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Restos de cimentación del telégrafo del cerro de Rivas Vaciamadrid (fuente: Diario de Rivas)

Restos de cimentación del telégrafo del cerro de Rivas Vaciamadrid (fuente: Diario de Rivas)

El Cerro del Telégrafo es el topónimo más conocido de Rivas Vaciamadrid. Sin embargo, la infraestructura que le da nombre es una desconocida para la ciudadanía. Diario de Rivas ha investigado en archivos la historia de este edificio de uso efímero pero trascendencia nacional que se trató de reconstruir en 2010, y de cuya construcción se cumplen ahora 175 años.

La historia de las telecomunicaciones en España empezó tarde aunque siempre tuvo proyectos esperanzadores. El primero que promovió esta idea en nuestro país fue el ingeniero Agustín de Bethancourt, que presentó, en 1798, un proyecto de telégrafo óptico que fue elogiado por el Institut National de París y que competía en condiciones óptimas con el pionero de Claude Chappe. Bethancourt consiguió que Carlos IV y Manuel Godoy, en 1799, destinasen una partida económica para instalar una línea entre Madrid y Cádiz. El proyecto intentó probarse entre Madrid -en El Retiro, donde estaban los talleres- y Aranjuez, pero se abandonó en 1807 por problemas presupuestarios. Hubo líneas posteriores de corta vida con cierta utilidad, pero, como indica José Antonio Martín Pereda (2022), «ninguna red de comunicaciones llegó a establecerse hasta ya llegada casi la mitad del siglo XIX«.

Artículo de prensa sobre las torres de telegrafía óptica, en La Correspondencia de España, del 3 de mayo de 1851 (fuente: Biblioteca Nacional)

Artículo de prensa sobre las torres de telegrafía óptica, en La Correspondencia de España, del 3 de mayo de 1851 (fuente: Biblioteca Nacional)

El ingeniero militar José María Mathé fue comisionado por el Consejo de Ministros para el desarrollo de una red de telégrafía óptica en España, en cumplimiento del real decreto de 1 de marzo de 1844 a tal efecto. Propuso que las torres dispusieran de un sistema de comunicación en su zona superior, en el que una pieza móvil en forma de bola (desplazada con un mecanismo construido mediante ruedas dentadas), situada entre dos puntos de referencia, ocupara diez posiciones diferentes, marcadas por travesaños, que tenían asignado un número cada una. Los mensajes elaborados eran códigos numéricos clasificados cifrados para uso de la reina, el Consejo de Ministros y el Ejército (solo eran públicos los mensajes de cambios ministeriales, bodas o alumbramientos reales). Según el decreto, las torres debían seguir el trazado de las carreteras y estar cercanas a pueblos, en zonas elevadas para garantizar su visibilidad.

Sistema de telecomunicación de las torres de telegrafía óptica de José María Mathé (fuente: Sebastián Olivé)

Sistema de telecomunicación de las torres de telegrafía óptica de José María Mathé (fuente: Sebastián Olivé)

La red constó de tres líneas: Madrid-Irún, Madrid- San Fernando (Cádiz) y Madrid-Valencia-Barcelona (aunque nunca llegó a la capital catalana). El sistema de telegrafía óptica fue paulatinamente abandonado después de la implantación del telégrafo eléctrico, a raíz del Real Decreto de 1852 para la creación de una red de telégrafos eléctricos. Esta nueva red reutilizó el antiguo trazado de telégrafos ópticos, permitiendo crear la primera fase del nuevo proyecto, que, a finales de la década de 1860 ya contaba con 11.000 kilómetros de línea, cables submarinos incluidos.

Torre fortificada

Planos de la torre de telegrafía óptica de José María Mathé (fuente: Museo Postal)

Planos de la torre de telegrafía óptica de José María Mathé (fuente: Museo Postal)

La torre de Vaciamadrid fue la número 3 de la línea Madrid-Valencia (contaba con 29 estaciones), entre la de Vallecas, en el cerro Almodóvar, y la del Campillo, en Arganda del Rey, de la que era gemela en características constructivas (la distancia entre torres era de entre dos y tres leguas, unos 9,6 y 14,4 kilómetros, aproximadamente). Comenzó su construcción en 1848 sobre el cerro más alto del municipio (699 metros) y entró en funcionamiento el 31 de agosto de 1849 (solo en este ejercicio se invirtieron 24 millones del presupuesto nacional en este tipo de construcciones), tras un período de pruebas. Era una construcción prismática de planta cuadrada y 6,4 metros de lado (4,3 en el interior) por 12 de altura, medidas en pies de Burgos (0,278635 metros).

Se trataba de un inmueble fortificado con paredes de 0,95 metros de espesor en la base (0,7 metros en las aspilleras) construidas en piedra careada con mortero de cal y ventanas y molduras en ladrillo macizo porque se consideraban construcciones militares de carácter estratégico. La planta baja no tenía acceso directo, sino que se accedía con una escalera de mano por una puerta en el primer piso, a dos metros del suelo. En la segunda planta se disponía de ventanas y en la azotea se instalaba el aparato de telégrafo.

Planos del mobiliario de las torres de telegrafía óptica diseñados por José María Mathé (fuente: Museo Postal)

Planos del mobiliario de las torres de telegrafía óptica diseñados por José María Mathé (fuente: Museo Postal)

En su interior, ejercían los empleados, denominados torreros. El Gobierno decidió que debían ejercer esta labor militares profesionales. A juicio del ministro Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico, «no hay servicio más análogo al militar que el telegráfico, por los hábitos de subordinación y disciplina que exige, y por las fatigas y privaciones que le son inherentes». Eran, por lo general, excombatientes de las guerras carlistas, antiguos espías o soldados licenciados que pretendían hacer carrera en la vida civil (Olivé, 1990). Debían formarse en la Escuela General de Telégrafos, ubicada en la torre de Tejoneras, en Torrelodones. Aprendían a reproducir los mensajes cifrados tras ver los signos de la torre anterior con un catalejo, pero no tenían los códigos de cifrado, que estaban en manos de los oficiales de las cabezas de línea. Además, se encargaban de las labores de mantenimiento de la infraestructura, por lo que debían conocer los rudimentos de distintos oficios. La velocidad de transmisión era rápida para la época, llegando a enviar cuatro signos por minuto, aunque dependía del clima. En menos de dos horas, podía comunicarse Madrid con Valencia. Todos los mensajes eran apuntados en hojas de papel pautado para detectar incidencias. En caso de problemas de transmisión, los ordenanzas llevaban el mensaje en mano hasta la siguiente torre (Crespo, 2020).

Carabinas y billar

Maqueta de la torre óptica de José María Mathé, ubicada en el Museo Postal (fuente: Diario de Rivas)

Maqueta de la torre óptica de José María Mathé, ubicada en el Museo Postal (fuente: Diario de Rivas)

Los trabajadores se organizaban por divisiones en las que había oficiales de sección y supervisores que debían visitar las torres una vez al mes. En cada estación, había dos torreros que tenían derecho a residir en la infraestructura. No así sus familias, que debían hacerlo en el pueblo cercano. Realizaban jornadas laborales de 10 horas en invierno y 16 horas en verano (Schnell, 2005). Contaban con la ayuda de ordenanzas armados con carabinas, para actuar en caso de ataque (fueron frecuentes los ataques durante las asonadas militares y por parte de bandoleros). Según el espléndido libro de Sebastián Olivé, primer presidente de la Asociación de Amigos del Telégrafo de España, auténtico referente del estudio de esta materia, los oficiales cobraban entre 5000 y 6000 reales anuales en función de su graduación profesional, los torreros, entre 2880 y 3600; y los ordenanzas, 2160 anuales. También crearon una asociación de auxilios mutuos a modo de seguro profesional. Usaban uniforme compuesto de levita, chaleco, pantalón y gorra. A pesar del control militar, eran comunes las multas por mala praxis. El servicio funcionaba en ocasiones de forma deficiente porque los trabajadores incurrían en borracheras o fiestas, abandonaban el puesto para ir a jugar al billar, o traían a sus familias a vivir a la torre, entre otros casos.

Carta telegráfica de 1861. Puede verse cómo ya había desaparecido la de Vaciamadrid como parte de la red (fuente: Diario de Rivas)

Carta telegráfica de 1861. Puede verse cómo ya había desaparecido la de Vaciamadrid como parte de la red (fuente: Diario de Rivas)

La vida útil de la torre de telégrafo óptico de Rivas duró hasta 1855, cuando la línea fue electrificada y el número de torres en uso pudo reducirse. Ni la cartografía específica, ni las circulares de la sección telegráfica (1860), ni los nomenclátores (1878) indican que la torre de Vaciamadrid siguiera en uso. No obstante, lo más probable fue que fuese cerrada y reaprovechada para ser punto de paso de los hilos eléctricos. En 1875, la edificación seguía en pie, tal y como muestra la cartografía.

El rastro documental de uso del terreno se pierde hasta 1939. El Ministerio del Aire usó el terreno como escuela de vuelo sin motor. Para ese entonces, la parcela, de 113,55 hectáreas (hoy la parcela, según datos de la Dirección General del Catastro, cuenta con 78,55 hectáreas por lo que fue reparcelada), estaba siendo utilizada como explotación agrícola para el cultivo de plantas de secano y el aprovechamiento de pastos para ganadería, además del abandono de zonas consideradas erial. En 1944, figuraba como propietario el notario José Santos Fernández, que presentó un proyecto para introducir allí un estercolero, unas cochiqueras y varios gallineros. El Ministerio le expropió la parcela, denominada ‘Buenavista’, el 11 de diciembre de 1946 (este proceso dio origen a un pleito de reversión en 1968, tras el cierre de la escuela en 1962, sustituida por su homóloga de Ocaña).

Derribo y reconstrucción

Fotos aéreas de la parcela del telégrafo de Rivas en 1984 y 1991, respectivamente (fuente: Cartoteca de la Comunidad de Madrid)

Fotos aéreas de la parcela del telégrafo de Rivas en 1984 y 1991, respectivamente (fuente: Cartoteca de la Comunidad de Madrid)

Según consta en la copia de los documentos de expropiación disponibles en el Archivo del Ejército del Aire (los más antiguos que se conservan, ya que no constan otros anteriores en el Registro de la Propiedad de Rivas Vaciamadrid y la familia del señor Santos confirmó a este periódico que no conservan otros datos anteriores), consultados por Diario de Rivas, ninguno de los inmuebles recogidos en el documento de esta transferencia (según planos realizados en 1945) responde a las características de la torre del telégrafo. No obstante, la comprobación de la cartografía aérea histórica de la Comunidad de Madrid demuestra que la instalación existía en 1984 (por lo que debió ser reutilizado como inmueble para las instalaciones posteriores que hicieron uso de los terrenos) pero no en 1991. Por tanto, fue destruida en ese período.

A pesar de la desaparición de la infraestructura, la existencia del topónimo mantuvo el interés de algunos vecinos del municipio por el telégrafo. Así las cosas, ya en el siglo XXI, varios partidos propusieron en las elecciones municipales de 2003 la reconstrucción de la torre telegráfica. La idea surgió desde el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Telecomunicación, por la iniciativa del decano en ese momento del Colegio de Ingenieros Técnicos de Telecomunicación (COITT), José Javier Medina, con la especial colaboración del profesor ‘ad honorem’ José María Romeo, y con el apoyo del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid y, concretamente, de su concejal de Nuevas Tecnologías y Telecomunicaciones, Marcos Sanz.

Ladrillo del telégrafo de Rivas (Fuente: Diario de Rivas)

Ladrillo del telégrafo de Rivas (Fuente: Diario de Rivas)

Tras la reconstrucción de la torre de telegrafía óptica de Arganda del Rey en 2008 (esta contaba con parte de la estructura en pie, aunque en ruinas), con financiación de la Comunidad de Madrid, el proyecto experimentó un nuevo impulso (Garcés, 2014). La idea de técnicos y políticos estribaba en utilizar la nueva torre telegráfica del cerro de Rivas para mostrar, en coordinación con la argandeña, cómo funcionaba realmente el sistema de telegrafía óptica. Sanz, Medina y Romeo lograron replantear el proyecto y concebir sus medidas exactas a partir de los ladrillos y mampuestos originales de la estructura, que se encuentran bajo un manto vegetal, en un talud donde fueron arrojados tras la demolición de los restos del edificio, tal y como ha podido comprobar este periódico. «Nos movilizamos para la reconstrucción por la importancia que tuvo para Rivas esta torre y la red de telegrafía óptica para España. El ferrocarril reprodujo la estructura radial del telégrafo», incide Medina.

Proyección de la reconstrucción de la torre de telegrafía óptica de Rivas Vaciamadrid (fuente: Papeles del Partal)

Proyección de la reconstrucción de la torre de telegrafía óptica de Rivas Vaciamadrid (fuente: Papeles del Partal)

Finalmente, la Junta de Gobierno del Ayuntamiento ripense aprobó el 21 de diciembre de 2010 un convenio de colaboración con el Colegio de Ingenieros Técnicos de Telecomunicación (COITT), la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica de Telecomunicación de la Universidad Politécnica (ETSIST-UPM) y la Fundación Telefónica para la reconstrucción de dicha infraestructura (incluido su dispositivo de transmisión) en el emplazamiento original y el desarrollo en el Centro Chico Mendes de un pequeño museo de las telecomunicaciones, compuesto por piezas del archivo de Telefónica. El Colegio y el Ayuntamiento se encargarían de sufragar la redacción del proyecto, aprovechando que la Ley de Edificación de 2007 permite a ingenieros edificar inmuebles relacionados con su materia. El proyecto, finalmente, quedó en vía muerta por falta de financiación, a pesar de que se buscaron patrocinadores. Según Sanz, también se produjo la negativa de la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid para su reconstrucción, pues especificaron que el nuevo inmueble debía solo estar compuesto por perfiles metálicos y no por toda la fábrica original del complejo.

 

Bibliografía:
CRESPO, M. V. (2020). La torre de telegrafía óptica de Mathé. El eco filatélico y numismático. Núm. 1.299. Págs. 26-27.
Dirección General del Cuerpo de Telégrafos (1860). Estaciones telegráficas españolas peninsulares. Madrid. Pág. 118.
Dirección General del Cuerpo de Telégrafos (1878). Nomenclátor de las estaciones telegráficas de España. Madrid. Págs. 77-78.
GARCÉS, M. A. (2014). Las torres de telegrafía óptica. Diez años después de la primera. Papeles del partal. Nº 6. 129-130.
MADOZ, P. Diccionario Geográfico. Artículo ‘Madrid’. Citado por Olivé Roig en op. cit, pág. 81.
MARTÍN, J.A. (2022). Historia de las telecomunicaciones. Guadalmazán. Colección Divulgación Científica. Págs. 72-76.
OLIVÉ, S. (1990). Historia de la telegrafía óptica en España. Ministerio de Transporte, Turismo y Comunicaciones. Págs. 68-69, 77-86.
SCHNELL, P. (2005). Torres fortificadas del telégrafo óptico en la Comunidad de Madrid. Castillos de España. Asociación Española de Amigos de los Castillos. Núm 137-139. Madrid. Págs. 63-80.
Agradecimientos: Antonio de la Peña, Eugenio Santos Isla, Borja Vargas-Zúñiga, Santiago Rodríguez, Registro de la Propiedad de Rivas Vaciamadrid, Asociación de Amigos del Telégrafo de España (en especial, a Manuel Bueno), Museo Postal (en especial, a su directora de Relaciones Institucionales, Carmen Álvarez), Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación, Escuela Técnica Superior de Ingeniería y Sistemas de Telecomunicación, Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación, Foro Histórico de las Telecomunicaciones, Fundación Telefónica, Colegio de Procuradores de Ponferrada, Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid.
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