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OPINIÓN

Feli Miranda

Feli Miranda

Presidente del AMPA La Luna (Rivas Vaciamadrid)

Comerciales, vigilantes de seguridad, autónomos, informáticas, operarios… Las familias del AMPA del CEIPSO La Luna no somos constructores ni arquitectos ni economistas. No entendemos de obras ni de proyectos ni de inversiones ni de contratación pública, y mucho menos de política o de estrategia electoral.

Pero desde hace más de 3 años nos han obligado a vivir pendientes del portal de contratación de la CAM, de los acuerdos aprobados en su Consejo de Gobierno, de cómo será el proyecto para terminarnos el centro, de cómo serán esas obras para ver a qué molestias se enfrenta nuestro alumnado y profesorado pero, sobre todo, de cuándo comenzarán.

Nuestra energía se va en reclamar algo que debería ser excepcional: lo que por derecho nos pertenece. Una infraestructura en condiciones para nuestros hijos e hijas: en la que no estemos masificados, que los más pequeñitos no tengan que estudiar sin un baño adaptado para ellos o sin tener que subir y bajar escaleras, que el alumnado pueda tener todos los espacios comunes que exige la ley, con un patio terminado y practicable y no un descampado con restos de obra que se han ido quitando y lleno de barro cuando llueve, con un gimnasio para hacer educación física en condiciones…

Pero de nada nos ha servido hacer una manifestación, poner cientos de quejas en la Dirección de Área Territorial (DAT), tener por escrito que las obras comenzarían en 2020, buscar el amparo del Defensor del Pueblo, reivindicar con villancicos, con vídeos que denuncian la masificación, habernos reunido con el director de la DAT…

Como el pasado 6 de abril, donde el máximo responsable de nuestra área de educación nos aseguraba que durante este mes saldría la licitación para finalizar nuestro centro. Y así informamos a las familias. Llenos de reticencia, como un perro que ha sido apaleado decenas de veces, pero también de esperanza. Porque el ser humano es sorprendente: basta con que quiera creer algo para revitalizarse.

Y de nuevo no ha servido para nada. Es la enésima vez que vivimos una promesa a la que nos aferramos con toda la desesperación del mundo. Que nos decimos: «ahora sí»,  en una huida hacia adelante para no caer en el desaliento. Y es la enésima vez que volvemos prácticamente a la casilla de salida.

Ahora el discurso es que no nos preocupemos, que si no es la próxima semana será la siguiente, que si no no hubieran ofertado ESO, que tenían un problema con un presupuesto, que nos acabarán construyendo…

Eso ya lo sabemos. Es una cuestión física: cuando el contenido supera al continente, algo hay que hacer. Pero la cuestión es: ¿cuándo?

¿Cuánto habremos de esperar? Cuando encima ahora hay elecciones y nadie nos sabe decir hasta qué punto se puede retrasar todo el proceso por esta causa. Cuando ahora lo que se cuenta es que las licitaciones por lotes también lo retrasa todo aún más.

Somos adultos: dígannoslo sin más.

En una relación sana, las cosas se cuentan. Con honestidad, casi todo se perdona. Pero cuando se promete y no se cumple, cuando todo son excusas, cuando no te adelantas al daño que puedas hacer… la confianza salta por los aires y la relación pocas veces sobrevive.

Esta relación está herida. Esperemos que sea reversible. Pero no olvidemos que esta relación tiene hijos. Y con nuestras hijas e hijos no se juega.

Por ellos seguiremos peleando, por tener… ¡¡La Luna entera!!

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