El colegio Mario Benedetti de Rivas fue uno de los primeros centros que se aventuraron a hacer realidad el proyecto LÓVA (La Ópera como Vehículo de Aprendizaje), una experiencia transformadora que «marca para siempre» a quienes la viven durante un curso de su trayectoria educativa. Así es el proyecto que ha supuesto un antes y un después en la vida de este centro ripense.
Se ha escrito mucho sobre la emoción de la ópera cuando, a final de curso, se levanta el telón; sobre la experiencia de representar una obra musical, compuesta, montada y ejecutada de cero por el alumnado, en el teatro del barrio o en escenarios tan especiales como el hospital Niño Jesús o el mismísimo Teatro Real, donde el pasado mes de junio mostró su trabajo el alumnado del Benedetti que este año ha participado en LÓVA. Pero, con todo, esto es lo de menos: la catarsis de LÓVA acompañará a sus protagonistas muchos años después de que se pierda en el teatro el eco del último aplauso. No se trata solo de recuerdos, sino de desarrollo personal, que se plasma en cosas tan concretas como que una niña que no conseguía vencer la timidez se acuerde, ya adulta, de LÓVA cuando tenga que hablar en público; o de que las relaciones de padres y madres con sus hijos e hijas cambien para basarse, cada vez más, en la confianza.
«Una de las quejas más frecuentes del alumnado es que sus padres no les escuchan y no confían en ellos», explica Nieto, «y después, cuando les ven en el escenario, se quedan alucinados de cómo pueden hacer las cosas por ellos mismos». Para llegar a esto hacen falta varios meses de trabajo en el aula, cinco horas a la semana, que abarcan no solo aquellas dedicadas a la música sino, también, de otras asignaturas como valores sociales y cívicos o, incluso, lengua o ciencias sociales. El impulsor del proyecto en el colegio elige, junto al claustro, la clase con la que se va a trabajar cada año. «Sabemos que ese grupo, una vez que termine el curso, va a estar mucho más cohesionado y el alumnado habrá ganado en confianza y en otros aspectos», añade Nieto, «y eso lo notará —para bien— el profesorado que trabaje con ellos en los próximos años». Después, toca emprender el viaje.
Al principio, cuentan los docentes, cuesta que el alumnado ‘cambie el chip’. «Les damos un folio y les pedimos que no pongan el nombre, porque lo que escriban será para compartirlo con todo el grupo, y les cuesta asimilarlo: «¿Seguro que no hay que poner el nombre?». Los primeros meses del curso se pasan en sesiones de ‘coaching’, en hacer equipo, explicarles en qué consiste el proyecto, en empezar a profundizar, autoconocerse y hacerles sacar su creatividad. «En esa etapa, todavía preguntan: «Profe, aquí, ¿qué tengo que poner? Hay que romper ese bloqueo y hacer que saquen lo que se les ocurre«, apunta Nieto.
Después, en noviembre, toca elegir profesión: director/a de producción, director/a de escena, compositor/a, guinista, relaciones públicas, escenografía, vestuario y maquillaje o iluminación. Cada participante puede solicitar tres, en orden de preferencia, y será el o la docente quien asigne los roles. «La idea es que LÓVA suponga un reto para el alumnado: así, procuraremos que quien tegna timidez pueda vencerla convirtiéndose en actor o actriz, o que quien tenga talento para la música tenga la oportunidad de desarrollarlo», apunta Nieto. «Una vez tuvimos una alumna que quería ocuparse de la escenografía, porque se le daba muy bien pintar, pero le hicimos una prueba y descubrimos que tenía un enorme talento para la música, así que se dedicó a componer», añade. Se trabaja pensando en el equipo: por eso, se evitan perfiles autoritarios para los puestos del director/a, que se enfrentan al reto de coordinar a toda la clase. «Y les dejamos hacer. Si vienen y nos dicen que no les hacen caso, les contestamos: ‘Pues tienes que conseguirlo: eres el director’. Y sacan sus recursos de liderazgo», prosigue Nieto. El profesorado les guía, les acompaña, pero son ellos quienes eligen el tema y sacan adelante el guion, la música, la puesta en escena e, incluso, la financiación. Así, existe la persona encargada de tesorería, «y algún año han llegado a hacer una campaña de ‘crowdfunding’, o acordar que cada semana, todos los alumbos aportarán un euro de su paga para sacar LÓVA adelante». El alumnado que lleva a cabo las relaciones públicas promociona la obra, llama a la prensa, a los padres, atrae público… «Y todo en la vida real«, apostilla Nieto.
De eso se trata: de preparar al alumnado para la vida real, mediante la creación de una ópera también real. Y, como en la vida, hay que aprender a trabajar en equipo. Cuando baja el telón, el alumnado traslada sus impresiones, lo que ha aprendido, lo que mejoraría, «y siempre, siempre, aparece una idea: si falla uno, fallamos todos«, indica Nieto. Así, al enfrentarse a un reto real por su cuenta, el alumnado de LÓVA aprende, de forma natural y mediante la experiencia, la importancia de arrimar el hombro para lograr un bien común. «Hay quien llega a adulto sin haber interiorizado eso, pero quienes han participado en LÓVA lo recuerdan toda la vida», remacha Nieto.
La complejidad del proyecto exige que cada curso solo se trabaje con una clase: «Un año nos decidimos a hacerlo con dos a la vez y terminamos tan agotados que tuvimos que tomarnos un descanso el curso siguiente», apunta Nieto. Pedro Sarmiento, uno de los impulsores de LÓVA, recuerda: «Cuando llegué al Mario Benedetti pensaba que iba a encontrarme un colegio deprimido, y en lugar de eso conocí uno de los centros más alegres que he visto, con un profesorado magnífico y rebosante de ilusión». A día de hoy, el colegio Mario Benedetti de Rivas es el único del Sureste de Madrid —exceptuando otro de Alcalá de Henares— que lleva a cabo el proyecto LÓVA, y se ha marcado como objetivo que todo el alumnado haya pasado por la experiencia de LÓVA antes de dar el salto al instituto. Y, a la vista de los resultados, el ‘virus’ de LÓVA se ‘contagiará’ a muchos otros colegios en los próximos años: ese es el propósito de Carlos, un profesor de música que ha ejercido durante su primer año en el Mario Benedetti, y que pasó de desconocer por completo el proyecto a apuntarse este verano a la formación para docentes que quieran implantarlo que, por primera vez, ha asumido la Comunidad de Madrid. «El año que viene, vaya donde vaya, intentaré sacar adelante una nueva compañía de LÓVA en el colegio donde trabaje: es una experiencia increíble», afirma, convencido.
Pasa sacar adelante el proyecto con sus alumnos, el primero el profesorado el que tiene que ‘cambiar el chip’. Bien lo sabe Pedro Sarmiento, que este verano ha formado a otros 18 docentes en la materia. «Estas personas están aquí de 8 a 18 horas en pleno mes de julio, en un momento en el que cualquier docente está agotado, y sin embargo hacen un esfuerzo para hacer algo nuevo», explica. «Una vez que han entrado en contacto con LÓVA, ya no hay quien les pare», continúa, «porque es un revulsivo: pasan de pensar que trabajan para imbuir en el alumnado una serie de cosas a descubrir que, si delegan responsabilidades en ellos, funcionan mejor que si les dicen todo el tiempo lo que tienen que hacer. Y esto no se consigue en unas pocas semanas, pero cuando lo interiorizan, ya nunca quieren volver a trabajar como antes», concluye.
De esta forma, en los últimos años se han multiplicado las compañías de ópera a lo largo de 15 comunidades autónomas. Ocho de cada diez nacen en centros públicos, muchos de ellos volcados en la atención a la discapacidad, la exclusión social, la pobreza o situaciones de especial dificultad; LÓVA ha sido puesto en práctica, incluso, con reclusos en algunas cárceles. Algunos de los primeros alumnos y alumnas del proyecto LÓVA están ya en la Universidad, «y llevan aún consigo una nueva percepción del arte, no como una especialidad, sino como una parte de la vida«. Sarmiento da la clave: «LÓVA, en realidad, no es un proyecto musical, sino de empoderamiento y desarrollo personal, donde el profesorado hace ver al alumnado que debe confiar en sí mismo».
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