La parroquia de Santa Mónica de Rivas Vaciamadrid es uno de los espacios artísticos más paradigmáticos de la ciudad. Cuenta con la mayor concentración de obras plásticas entre los santuarios contemporáneos de la Comunidad de Madrid. En su interior destaca su retablo de luz de oro y una colección de pintura y escultura de primer nivel. Este ámbito contrasta con un exterior áspero que pretende poner en valor el espacio sacro como elemento singular frente a las construcciones domésticas que lo rodean. Diario de Rivas ha hablado con varios de sus autores para explicar las sorpresas que guarda este templo.
La historia de la parroquia de Santa Mónica es muy anterior a su edificio. En 1995, esta comunidad inició su actividad en un bajo de un centro comercial de Rivas. No fue hasta el 28 de mayo de 2003 cuando se dio un paso adelante. Ese día, se puso la primera piedra del nuevo templo en un solar (que estaba planificado para albergar un edificio de viviendas) cedido por la familia Corsini, entre las calles de la Libertad y de la Integración. El presupuesto de construcción del inmueble fue ajustadísimo, 1,8 millones que fueron aportados por los feligreses y el Obispado de Alcalá de Henares, que apenas contaba con 12 años de vida. Sin embargo, el de Santa Mónica se convirtió en un caso de éxito, pues se ha convertido en el santuario contemporáneo con más concentración de obras de arte de toda la Comunidad de Madrid y ha recibido numerosos premios internacionales.
El catedrático doctor arquitecto Ignacio Vicens, que había participado en la construcción de las estructuras arquitectónicas de las visitas del Papa y era autor de varios templos en distintos puntos de España, se unió al proyecto cuando “el obispo de Alcalá —entonces, Jesús Catalá, actual prelado de Málaga—- me contactó consciente de mi preocupación por el arte sacro actual, ya que considero que ha caído en la mediocridad. Cuando vimos el solar, me fijé en su longitud y estrechez, y entendí que pedía direccionalidad y retablo, pero no me interesaba nada, porque creo que no responde a la liturgia del Concilio Vaticano II. Me parecía más acorde una estructura más centralizada”, explicó a Diario de Rivas. De tal forma, su primer proyecto defendía un templo con un altar en el centro que arremolinaba a los fieles a su alrededor.
Sin embargo, la opción direccional se impuso, para aprovechar al máximo la superficie del solar (solo reservaba un espacio libre que correspondía a la separación legal que debía haber con respecto a las viviendas limítrofes). Así, el edificio se construyó mediante una estructura metálica forrada de pladur, con un revestimiento de acero corten. “Representa el contraste entre el óxido del mundo exterior y la pura luz interior. La puerta fija de acceso al templo en forma de cruz supone el cambio de una vida a otra nueva, plena y libre”, añadió el párroco de Santa Mónica, Jesús de la Cruz, en declaraciones a este periódico. Para aprovechar el espacio al máximo, un edificio anejo al templo buscaba albergar en tres niveles la sacristía, la vivienda de los sacerdotes y, en el sótano, los locales y despachos parroquiales.
Lucernarios de pan de oro
Sin embargo, el espacio clave era el santuario. La zona sacra se planeó con una planta en forma de elipse, al estilo de Sant’ Andrea al Quirinale, de Bernini, en la que el eje menor es el principal, situándose en él la sede, el ambón y el altar. El presbiterio remata su primacía gracias a un retablo construido por la luz natural que entra por unos lucernarios con pan de oro distribuidos por toda la iglesia, siete de ellos en el propio presbiterio que representan los siete dones del Espíritu Santo (su representación en el exterior es esa cabecera construida en prismas desiguales).
Esta composición subraya la presencia de las dos únicas imágenes escultóricas del conjunto: la Virgen María y Santa Mónica. Se trata de dos impresionantes figuras de resina de más de dos metros de altura elaboradas por el doctor escultor Javier Viver. Tal y como explicó a este periódico, “inicialmente, se planeó para el primer proyecto poner la virgen y el ángel de la anunciación encima del altar. Sin embargo, el cambio de proyecto supuso que trabajase el ángel para transformarlo en una santa Mónica llorando por su hijo y una virgen en asunción, casi en levedad”. Viver proyectó un esquema conceptual barroco basado en esa levedad que diese sensación de ingravidez a una estructura tan pesada como la que se representa con el exceso de pliegues con que cuentan las figuras. Para que el conjunto soportase, se trabajó en figuras huecas sobre una estructura de hierro construidas por capas en una sola pieza.
Además de estas piezas, el escultor José Luis Sánchez donó al templo antes de morir, de su colección personal, un Cristo crucificado de bronce realizado en los años setenta del siglo XX que preside el altar. Por su parte, Fernando Pagola elaboró el altar, el ambón y la pila (sufragados por Gedeco), decorados con los colores litúrgicos. A ellos se unen obras donadas por Javier Pirón (Cristo de la capilla de diario) y José Antonio Ramos (cruces de acero con vendas puntadas).
Intención de presencia urbana
El otro espacio singular del templo en el que se mezclan lo artístico y lo sacro es la capilla del Santísimo, obra del pintor José Manuel Ciria, que elaboró un triple mural en lienzo sobre un bastidor de expresionismo abstracto que representa al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo sobre la base de un mismo rostro pero, cada uno, con sus características concretas. El primero se configura mediante unos rayos, mientras que el segundo está en proceso de abandono del mundo. Solo el último rostro se muestra totalmente acabado. Es la única obra del autor que presenta elementos figurativos —de corte modernista— como hojas o una corona de espinas. “Fui a la base de la religión, tratando de trabajar las cuatro paredes como espacios bíblicos —Dios, limbo, purgatorio e infierno—, constituyéndolas como trípticos con la Santísima Trinidad y elementos figurativos representativos del Cristianismo”, concretó Ciria a Diario de Rivas.
Vicens concluye explicando que la parroquia “es un punto de referencia que entiende el templo como un edificio comunitario y elevado a Dios que debe tener intención de presencia en la ciudad, en contraste con el sentido doméstico de las viviendas que lo rodean.
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Me ha encantado. Cuando tú y yo no estemos Santa Mónica seguirá. Hace ciuadad