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OPINIÓN

Lucía Villegas

Lucía Villegas

Secretaria de Memoria Histórica y Mayores del PSOE de Rivas Vaciamadrid

Para explicar el fenómeno que se está produciendo en Rivas hay que tener en cuenta algunos datos referentes a la evolución de su población, pues de forma contraria será difícil entender su situación actual.

Rivas Vaciamadrid ha experimentado desde hace décadas un notable crecimiento poblacional, desde su fundación en el Casco Antiguo (pueblo) en 1959, hasta el gran salto que se produjo en los años 80, con la construcción de las urbanizaciones de Pablo Iglesias y Covibar, que atrajo a familias jóvenes por su proximidad a Madrid (lugar de trabajo mayoritario de sus moradores) y en ese momento, competitivos precios de las viviendas construidas, al realizarse en régimen de cooperativas. La ciudad llegó a incrementar su población de 651 vecinas y vecinos en 1981 hasta los 12.000 habitantes en 1990.

Con el crecimiento exponencial que se produjo en las décadas siguientes, el municipio se situó entre los espacios de más crecimiento de Madrid y uno de los principales ejes de desarrollo del sureste madrileño, encontrándose el pasado año entre las 10 ciudades que más crecieron en España.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) en relación con el censo municipal de 2018, se habían alcanzado los más de 90.000 habitantes, con un crecimiento constante que, a corto plazo, nos situará con una población de más de 100.000 vecinos y vecinas.

Si bien es cierto que el rango de edad que más población aglutina es el de 41 a 45 años, seguido del de 36 a 40 años, según los datos analizados, existe otra realidad que no se debe obviar, como es el notable incremento de la población de personas mayores que se viene produciendo últimamente.

Rivas es una ciudad que sigue atrayendo fundamentalmente a familias jóvenes, pero el desarrollo vegetativo natural, más la llegada de ‘abuelos y abuelas ya jubilados’ a nuestra población para vivir junto a sus familias y poder ayudar en la difícil cotidianidad de la conciliación familiar y laboral, hace que este colectivo hay crecido de manera espectacular.

Y mientras tanto, ¿qué ha pasado con los servicios sociales fundamentales para la población?

Pues que ese crecimiento desmesurado ha sido escasamente planificado a nivel dotacional, haciéndose de manera desordenada y a trancas y barrancas, cubriendo a duras penas las necesidades de su cada vez más extensa población, hasta el punto de que desde la propia Corporación municipal se ha solicitado recientemente a Hacienda un incremento «excepcional» de la plantilla municipal, al detectarse las insuficiencias producidas tras su crecimiento de un 218 % en sus habitantes en los últimos 20 años.

La emergencia educativa manifestada en Pleno Municipal, con la aprobación unánime de una Declaración Institucional para la construcción y puesta en funcionamiento de infraestructuras educativas adecuadas, pone de manifiesto la insuficiencia de oferta de plazas escolares, que tiene a padres/madres, docentes y corporación municipal en pie de guerra.

Asimismo, la ausencia de prestaciones sanitarias adecuadas (de primera atención, especialidades médicas, incluso hospitalarias…) es insufrible, dando pie a desarrollos privados que ven en la ausencia pública, un buen ‘bocado’ para su negocio.

El transporte deficitario de autobuses, que siguen con las mismas líneas creadas hace décadas, y que al prolongar sus recorridos a los nuevos núcleos, hace que el trayecto interno de nuestra localidad sea para muchos vecinos y vecinas más lento y tortuoso que el propio tiempo invertido para el traslado a Madrid.

Si hablamos del ‘metro’ línea 9 (gestionado por TFM), ya deficiente de origen, por su trazado, precio y tiempo prolongado en sus frecuencias, hace de este medio (privado de gestión pública) una situación anómala en nuestra Comunidad y, un deficiente servicio que no cubre ni de lejos las necesidades vecinales.

Deteniéndonos en las dotaciones disponibles para nuestros mayores, es probablemente donde observemos que la Corporación municipal debe emplearse con más ahínco, ante la insensibilidad manifestada socialmente por el gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid, desoyendo reiteradamente sus reivindicaciones y propuestas.

La inexistencia de plazas de residencias públicas hace que este municipio sea el paraíso de las empresas privadas, que en número de cuatro han crecido en nuestra localidad. La oferta de plazas en centros de día es escasa, lo que produce una ya considerable lista de espera.

Qué decir de los tres centros de mayores en la localidad, a todas luces insuficientes y con una altísima demanda en sus talleres de actividades, plazas de viajes, comedores que no cubren las necesidades solicitadas (mucho menos en fines de semana), llegando a ser deficiente su mantenimiento y notable la escasez de mesas, sillas, demás utensilios necesarios, así como monitores adecuados, control y seguridad, etcétera, para cubrir las actividades cotidianas de los usuarios de estos centros.

Todo ello no se corresponde con un adecuado envejecimiento activo y de calidad, a la altura de lo que debería ser una Ciudad Amigable con las Personas Mayores, recomendada por la Organización Mundial de la Salud, a la que esta ciudad aspira para aquellos y aquellas que, con su esfuerzo, crearon este hoy gran núcleo urbano.

En definitiva, a Rivas-Vaciamadrid ‘le estallan las costuras’ por todos lados, transformándose de un pueblo mediano, donde sus gentes se sentían viviendo relativamente a gusto, allá por los años 90 (superadas las deficiencias iniciales), en una ciudad impersonal, con grandes carencias en los más elementales servicios, a la que ya probablemente lleguemos tarde en poner remedio, a poco que nos descuidemos.

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