Entre 1863 y 1865 se produjo una plaga de langosta que arrasó las cosechas de España desde Andalucía y Extremadura hasta Huesca. Rivas Vaciamadrid resultó ser uno de sus puntos de difusión y uno de los municipios más afectados. Diario de Rivas ha investigado en hemeroteca este suceso, la segunda mayor tragedia agrícola natural en la provincia de Madrid del siglo XIX, tras la plaga de 1875.
En 1863, la langosta había destruido las cosechas de Ciudad Real y de varios puntos de Andalucía. El ataque masivo de este insecto no era una novedad. Existen referencias escritas de su virulencia desde el siglo XI en España, con su pico en el siglo XVII (especialmente, en 1619, 1684, 1691 y la mitad del siglo XVIII). En Rivas, afectó especialmente en 1660 (AVM, 1660), cuando hubo un brote en El Piúl, y cuando afectó a La Aldehuela en 1670 (AVM, 1670). Coincidía su advenimiento con épocas de mucho calor y grandes producciones agrarias. Era sinónimo de ruina porque, legalmente, sus efectos no eran objeto de indemnización y las autoridades eran muy insistentes en dejarlo claro en la normativa.
En el siglo XIX, solo en Rivas Vaciamadrid aún se recordaban las llegadas de la langosta en 1803 y 1804, la iniciada en la finca del Palomarejo en 1834 (AP, 1834), la de ‘saltón’ de 1835 (AP, 1835); y las sucesivas de la década de 1840 (siete en total, -AP, 1850-). En 1844, el Gobierno trató de establecer protocolos de actuación mediante órdenes ministeriales que obligaban a evitar esta plaga arando los espacios susceptibles de desarrollar el insecto. Sin embargo, tal y como explica Luxán en su libro ‘Plagas agrícolas y forestales en España (siglos XVIII y XI)‘, este mandato chocó con las resistencias de los ganaderos, que perdían un gran porcentaje de tierras de pasto.
De tal modo, muchas tierras dedicadas a la trashumancia quedaban sin tratar o la ejecución era muy pobre, por lo que se obligaba al tratamiento a los pequeños propietarios o, en caso de grandes extensiones, a los fondos comunales (a pesar de que la mayor parte de los terrenos eran propiedad de los más ricos). Respecto a los terrenos estatales, el mantenimiento era todavía peor.
No obstante, en 1864, la situación se desvió de lo previsto. Los agricultores manchegos ya avisaban en los periódicos que la plaga arreciaría ese nuevo curso. Y no se equivocaban. La langosta fue un fenómeno generalizado en zonas cálidas de todo el mundo, experimentándose el mismo problema en espacios tan dispares como Argentina, México, Siria o Argelia.
Ante su advenimiento, el gobernador civil de Madrid creó, en el mes de marzo, tras una reunión en la Diputación Provincial, una comisión de trabajo para la erradicación de la plaga de langosta. Estaba integrada por el comisionado regio de Agricultura, Ángel Juan Álvarez, el ingeniero de Montes y marqués de Claramonte, Luis Manglano, el senador Caballero, el diputado a Cortes Manuel de la Torre Rauri, los diputados provinciales, Felipe Juez Sarmiento, por el partido de Chinchón, y Juan Fernández del Pozo; el jefe de la sección de Fomento, señor Pedrajas, y el secretario de Agricultura, Timoteo Fernández de la Auja. Los trabajos se tasaron en 8.000 duros, misma cantidad invertida para frenar la langosta en la plaga de 1863, pero la Diputación de Madrid solo concedió 2.000 (10.000 pesetas, unos 40.000 reales).
Cuadrillas contra el canuto
La comisión encargó un informe a expertos de la Universidad Central para determinar si se trataba de este animal, para el que estaban establecidos una serie de procedimientos de acción que iban desde la roturación hasta la purga de los terrenos con cal viva. No se llegó a concretar públicamente cuál fue la precisión entomológica, aunque los periódicos de la época incidieron en la virulencia del ‘Callyptanus italicus’ o langosta itálica, menos frecuente que la langosta común (‘Dociostaurus maroccanus’). Las mutuas agrarias privadas se anunciaban con fuerza ante el aluvión de clientes que podían llegar a captar para prevenir los efectos de esta desgracia.
El comité, por otra parte, envió un equipo de choque a los municipios afectados, liderado por el técnico Escovedo. Este reunió un equipo de 120 hombres (el año anterior se había empleado a 500 en la zona de Getafe), 80 paisanos y 40 soldados, el 3 de mayo, para eliminar la plaga en Rivas Vaciamadrid. Fueron organizados en doce cuadrillas que trabajaron durante tres jornadas sin descanso.
El insecto, inicialmente, fue hallado en forma de canuto (envoltura dura y resistente en que estaban metidos los huevos del insecto) y se hicieron disposiciones para su destrucción inmediata. Esta se hacía cavando el terreno donde se criaba, recogiendo las larvas y quemándolas. Los jornaleros, que recogían alrededor de una fanega de insectos cada día por persona (unos 55 litros o 100 kilos diarios), cobraron 9 reales al día. En el mes de junio se dieron por concluidos los trabajos, considerando que, a pesar de que el insecto había alcanzado el estado volador, “no causa perjuicios en este estado”, informaba la Diputación.
Sin embargo, el problema se reprodujo en noviembre y saltaron las alarmas del Gobierno provincial precisamente en Vaciamadrid. El trabajo no se había hecho correctamente y nuevas larvas emergieron en el pueblo y, en febrero, el canuto estaba ya en varios municipios de las Vegas. Aunque se mandaron cuadrillas en mayo para acabar con la plaga, las langostas evolucionaron a insecto volador.
De tal modo, se formaron grandes manchas de insectos que afectaron a los campos de Vaciamadrid, Ribas de Jarama, Casa Eulogio, Arroyo Culebro, Arganda del Rey y Pinto. También destruyeron campos en otras zonas de la campiña madrileña desde Navas del Rey a Colmenar Viejo, pasando por Galapagar, Torrelodones, Brunete y, con especial virulencia, Zarzalejo. El fracaso de las medidas provocó que miembros de la comisión tratasen en vano de dimitir de su responsabilidad (tras la extinción, tuvieron un reconocimiento público por decreto).
El Gobierno se vio obligado a llamar al ejército, que movilizó varias compañías para su extinción. Fue necesario retirar con palas los cadáveres de langosta de las vías férreas para permitir el paso de los trenes. A pesar de la acción expeditiva, se tuvo que hacer una nueva intervención en el mes de diciembre para erradicar nuevos canutos, provocando que en localidades como Pinto, se gastasen los exiguos recursos municipales en el proceso.
Finalmente, la plaga se relajó en 1866, iniciando un período de cierta calma para los campos madrileños que se truncó ya en 1870 y que tuvo su clímax en la gran catástrofe que provocó la langosta en la campiña madrileña en 1875. No obstante, Rivas Vaciamadrid no volvió a sufrir un desastre natural de calado similar al de 1865 hasta el ciclo de riadas de la primera década del siglo XX, que destrozó casi todo el cauce y los puentes de la zona.
Bibliografía:
Archivo de Palacio, (1834). Signatura General de Cajas. 12025/7.
Archivo de Palacio, (1835). Signatura General de Cajas.12025/33.
Archivo de Palacio, (1850). Signatura General de Cajas.12037/6.
Archivo de Villa de Madrid, (1660). Secretaría. Tomo XII. 1-164-31.
Archivo de Villa de Madrid, (1670). Secretaría. Tomo XII. 1-164-32.
AZCÁRATE, Isabel, (1996), Plagas agrícolas y forestales en España. (siglos XVIII y XIX). Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación: 44-71. [En línea] Consultado el 30 de enero de 2023: https://www.mapa.gob.es/ministerio/pags/biblioteca/fondo/pdf/14985_all.pdf
BOWLES, Ignacio, (1825), Historia natural de la langosta de España y modo de destruirla. Imprenta de D.M. de Burgos, Madrid: 3-40. [En línea] Consultado el 30 de enero de 2023: http://simurg.bibliotecas.csic.es/view/CSIC000048826/7/
MORA, Antonio, 2020, “Antecedentes históricos de las plagas de langosta. II”. Publicado en Aemetblog, [En línea] Consultado el 30 de enero de 2023: https://aemetblog.es/2020/06/14/antecedentes-historicos-de-las-plagas-de-langosta-ii/
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La consejería del gobierno regional informa que ha reparado el problema inicial y que está trabajando en subsanar otras zonas afectadas.
Excelente, Enrique.
He disfrutado mucho de la lectura del artículo.
Antonio
En 1865 las langostas. En el siglo XXI los comunistas. Está claro que Rivas tiene muy mala suerte con las plagas.