Guillermo Sanz tiene 43 años, es vecino del Cristo de Rivas desde que llegó a la ciudad hace siete años desde el Ensanche de Vallecas y tiene tres peques que estudian en la CEM Hipatia. Reconoce que cuando llegó con su familia “no conocía nada de Rivas”, pero siete años más tarde está “encantado, no me muevo de aquí”. Guillermo acaba de crear una nueva ONG ripense: Una escuela para Wonji. El objetivo del proyecto humanitario es que el alumnado de la escuela de Doyo Chale, en Etiopía, pueda comer en el centro para que así se eleve la tasa de escolarización, que actualmente es muy baja “porque no pueden comer en el colegio y eso hace que a las familias no les salgan las cuentas”, apunta Guillermo.
Guillermo ha lanzado este proyecto “por convicción personal”, dice. La cooperación internacional y la ayuda humanitaria no tienen nada que ver con el trabajo que desempeña como ingeniero industrial en una multinacional de maquinaria agrícola con sede en Getafe. “Es el resultado de muchos años viajando desde pequeño a países alejados del foco turístico, sobre todo en Latinoamérica y África”, cuenta Sanz.
De todos los países que ha pisado, se considera un “enamorado” de Etiopía. “Es un país al que siempre he prestado especial atención. Es muy tribal y multicultural, con 80 etnias y múltiples lenguas. Apenas ha sido colonizado (a excepción de la influencia italiana, escasa en comparación con la de otros europeos en África, y mantiene mucha de su esencia”, afirma Guillermo Sanz. Sin embargo, es también un país en el que “existe una necesidad de lo más básico: alimentos y estructuras, cosas las zonas rurales del país, que representan el 80% del total, no tienen y tampoco gran parte de las ciudades”, dice.
Guillermo asegura que lleva años con la idea en la cabeza de dar un paso adelante. “Me siento una persona bastante afortunada. Con una vida muy normal, pero en la que siempre he tenido sanidad, educación, amor y una familia. Un entorno rico. Y desde hace más de 25 años en esta parte del mundo esto no es así”, argumenta. “Hay necesidades vitales —continúa Guillermo— que no se cubren salvo que sea mediante un esfuerzo personal por intentar ayudar; no se cubren a nivel institucional, y por eso siento desde hace tiempo que hay que ayudar”.
Durante sus años en Rivas, con sus tres hijos todavía pequeños —tienen ahora 6, 10 y 11 años respectivamente— fue madurando la idea que finalmente ha concretado en el proyecto Una escuela para Wonji. “Creí hace un año que era el momento de dar el paso y poner en práctica lo que uno piensa. Porque tiene que pasar a ser algo tangible, no solo quedarse en el pensamiento”, comenta.
Hace aproximadamente doce meses, Guillermo se puso manos a la obra y este mes de octubre, el proyecto Una escuela para Wonji se ha convertido en realidad. “Lo he hecho todo solo, dedico buena parte de tiempo al proyecto, que conlleva muchas dificultades, tanto sobre el terreno como a nivel burocrático, para crear la ONG, y lleva menos de un mes lanzada y ya hay socios que están contribuyendo y apadrinando”, afirma orgulloso.
El objetivo de este vecino es que Una escuela para Wonji sea un proyecto con identidad ripense. “Estoy enamorado de la ciudad y me encantaría que hubiera un nexo de unión entre Rivas y esta causa porque creo que tiene cabida en la identidad de la ciudad. Y por eso mi objetivo para la ONG está más en lo local que en lo global”, expone Guillermo Sanz, que próximamente organizará una cena solidaria en el restaurante La Huella Vegana del barrio de La Luna para empezar a dar a conocer el proyecto en la ciudad.
Objetivo: que los niños acudan a la escuela
Una escuela para Wonji es un proyecto de cooperación internacional que nace por empeño exclusivamente de este vecino de Rivas. Por eso, su deseo es ir paso a paso, cumpliendo objetivos realistas que tengan un impacto real sobre la comunidad de Doyo Chale. “No aspiro a salvar el mundo, ni mucho menos, solo a ayudar en la medida en lo que se puede”, recalca.
Hasta esta zona rural de Etiopía llegó Guillermo después de ponerse en contacto “con embajadas, especialistas en cooperación internacional y algunas ONGs”. Este primer paso le permitió contactar con otras organizaciones no gubernamentales en Etiopía. “Con ellas fuimos viendo qué posibilidades había de ayudar y dónde se podía ayudar”, relata.
Cuenta Guillermo que pasó “bastante tiempo” en este proceso inicial, madurando distintas opciones, hasta que finalmente se fue a Etiopía. “Estuve viendo muchas zonas, colegios, pueblos, con la gente que está sobre el terreno, en el que por cierto hay muchos conflictos armados, una guerra más grande que la de Ucrania pero que no sale en la prensa”, señala.
Fue entonces cuando aterrizó en Doyo Chale, que curiosamente no da nombre a la ONG que ha creado porque los pasos burocráticos los fue dando al mismo tiempo que concretaba el proyecto. “Se llama Una escuela para Wonji porque tenía que elegir un nombre para agilizar los trámites que no se podía cambiar posteriormente, y Wonji ya sabía que era un pueblo muy necesitado. Pero más necesitado es Doyo Chale”, aclara Guillermo.
Esta es un área rural “con una humilde escuela en una zona que no es un pueblo, sino que son muchas pequeñas poblaciones de chozas dispersas en un terreno de muy difícil acceso”. Esta dispersión geográfica hace que muchos niños y niñas que quieran ir a la escuela deban hacerlo andando distancias de “hasta ocho kilómetros”, subraya Guillermo.
Y a este inconveniente se añade otro que es más decisivo, en opinión de Sanz, que no pueden comer en el centro. “No van a la escuela porque para los padres es un lastre que lo hagan. No solo no ganan nada porque no trabajan, sino que vuelven cansados y sin comer”, lamenta Guillermo Sanz.
Por ello, el primer objetivo que se ha marcado para el proyecto de Una escuela para Wonji es dar de comer en la escuela. “El primer objetivo es poder dar de comer en la escuela a 100 niños porque pensamos que era una forma de seducir a las familias para que dejaran a sus hijos ir al colegio. Siempre es mejor que en edades tan tempranas estén en su clase, aunque tenga 60 niños, que trabajando”, explica.
La población infantil en la zona es mucho mayor, pero Guillermo es realista: “De 1.700 niños y niñas que pueden ir a la escuela en la zona, el objetivo es poder dar de comer a 100, y solo este paso ya es muy difícil de realizar porque es muy costoso llevar cualquier cosa hasta allí, un lugar en el que no hay ni calles, es todo campo puro y duro en muchos kilómetros a la redonda. Simplemente llevar madera para cocinar ya es muy difícil”, relata.
A modo de ejemplo, para que el lector pueda entender todavía mejor de lo que estamos hablando y de la dificultad que entraña lo que se ha propuesto conseguir a través de Una escuela para Wonji, Guillermo se detiene en cómo es el menú que aspiran a poder dar a diario a los 100 menores: “Una mezcla de 150 gramos de trigo mezclado con agua, 6 gramos de aceite y 3 gramos de sal, más alguna vez puntual algo de carne y proteína”, describe.
Una vez este primer paso esté consolidado, Guillermo tiene trazados en su cabeza cuáles son los siguientes que le gustaría que el proyecto diese. “La idea no es darles peces sino enseñarles a pescar pero para eso, primero tienen que comer. Una vez lo consigamos, una vez alimentemos la educación que es la idea esencial del proyecto, queremos mejorar ayudar a mejorar las condiciones de la escuela”, dice.
Guillemo sueña con ver una escuela de Doyo Chalo llena de vida infantil. “Que lean, que escriban, que reciban formación cultural, educación básica… Todo lo que pueda sumar para que podamos alcanzar el tercer objetivo, que es conseguir que en 8-10 años algunos de estos niños y niñas puedan tener un impacto en sus comunidades locales, nutriéndolas y sumando nuevos recursos, por ejemplo en la venta de madera, que es una de las cosas que se hacen allí, consiguiendo que el dinero se quede en la comunidad”, concluye.
En diciembre, Guillermo Sanz volverá a Doyo Chalo, ya con un proyecto que ha echado a andar: Una escuela para Wonji, una nueva ONG para este rincón de Etiopía nacida en Rivas Vaciamadrid.
Tendrá que valorar la alcaldesa si comulga con su partido y su ideología. Y si es así habrá dinero para los niños etíopes siempre y cuando de vez en cuando diga algo en contra del PP o Vox
Hola. Espero que el ayuntamiento se interese por el proyecto. Este y los que vengan después, sean de la ideología que sean. Alimentar donde hay hambre, no entiende de colores políticos.