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Lo que empezó hace años en Rivas con una sola pareja de mapaches es hoy una de las amenazas ambientales más importantes de la región. Si bien la población de mapaches no constituye hoy en día una plaga, tal y como confirma a Diario de Rivas la consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, sí es cierto que de forma recurrente esta especie llama la atención por las molestias que causa, sobre todo en zonas de cultivos y regadíos del sureste madrileño, de las que esta especie se surte para alimentarse. Sin ir más lejos, hace unas semanas, en el Soto del Grillo, zona ripense colindante con Velilla de San Antonio. 

En Rivas, los mapaches son viejos conocidos, casi vecinos. Y es que, desde que en 2007 se identificaran los primeros ejemplares, precisamente a lo largo de 70 kilómetros del Parque Regional del Sureste (ríos Jarama, Henares, Manzanares y Tajuña) y cerca de 30 kilómetros en el río Henares hasta la provincia de Guadalajara, se concentra la mayor comunidad reproductora de este mamífero de todo Madrid. 

El mapache está catalogado como una de las más de 200 especies invasoras —como el mosquito tigre, la cotorra argentina o el galápago de Florida— de la Comunidad, que “además de daño medioambiental, puede originar un problema de salud pública”, ya que estas criaturas pueden ser portadoras de enfermedades para el hombre u otros animales, tal y como recoge el último Diagnóstico Ambiental (2018) publicado por Medio Ambiente. 

A pesar de que la entrada en nuestro país de este animal se produjo como mascota, “no es recomendable tener estos animales en casa. Es un animal silvestre que puede llegar a atacar al hombre”, subraya la consejería de Medio Ambiente, que insiste en la prohibición del comercio, posesión, cría, y liberación de esta especie. “Introducir especies exóticas en el medio natural es la segunda causa de extinción de biodiversidad y puede llegar a ser delito”, subrayan fuentes regionales. 

La comunidad en cifras

Esta situación cuenta desde hace años con un protocolo específico de actuación para que la presencia de esta especie esté controlada en la región. “El objetivo de la Comunidad es reforzar las capturas de mapaches en los lugares donde producen daños”, asegura Medio Ambiente, que cuenta con un equipo de profesionales que desde hace años “realiza distintas actuaciones de detección, seguimiento y control de distintas especies invasoras, además de concienciar a particulares de su peligro y de la necesidad de una tenencia responsable de animales de compañía”. 

En el caso concreto de los mapaches, “la administración regional realiza campañas de trampeo selectivo” que, desde que se pusieron en marcha en el año 2007, han capturado 814 ejemplares. Una cifra que se ha incrementado en los últimos años, ya que durante la legislatura 2015-2019 constan como capturados 411 ejemplares y solamente en el año 2018 se apresaron 107 ejemplares, según informes regionales. 

La comunidad de mapaches en la región, que podría estimarse entre 200 y 300 animales en la actualidad, también se ha sometido a análisis por parte de especialistas de Medio Ambiente, que han analizado en todo este tiempo “muestras biológicas (heces, pelo y músculo) para la detección de enfermedades como la tuberculosis, con respuesta negativa”, lo que descartaría posibles trasmisiones de enfermedades de esta especie a la población.

Solución: caza o captura 

Con la población de mapaches localizada, las soluciones de la Comunidad son dos: o bien se envían “a un espacio adecuado” como el Centro de Recuperación de Animales Silvestres de la Comunidad de Madrid (CRAS) en Tres Cantos, o espacios como Faunia o el Zoo Aguarium de Madrid, o bien pueden sacrificarse. “Si su permanencia en los centros no es posible y después de buscar zoológicos o centros en los que puedan vivir, en ocasiones es necesario el sacrificio de estos animales”, señalan fuentes regionales. La normativa de caza de la Comunidad de Madrid también permite a particulares con licencia la captura y muerte no solo de los mapaches, sino también de la cotorra argentina y la cotorra de Kramer durante las actividades cinegéticas. 

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