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OPINIÓN

Gemma Mendoza

Gemma Mendoza

Concejala del PP en el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid

Celebramos la semana del orgullo otro año más. Por esta razón, y como pequeña contribución, quiero contaros esta historia real, de una persona real que, hasta hace nada, era desconocida para mí.

En una mañana de noviembre de 1889, Josefa Ávila y Casimiro Robles daban la bienvenida a la que sería su última hija, Amelia. Amelia, la pequeña de la familia, aprendería, como el resto de las niñas de la época, a coser, planchar, etcétera. Pero aprendió también, ya que su padre tenía un rancho, a montar y domar caballos, echar el lazo y manejar armas.

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Con 23 años y ganas de aventuras, Amelia, como tantas otras mujeres, se unió a las filas zapatistas dispuesta a colaborar con la revolución. Muchas de ellas decidieron armarse y colaborar con el ejército de Zapata; muchas, también, adoptaron vestimentas masculinas, bien por comodidad, bien por evitar asaltos sexuales. Sea como fuere, volverían a su identidad femenina una vez finalizada la revolución.

Amelia siempre tuvo inquietudes sociales y políticas. Antes de la Revolución, en 1911, ya formaba parte de un movimiento contra Francisco Madero e intentaba impulsar el sufragio efectivo.

En un principio Amelia se unió a la revolución zapatista como una aventura juvenil, para después, pasados los años, declarar que, una vez allí, alcanzó a conocer lo que era ser revolucionaria.

Amelia, como mujer, alcanzó dentro del ejército zapatista el grado de ‘Coronela’, y con ese apodo fue conocida durante mucho tiempo. Desengañada por tramas y traiciones entre sus compañeros de armas, abandonó a Zapata y, junto a más de 300 hombres, se unió a Carranza, lo que le valdría conseguir el indulto.

Amelia, ‘La Coronela’, peleó en más de 70 batallas, comandando sus tropas. Pero, una vez terminada la revolución, Amelia se perdió para siempre; Amelia no volvería a regresar jamás. En su lugar regresó Amelio, al adoptar un rol netamente masculino dentro de la revolución. Durante ese largo tiempo, reconoció en él su identidad de género: siempre se sintió, pensó y actuó como hombre, y esa sería su lucha a partir de ese momento: ser lo que sentía que ser.

Amelio Melquiades Robles Ávila fue la primera persona transgénero en ser reconocida oficialmente por las instituciones mexicanas, aunque ya había recibido anteriormente el reconocimiento de sus mandos y de la tropa, ganándose su respeto y moviéndose como uno más “entre puros machos” mexicanos.

Con un acta de nacimiento firmada por el Dr. Pedro González Peña, emitida en 1948, Amelio solicitó en 1955 su ingreso en la Confederación de Veteranos de la Revolución. No sería hasta 1974 cuando la Secretaría General de la Defensa Nacional de México avaló su identidad de género masculino y fue condecorado como ‘Veterano’, no siendo incluido entre las 300 “Veteranas” que fueron también condecoradas.

Amelio falleció a los 85 hijos dejando descendencia, una niña, que adoptó junto a una de sus parejas, Ángela Torres. Si algo empañó sus últimos años fue que su grado de Coronel no le fuera reconocido, ya que el ejército zapatista nunca fue considerado un cuerpo profesional. No obstante, para el pueblo mexicano, para sus vecinos y compañeros de armas, siempre sería recordado como “el Coronel Robles”.

Valga esta pequeña semblanza de Amelio Robles como contribución y reconocimiento a las personas transgénero que, desde el principio de los tiempos hasta hoy, siguen sintiendo la necesidad de estar reafirmándose día a día ante la sociedad.

¡Feliz semana del Orgullo!

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