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OPINIÓN

Gemma Mendoza

Gemma Mendoza

Concejala del Partido Popular en el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid

La respuesta es clara: no soy feminista. No soy feminista porque el feminismo es una ideología de género excluyente; yo soy más de unir, es lo que tengo.

No quiero estar en contra del 50% de una población que me complementa, un 50% al que pertenecen mi padre, mi hijo, mi marido, mis hermanos, mis amigos…

Judicialmente los hombres y las mujeres somos iguales, desde la Constitución de 1978, esa que parece ser se ha quedado obsoleta y hay que cambiarla; esa que nos equiparó en derechos y obligaciones a todos los españoles.

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Esta huelga es para denunciar, dicen, que existen recortes en sectores que afectan más a la mujer, como en sanidad, cuando en 2017 ha habido un 2,3% de subida presupuestaria respecto al año anterior. Por otra parte, la sanidad no afecta más a las mujeres que a los hombres; eso no es más que una falacia. Según el último Informe Anual del Sistema Nacional de Salud de 2016, a partir de los 65 años se espera tener 12,4 años de vida saludable: 12,7 los hombres y 12,1 las mujeres.

En la partida de servicios sociales y promoción social de 2017, el presupuesto subió un 4,9%. También en 2017 se presupuestaron 41 millones de euros más en educación. ¿De qué recortes hablan? ¿Por qué afecta más a la mujer? Una mentira repetida mil veces, al contrario de lo que decía Goebbels, copiando a Lenin, por cierto, no se convierte en verdad.

Dice ser una huelga feminista para denunciar la corrupción: todos denunciamos la corrupción y a todos nos afecta, a hombres y mujeres por igual.

Denuncian la «justicia patriarcal». Me vuelvo a remitir a la Constitución: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».

Cuando hablan de grave represión y recortes de derechos que sufrimos las mujeres, ¿de qué están hablando? Hablar en general es decir nada.

Se exige plena igualdad de derechos, condiciones de vida y total aceptación de la diversidad femenina. Vuelvo a preguntar de qué se habla: salvo excepciones, que las hay en los dos sexos, las mujeres españolas tenemos las mismas libertades o más que en cualquier otro país occidental. Yo, al menos, así lo siento.

Deben ser conscientes las mujeres feministas de que no todas lo somos: no todas tenemos al hombre como enemigo. Compartimos la consecución de la conciliación familiar y del fin de la violencia de género y de la brecha salarial, el matrimonio forzoso o la ablación genital, hechos, estos últimos, que se llevan a cabo en ciertas culturas. De eso poco o nada se habla, no se habla y existe. Me pregunto la razón.

Para terminar, diré que me gusta ser mujer y mis particularidades; amo ser madre, ser hija. No necesito «salvadoras»: yo quiero ser la que soy, una mujer. Tengo derecho.

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