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María Antonia García Quesada

María Antonia Quesada, autora de ‘El ingenio de los mediocres’, en Rivas Vaciamadrid (©Diario de Rivas)

La escritora madrileña de origen gallego María Antonia Quesada presenta este jueves en Rivas Vaciamadrid su última obra, ‘El ingenio de los mediocres’ (sala Miguel Hernández del Centro Social Covibar, 19.30 horas). Una novela en la que vuelca su experiencia, durante más de tres décadas, como periodista económica, para explorar las relaciones humanas en el mundo de la empresa y el trabajo, y su impacto sobre la vida de las personas. En esta entrevista, Quesada analiza para Diario de Rivas su trayectoria literaria y su visión sobre los valores de la sociedad actual.

‘El ingenio de los mediocres’ es un punto de inflexión en su trayectoria literaria. ¿Por qué?

Porque he llegado a una de las metas que quería alcanzar. ‘Inventario de Otoño’ está en esa línea, pero ahora tengo claro que tengo dos líneas de trabajo. La primera es la dedicada a mi público infantil y juvenil, que no voy a abandonar; y de hecho he publicado un nuevo libro para niños que en castellano sería ‘El secreto de Caaveiro‘, pero que se ha editado primero en gallego. Y luego está lo que escribo para el público adulto. En esa línea recojo algo que inicié en ‘Inventario de otoño’: los asuntos económicos tienen una impronta literaria grandísima, porque afectan a la vida de las personas, a las familias, a los individuos, y dejar pasar todo eso me parecía un error. Y además hay algo que ha influido mucho en la elección de los temas, y es mi experiencia como periodista económica durante más de 30 años. Las cosas que he vivido, que he oído, que he sentido, que se van quedando como un poso… Hablo de lo que pude imaginar cuando hacía ciertas informaciones en el periódico, y eso da para muchas novelas. No tengo problemas de inspiración porque hay temas de sobra. El libro trata de personas abocadas a una situación límite en la que tienen que tomar decisiones, contando con su ética, sus intereses, sus sentimientos, sobre todo. Y cómo por ejemplo, en ‘El ingenio de los mediocres’, en el seno de una empresa familiar, funciona el factor humano. Esto es determinante, por encima de lo que es razonable, sobre las decisiones de una empresa. Al final, ¿quién dirige el negocio? ¿Los más preparados, o los más hábiles en escalar puestos? El ingenio de los mediocres.

¿Cómo recoge esa evolución ‘El ingenio de los mediocres’?

En ‘Inventario de otoño’ analizaba la etapa de los 90, aquella especie de locura, aquella generación que pasó de correr delante de los grises a correr detrás del dinero. Ahora todo eso ha tenido una serie de consecuencias. Y quise analizar cómo se iba trasladando eso a través del tiempo. La historia de una familia desde los abuelos hasta la generación de los hijos, cuál es el papel de las mujeres y cómo juega cada uno sus cartas, cuáles son los intereses de cada generación.. Todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras, y eso es una de las cosas que más me he empeñado en mostrar. Una historia con la que la gente pudiera sentirse identificada.

Al final es la historia de cómo las relaciones interpersonales son determinantes…

Obviamos la economía como si fuera algo muy lejano, ajeno a nosotros, técnico, cuando influye directamente en nuestras vidas. El mundo del trabajo, de la empresa… No hay muchos autores que lo aborden. Por ejemplo, Isaac Rosa sí ha abordado el mundo del trabajo, y me sorprendió ver cómo en una de sus novelas actúan los seres humanos, las relaciones que se establecen y cómo nos sentimos vapuleados por ello. Por eso para mí esto es una meta volante. Mi intención es seguir ahondando en esto.

María Antonia García Quesada

María Antonia Quesada, autora de ‘El ingenio de los mediocres’, en Rivas Vaciamadrid (©Diario de Rivas)

En esta novela conviven tres generaciones en las que se mezclan los lazos familiares. ‘El ingenio de los mediocres’ es el hilo conductor de cómo funciona el ascensor social, primero, y el resultado de todo eso en la generación actual…

Y el peso de los prejuicios. En teoría, después de haber pasado esas etapas, me interesaba ver dos tipos de empresas y de empresarios, porque ha surgido una nueva clase empresarial. En la posguerra había una clase empresarial acomodaticia, acostumbrada al poder y a la conexión con el poder. Y con la democracia ha despegado otra nueva clase empresarial. Me refiero a esas pequeñas y medianas empresas de gente que ha tenido una preparación y que de la nada pueden crear grandes empresas. El ascensor social en los años 50, 60, 70, funcionaba, pero ahora ya no funciona. Pero nos encontramos con la generación que lo ha tenido todo, toda la preparación, y sin embargo hay cosas que fallan. Que de repente hacen pensar a sus padres: ‘¿En qué hemos fallado?’. Y también aspectos del pasado que creíamos superados, y que se vuelven a plantear. Y que nadie duda en agarrarse a lo que sea a la hora de escalar.

También está el tema de los techos de cristal de las mujeres, y los sucesivos papeles que han tenido que representar a lo largo de las tres generaciones: los que les han asignado y lo que hacen ellas con esos roles que les han asignado…

Y vemos cómo además no todo es tan blanco o tan negro como parece. Ni las mujeres de la etapa anterior eran tan resignadas, ni las actuales, que han tenido que luchar… La madre podía haber escogido otra vida, y la hija también podía haberlo hecho desde el primer momento. Estas mujeres se enfrentan a un dilema al que todas las mujeres nos hemos enfrentado alguna vez: por dónde seguimos, acepto esto que viene dado… A veces incluso hace tanto calorcito en el seno de la familia que eres capaz de aceptar lo que sea con tal de no sentirte sola, aislada, incomprendida… Y hay otra cosa evidente: los techos de cristal y la desigualdad se ceban especialmente en los niveles más altos y los más bajos de la sociedad. Donde escasean los medios económicos y la vida es más dura, las mujeres lo tienen todavía más difícil, y en los niveles más altos ocurre lo mismo, pero es más sibilino.

Hoy nadie discute que una mujer puede dirigir una empresa, pero las trabas siguen ahí.

En un momento, un personaje de ‘El ingenio de los mediocres’ dice: “Eso está bien para los demás, no para nosotros. Nosotros seguimos siendo diferentes”. Siguen representando unas tradiciones, o una manera de ver la vida. Viene a decir que hay cosas que se las pueden permitir “otras personas que no tienen nuestras responsabilidades”.

¿Siguen existiendo los prejuicios contra las mujeres?

Me preocupa que estemos involucionando de una forma silenciosa. Hay padres que protestan por que a los niños les hablen de sexualidad, para prepararlos para la vida, y sepan qué hacer y sean dueños de su cuerpo, pero luego nos llevamos las manos a la cabeza cuando ocurren los abusos. Cuando volvemos a esquemas en gente muy jovencita, como que el novio le mira el móvil a la chica… ¿qué está pasando?

El título, ‘El ingenio de los mediocres’, habla de una situación que no solo existe en grandes organizaciones…

Todos hemos tenido en el trabajo compañeros mediocres que, sin embargo, se las ingeniaban para llegar, y llegaban. En el mundo de la empresa pasa exactamente lo mismo, pero lo que suele pasar con esa gente que sube muy rápido es que en algún momento le dan una patada hacia arriba, le dejan en un rinconcito cobrando un buen sueldo, y los que trabajan verdaderamente llegan más tarde y con mucho más esfuerzo. Hay muchos ejemplos de inútiles que están al frente de grandes empresas, organizaciones o proyectos; lo vemos en la política, en la economía, en la sociedad, y no entiendes cómo esas personas han llegado hasta allí. No sé si me voy haciendo mayor, pero me da la sensación de que muchos acontecimientos de estos días ocurren porque a mucha gente que está en puestos de responsabilidad le falta mucho peso específico. Son muy mediocres.

María Antonia García Quesada

María Antonia Quesada, autora de ‘El ingenio de los mediocres’, en Rivas Vaciamadrid (©Diario de Rivas)

¿Y cómo se lucha contra eso?

El sistema favorece la mediocridad, porque todas esas personas les dan la patada hacia arriba, las dejan en su jaula de oro por no aguantarles, siguen cobrando un buen sueldo. A otros les despiden sin contemplaciones. Eso es lo que sucede y los mediocres se envalentonan, porque ni siquiera son conscientes de su mediocridad. Hay jefes mediocres que en vez de rodearse de buenos equipos, se rodean de personas que no puedan hacerles sombra, con lo cual, más mediocridad todavía. Entonces no son conscientes de su falta de valía. Quizás a lo mejor, el sistema lo favorece porque no se premia el esfuerzo.

‘El ingenio de los mediocres’ es una historia que fluye, con personajes con los que es fácil identificarse…

Cualquier obra literaria debe permitir que los lectores se identifiquen con los personajes, que los sientan de carne y hueso. Que vean que hay seres humanos, con independencia del papel que cada uno juegue y del papel que represente en la sociedad. Que piensen: ‘Esta situación, esta frustración, esta sensación la he tenido yo’. Y la novela tiene ritmo, que es fruto del trabajo literario. Cuando hablo de la meta volante, es fruto del trabajo que he ido haciendo. Una novela es literatura; no es una serie de televisión, y hay que cuidar tanto la historia que cuentas como la forma en la que la cuentas: tienes que crear literatura. Tienes que interesar al lector, que se meta en un ritmo de lectura que le cree una serie de imágenes, con unos personajes con los que se pueda sentir identificado, que sientan como propios: entonces estoy creando algo, y con un castellano correcto y bien expresado. Nos estamos encontrando con un abuso en el que parece que vale cualquier cosa. Acabo de leer una novela que ha recibido un premio que fue muy prestigioso, y que da bandazos, porque no es la primera vez que leo una buena historia, que está muy mal escrita. No se trata ya de faltas de ortografía, sino que la novela se te cae de las manos. ¿Cómo ha podido conseguir este premio que fue tan prestigioso? Que tiene autores consagradísimos, y le están dando el premio con novelas no trabajadas.

¿El ingenio de los mediocres, de nuevo?

Hay un escritor argentino, Guillermo Schavelzon, que dice que las editoriales tienen que crear lectores. Esas novelas que a veces se leen como churros, si no tienen una calidad no crean lectores: las consumes, pero no crean lectores. No tiene nada que ver. Yo abogo por que los libros cuenten una historia que te enganche, pero bien contada. Es que es nuestra obligación: no se puede hacer de cualquier manera. El fondo y la forma son fundamentales y los lectores tienen que ser exigentes.

¿Y no lo son?

Somos un país que protesta mucho, pero no exige nada. Ante cualquier atropello, encontrarás mil voces protestando, pero gente que piense cómo hay que actuar frente a un atropello, poca. Todos se rajan, no merece la pena, al final ya sabemos lo que pasa, esto es así, todos son iguales… Son frases para que al final no se haga nada. Volvemos a la mediocridad, que es un mal de nuestro tiempo. Hay que despertarse, hay que espabilar. Una novela no pretende más que reflejar una realidad. Las novelas ayudan mucho a conocer la historia, porque, aunque te inventes partes en una novela histórica, mantienes un escenario de hechos reales y llegas a algo que los libros de historia no hacen, porque no lo tienen que hacer, que es coger a los seres humanos que vivieron en ese momento y ponerte en su piel para ver lo que sintieron cuando estaban viviendo eso: cómo les afectó. Cuando en una novela actual ves cosas que tú misma has sentido, en tu trabajo, en tu vida personal… Las relaciones familiares son un tema que me encanta, porque se ha mitificado tanto la familia… No todo el mundo tiene por qué sentirse a gusto en su familia. Y puedes buscar otras formas de convivencia al margen de la familia. He leído la última novela de Belén Gopegui, ‘Existiríamos el mar’, y realmente ves a un grupo de personas abocadas a compartir un piso, porque son hijos de una generación que no tuvo las oportunidades de sus padres, para la que esos amigos funcionan como su familia. Pero en vez de ser una sociedad más abierta, parece que nos estamos volviendo más cerrados. Quizá porque cuando la gente está perdida, vuelve los ojos a lo que teóricamente funcionó: pero es que te puedes equivocar. Es más, algo puede funcionar en un momento y en otro, no.

Presentación de ‘El ingenio de los mediocres’, de María Antonia Quesada

2 de junio   19.30 horas

Centro Social Covibar – Sala Miguel Hernández

Avda. Armando Rodríguez Vallina, s/n

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