Rivas Vaciamadrid ha tenido varios santos patrones durante su historia conocida. Las advocaciones de los templos cristianos ripenses marcaron el calendario de fiestas y la creación de hermandades y cofradías que organizaron la vida social de los municipios que integraron la ciudad actual.
Según atestigua la documentación consultada por Diario de Rivas en el Archivo Diocesano de Toledo, Ribas de Jarama y Vaciamadrid contaban con santos patrones distintos de los de la ciudad de Madrid, a la que estos municipios estaban vinculados política y económicamente desde la Edad Media como aldeas del sexmo de Vallecas.
Como ya explicó extensamente este periódico, el visitador general episcopal, licenciado Juan Ruiz, por orden del canónigo de la Archidiócesis de Toledo, Antonio Zapata, realizó el 21 de marzo de 1623 el acto oficial de inauguración de la parroquia de Vaciamadrid, reconocida villa por cédula de 1618, con el título de San Marcos. Se desconoce el motivo de esta nominación, aunque puede estar vinculado a su perfil como evangelista o a su adscripción a la curación de la escrófula (una infección en los ganglios del cuello causada por la bacteria de la tuberculosis). En el lugar, ya había existido un templo anteriormente, como reflejan las Relaciones Topográficas de Felipe II de 1575 al referirse a Perales, aunque no se conoce su advocación:
“(…) y muchas personas han dicho que conocieron una campana y un campanario en la dicha iglesia, y yo vi el campanario y un altar enhiesto, aunque no vi la campana, porque oí decir a muchas personas que la conocieron y que la llevaron a la iglesia de Vaciamadrid, que es aneja al curato del dicho lugar de Perales, y parece ser verdad por razón que habrá veinte años que fuimos a poblar el dicho pueblo hasta doce o catorce vecinos, que algunos de ellos vivimos aquí al presente, y trajimos la dicha campana de Vaciamadrid, y la pusimos en una iglesia nueva que hallamos hecha en el dicho lugar de Perales (…)”
No obstante, es necesario avanzar hasta 1667 para conocer más aspectos del culto a dicho santo. Ese año, el enviado del obispo en visita pastoral, especificaba la existencia de una hermandad que celebraba la fiesta de San Marcos, el 25 de abril. Para pagar los gastos del convite y la procesión, alquilaban un soto comunal por 800 reales anuales, de los que una parte iba al mantenimiento del templo. Los ingresos eran de tal magnitud que esta hermandad hizo inversiones muy importantes, a modo de obras pías, para adquirir piezas de arte (una estatua dorada) e infraestructuras como campanas o incensarios. En 1730, pidieron ampliar los festejos a San José y el día de Cuaresma, y celebrar un miserere.
Devoción de limosna
La documentación episcopal demuestra que Vaciamadrid disponía en 1671 de una cofradía exclusivamente femenina en honor a Nuestra Señora la Antigua, a las que las vecinas servían “por devoción de limosna” para adorno de la efigie de dicha virgen y para la celebración de una fiesta en su honor. Respecto a esta advocación, existe una hipótesis plausible para su origen. El primer marqués de Leganés, Diego Messía Felípez de Guzmán, obtuvo del conde duque de Olivares la cesión en 1634 de la alcaidía de Vaciamadrid, otorgada a perpetuidad por el rey Felipe IV el 15 de octubre de 1654. Dos años antes de la toma de poder en Vaciamadrid, había comprado la villa de Morata (en 1635, convirtieron ese espacio en el Marquesado de Morata de la Vega, correspondiente al primogénito de esta casa nobiliaria).
Según cita el cronista de este municipio, Jesús Antonio de la Torre, existe una leyenda transmitida oralmente entre los vecinos que narra cómo, un 7 de septiembre, un temporal descargó sobre el pueblo, causando graves desperfectos. El marqués visitó al día siguiente el municipio para conocer el alcance de los efectos de la tormenta. Su hijo o nieto, que le acompañaba, halló en unos cañamares, cerca de la malograda ermita de San Sebastián, una muñeca con una corona arrastrada por el aguacero. Se dedujo que se trataba de una virgen, se limpió de barro y se colocó en un altar, lo que motivó la afluencia de las gentes a la ermita por la novedad del descubrimiento.
La otra teoría que ofrece el historiador es la tradición de La Antigua entre los militares, que era seguida con fervor por los marqueses. Así, se convirtió en la patrona de Morata con su fiesta el 8 de septiembre, dejando en segundo plano a San Sebastián, que había perdido el interés para los vecinos (se trata del santo protector contra la peste bubónica que arrasó también el Sureste a mediados del siglo XIV). Así, la devoción del marqués por La Antigua y su propiedad sobre ambos municipios pudo hacer que llegara esta advocación a Vaciamadrid en algún momento posterior a 1634. Esta teoría se refuerza gracias a un documento del Archivo Diocesano de Toledo, fechado en 1761, en el que consta que las fiestas en Vaciamadrid y en su ermita dependiente de Perales eran las que establecía el marqués.
Aun así, La Antigua es una advocación, de origen probablemente medieval, que tomó mucha popularidad durante todo el siglo XV en Castilla y, sobre todo, a inicios del siglo XVI, en Sevilla. Y tuvo especial predicamento en todo el arco este y sur del territorio madrileño, con templos en su honor en Vicálvaro, Venturada, Carabanchel o Villar del Olmo, entre otros municipios, celebrándose fiestas en su honor en agosto y septiembre. Por ese motivo, podría haberse adoptado también como patrona de Vaciamadrid al acoger colonos procedentes de esos municipios, en una de sus recurrentes repoblaciones.
Por otra parte, se indica en un informe de visita pastoral de 1708 que existía una cofradía femenina dedicada a la Asunción, aunque no vuelve a ser citada en documentación, por lo que pudo tratarse de un proyecto efímero o un error en la toma de datos del emisario episcopal. En 1676, figuraba una cofradía en honor al Santísimo Sacramento, por la que se autorizaba otra fiesta el día del Corpus (el jueves siguiente a la octava de Pentecostés), que era pagada por sus cofrades. Según datos de 1708, esta cofradía sufragaba, además, la festividad de la Ascensión y el ‘discurso del año’.
Un manso discurrir
En Ribas de Jarama, Santa Cecilia fue desde la Edad Media la figura principal del fervor popular. Se le construyó una ermita en 1207, por orden del caballero Juan Ramírez y, posteriormente, García Ramírez, después de que un pastor de cerdos hallara una imagen suya en una cueva a la que fue a cobijarse, según cuenta una leyenda datada en el año 1156. Según las Relaciones Topográficas de Felipe II, en su capítulo sobre el municipio, acudían a rendirle homenaje fieles los primeros cuatro domingos de Cuaresma. “(…) viene mucha gente a la dicha ermita, porque se cuenta que por los Sumos Pontífices romanos otorgaron que cualquiera persona que fuere a visitar la dicha ermita ganan muchos perdones“, indica el documento.
Y es que la efigie tenía fama de milagrera, por lo que atraía a muchos fieles a sus inmediaciones. Según narraba el cronista de Rivas, Agustín Sánchez Millán, la tradición señalaba que, “en tiempo antiguo, un caballero iba cabalgando tras un toro, en las proximidades de la ermita, cerca de unas peñas muy altas que asoman al cauce del Jarama. En la persecución el caballero perdió pie y cayó, junto a su montura, peñas abajo. Encomendado a Santa Cecilia, el jinete cayó en el manso discurrir del riachuelo y salió ileso”.
Sobre dicha ermita, creó en 1603 Beatriz Ramírez de Mendoza, señora de Rivas, un convento de mercedarios descalzos. Aunque Santa Cecilia siguió teniendo lugar preferente en el mismo, desde 1655, otra talla le ganó la partida gracias a los milagros que se le atribuían: el Santísimo Cristo de los Afligidos, obra del escultor Juan Rodríguez, que se instaló en una capilla lateral de la ermita del convento, procedente del convento de Santa Bárbara de Madrid.
Un informe sacerdotal de 1693 indica que se realizaba una procesión desde la Corte (Madrid) hasta el convento con una réplica de la estatua. El cortejo era liderado por el párroco y sacerdotes auxiliares, así como hermanos de la cofradía con velas encendidas. Era denominada la ‘procesión de la Víspera’, marcada como día de fiesta. Asimismo, celebraban la Pascua del Espíritu Santo con una fiesta de honra de ánimas mediante una misa cantada, el segundo día de la onomástica, según los estatutos de la hermandad que gestionaba este culto. Luego, se celebraba otra fiesta el día posterior a Pascua en el convento.
Mientras tanto, la iglesia del pueblo de Ribas de Jarama estaba dedicada a San Juan Bautista, al menos, desde 1649. Los vecinos realizaban, según un escrito de un enviado pastoral del mitrado toledano, procesiones en las que los vecinos portaban pendones y aportaban limosnas. La aldea, dependiente de Madrid, tenía una segunda advocación, la de la Vera Cruz, que duró menos de una década (su primera referencia es de 1669 y en 1678 deja de figurar en la documentación).
Un labrador carabanchelero
El declive de ambos pueblos, muy afectados por las plagas de langosta de mediados del siglo XVIII, así como por las crecidas de los ríos Jarama y Manzanares, en el caso de Vaciamadrid, presagiaron un cambio de ciclo en la feligresía de ambos municipios. Durante décadas, los templos estuvieron sujetos como anejos a la gestión de las parroquias de la Natividad de Mejorada del Campo (que acogió desde 1843 a 1863 la imagen del Cristo de los Afligidos, después de pasar por la iglesia de San Sebastián de Madrid, hasta su devolución al duque de Rivas), y la de San Juan Bautista de Arganda del Rey o La Concepción de Perales, respectivamente.
Así, según documentos custodiados por el Archivo Diocesano de Madrid, a mediados del siglo XIX, los enviados del obispo de Toledo manifestaban en sus informes que los libros parroquiales de ambos municipios reflejaban que habían existido cofradías piadosas en esas aldeas (desde 1845, unificadas en el municipio de Rivas Vaciamadrid), hacía tiempo desaparecidas.
A partir del cambio de jurisdicción eclesiástica del municipio de la Archidiócesis de Toledo a la de Madrid, en 1885, tras la erección de esta previa propuesta en el Concordato entre España y la Santa Sede de 1851, se disolvieron los últimos recuerdos de estos santos patrones. Rivas mantuvo el culto del Cristo de los Afligidos el 29 de septiembre por su trascendencia a nivel comarcal, mientras que Vaciamadrid conservaba cierto recuerdo de su pasado con un cuadro de San Marcos, tal y como reflejaba el inventario de la parroquia en 1890 consultado por este redactor.
Varios de los vecinos más antiguos del casco antiguo narraron a Diario de Rivas que sus padres y abuelos, colonos venidos de otras regiones (especialmente, extremeños), en su mayoría para trabajar en las fincas del municipio, consideraban a San Isidro como el patrón del pueblo de toda la vida, lo que indicaría que, en el último cuarto de siglo, el cambio de patronazgo estaba ya consolidado. El motivo de la adopción de este santo no tiene explicación histórica clara. Vaciamadrid y Rivas contaban con patrones incluso más antiguos que el labrador carabanchelero en la capital (la primera celebración en honor a Isidro se produjo en 1620) y nunca celebraron al santo, a pesar de ser zonas agrarias, donde este solía tener muchos seguidores.
El Archivo Diocesano de Madrid comunicó a este periódico que no existe documento alguno de orden episcopal para el cambio de patronazgo del municipio, tampoco ningún rastro de una decisión sacerdotal. Por tanto, debe entenderse que fue una variación de hábito que decidió la comunidad de fieles. Expertos de la historia de la Iglesia en la región consultados apuntan a que muchos municipios madrileños adoptaron o intensificaron sus celebraciones relacionadas con San Isidro desde finales del siglo XIX para ganarse el favor del nuevo centro de poder eclesiástico que regía sobre la provincia. Desde entonces, el labrador ha sido el único patrón que ha marcado el calendario laboral de la ciudad.
Agradecimientos: Colin McGovern, Antonio Martínez Vera, Juan José Castell, Pedro Sabe, Santiago Rodríguez y Antonio de la Peña.
Bibliografía:
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De la Torre, J. A. (1999), ‘Historia de la villa de Morata de Tajuña’, Ayuntamiento de Morata de Tajuña, Morata de Tajuña: 380-381.
Sánchez, A. (2009), ‘Crónicas de Rivas-Vaciamadrid. Mi pueblo’. Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid. Rivas Vaciamadrid: 37-38.
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Enhorabuena, Enrique