechas ni presupuesto, serviría para dotar al barrio de un espacio de convivencia y de transición entre unos ámbitos y otros eliminando las barreras arquitectónicas (escaleras, desniveles…) de los que está rodeado ahora.
Pequeñas intervenciones
Este sería un ejemplo de las propuestas de Microurbanía: pequeñas intervenciones que tienen su repercusión en la ciudad. Otros son el plan de huertos urbanos presentado por varios colectivos y ciudadanos, en el que han participado, la revitalización del Soto del Grillo como espacio dedicado a la agricultura o el proyecto alternativo de vivienda de ‘cohousing’ que presentan este miércoles (Centro Social Covibar, 19.00). Además, tienen en mente la celebración de unas jornadas que, bajo el título ‘Rivas a escala humana’, sirvan para crear un foro de debate permanente sobre la ciudad.
«Cuando nace un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) , ya está obsoleto, porque para configurar uno hacen falta varios años. Claro que hacen falta los PGOU, pero también hay que aprovechar los mecanismos que hay para ir haciendo modificaciones para mejorarlo y entenderlo como un instrumento vivo«, apunta Rubio. «Y ese no es un debate solo de expertos, sino también de los ciudadanos, que cada vez son más conscientes de cómo les influyen la ciudad y la arquitectura en su día a día», concluye García.
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