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Nieve Cobos, centagenaria de Rivas.

Nieve Cobos, centenaria de Rivas.

Nieve Cobos, vecina de Rivas, acaba de cumplir 100 años y su vida está ligada a la historia del siglo XX de España y de Europa. Según datos de población facilitados por el Ayuntamiento, en Rivas viven cinco personas centenarias (cuatro mujeres y un hombre). Cobos ha atendido a Diario de Rivas para rememorar algunas pinceladas de su larga existencia.

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Cobos es una mujer cultivada, curiosa, buena conversadora y ávida lectora tanto de libros como de prensa. Le gustan el conocimiento, la educación y la política, “pero no para hacerla, sino porque me gusta saber cómo está la sociedad en la que vivo, tanto la de mi país como la del mundo al que pertenezco”, explica.

Al hablar con ella es imposible no hacerlo de historia, “porque la he vivido y padecido”. Sin embargo, a pesar de todas las penurias que le ha tocado sufrir, Cobos asegura que ha tenido una vida completa y “muy feliz”.

Nieve nació el 27 de junio de 1918, cuando aún faltaban unos meses para que terminase la Primera Guerra Mundial, que acabó el 11 de noviembre de ese mismo año. No recuerda nada de aquella posguerra porque era muy pequeña, pero lo que sí tiene grabado en su memoria es el día de la proclamación de II República en España, el 14 de abril de 1931. “Aquel fue un día de fiesta. Nos reunieron en el colegio para darnos la noticia y nos dijeron que fuésemos a casa porque a partir de aquel momento ese sería un día de celebración”, cuenta.

Después llegó la Guerra Civil, con la que su padre perdió todo, incluidas las dos pequeñas empresas de las que vivía la familia. “Fueron años muy duros y los que siguieron a la guerra fueron incluso peores”, recuerda.

La familia, relata Cobos, consiguió salir adelante con mucho trabajo y esfuerzo. Cobos utilizó los conocimientos aprendidos en la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Giner de los Ríos, y el Instituto Escuela para trabajar durante los años de posguerra dando clases a niños.

Cobos es una gran defensora de la educación y se siente muy orgullosa de la que recibió. “Nos enseñaban a hablar, a escuchar y a comprender”, afirma, y lamenta que eso, en su opinión, «se haya perdido» en los sistemas educativos actuales.

Nieve Cobos, una de los cinco centagenarios que viven en Rivas.

Nieve Cobos, una de los cinco centenarios que viven en Rivas.

Durante su etapa de aprendizaje en el colegio, además de adquirir la pasión por el saber, por la historia, el lenguaje y la cultura, también conoció al gran amor de su vida, Eduardo Gallego, el hombre que muchos años después se convirtió en su marido y al que a día de hoy todavía añora, muchos años después de su muerte.

La guerra y todo lo que vino después los separó durante siete años mientras eran novios. “Pero gracias a una cosa que se llama Correos mantuvimos la relación”, bromea. Tras la contienda perdida por el bando republicano, donde Gallego combatió frente a las tropas nacionales, Franco lo envió como prisionero a un campo de concentración, primero a Marruecos y después a Santiago de Compostela. “Allí construyó junto a otros represaliados el aeropuerto de la ciudad. En eso consistían los trabajos forzados”, cuenta Cobos.

En Santiago, Gallego tuvo la suerte de poder contactar con un amigo de la familia que le ayudó a obtener el permiso para matricularse en Medicina y Veterinaria en la Universidad. Una vez completada la formación, Gallego pudo volver a Madrid y se casó con Cobos en 1945. Tuvieron dos hijas, que ahora son su gran apoyo. «Sin ellas yo ya no viviría”, afirma.

Cobos pasó la dictadura acompañando a su hija pequeña a las manifestaciones contra el franquismo. «Me molestaba mucho que Franco no dejase a los catalanes hablar catalán y a los vascos euskera. Y qué decepción cuando ETA empezó a matar. Ahí dije: ‘¿Para esto he corrido yo delante de los grises?», apunta.

Cobos cuenta todo aquello con nostalgia pero sin perder la sonrisa. Asegura que siempre ha sido una persona muy risueña y que siempre ha conseguido reponerse de las tragedias que ha sufrido. A sus 100 años le ha tocado ver cómo sus familiares y amistades han ido falleciendo a lo largo de los años, pero la que más le costó asimilar fue la de su marido, en 1993, al poco tiempo de empezar a vivir en Rivas.

Llegaron al municipio arrastrados por la pequeña de sus dos hijas, Araceli, que les insistió en que Rivas por aquel entonces era una ciudad muy tranquila y en la que se vivía muy bien. «La calidad de vida era muy buena. No había casi coches, ni ruido y mi hija estaba aquí”, cuenta.

Así que compraron un piso en el mismo edificio en el que vivía su hija y, desde entonces, Cobos ha vivido en él. “La casa me encantaba, yo estaba muy contenta cuando vinimos, llené el portal de jardineras y cuidaba cada días las plantas y las flores. Pero todo cambió cuando murió mi marido. Mi vida entera cambió cuando se marchó”, lamenta. Ahora solo tiene a sus hijas y a sus dos nietos, a quienes anima para que le den un bisnieto. “Pero me parece a mí que no va a ser posible”, admite.

Nieve Cobos, junto a su hija Araceli Gallego y su nieta Araceli Cámara.

Nieve Cobos junto a su hija Araceli Gallego (derecha) y su nieta Araceli Cámara (izquierda).

Los años han restado a Cobos capacidades físicas, pero no mentales; lamenta salir poco a la calle y siente pena porque ya no puede leer. “Y es lo que más me ha gustado a mí del mundo por encima de todas las cosas», afirma.

Sin embargo, Cobos sigue sintiendo la misma curiosidad que cuando era joven. Cada fin de semana espera con ganas la visita de su hija mayor, que acude a su casa todos los sábados y domingos con el periódico. Su hija lo lee en voz alta mientras ella la escucha y luego las dos comentan la actualidad. “Aunque solo leemos los titulares, porque mi hija tampoco ve bien y las letras del periódico son muy pequeñas y están muy juntas, pero por lo menos, nos mantenemos informadas”, asegura Cobos, que admite que lo que más le gusta es debatir sobre política. «Es que ahora está muy interesante todo», concluye.

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