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OPINIÓN

Julio Pérez Pinillos

Julio Pérez Pinillos

Miembro del colectivo vecinal Ladera del Almendro

Llegué a este barrio en el 2004, empujado por lo que la Cooperativa nos vendió como una nueva forma de vida, ecológica, responsable con el medio ambiente y sus vecinos; apoyándose en el Plan General en el que el Ayuntamiento de Rivas nos invitaba en el año 2002 a «que nos sintiéramos cómodos y con ganas de vivir en Rivas». Mucha gente nos alegramos al tomar en nuestras manos el folleto-vídeo y mucha gente nos animamos a venir a Rivas atraídos por la oferta-eslogan que nos ofrecían.

Volviendo a ojear el material constato que en muy poco encaja con lo que vemos que se está proyectando para nuestro barrio. Muy especialmente chirrían los epígrafes del folleto sobre Rivas como: «Ciudad verde», «Ciudad habitable» «Ciudad de servicios» y «Ciudad integradora». Ojalá sea posible aún el cambio.

Desde que llegué en el año 2004, me gustaban de manera particular los paseos en la noche. Le decía a mi familia: “Me voy a ver la Luna”. Me encontraba con algunos vecinos, con uno especialmente con frecuencia. El otro día me recordaba él mismo: «¿Te acuerdas que siempre que nos encontrábamos, te parabas y mirando hacia el barrio y hacia lo que se divisaba de Rivas, me decías: ‘Qué bonito, qué bonito, que ciudad tan bonita tenemos'». (Sabíamos que no duraría, según el Plan General que nos presentaron se seguiría construyendo). Sin embargo, ahora, cuando nos encontramos cada día es un nuevo motivo de tristeza e indignación. «Se lo están cargando», nos decimos. «El deterioro del barrio se acelera, parece irreversible».

Prometía ser un barrio con características formidables. Lamiendo una parte el monte, el parque regional de Sureste, al que se le han arrancado dentelladas en pro de la construcción masiva.

No tiene aún nombre ni identidad.

No es el ‘Barrio de la Luna’, con diseño y espacios propios y diversos de encuentro ciudadano, que se abre a las grandes perspectivas de la M-50; y con colectivos —algunos jóvenes— que «se mueven». ¡Ánimo!

Ni es tampoco el ‘barrio de Covibar’, tan coqueto, bien remodelado y puesto al día para que sus vecinos —que se lo han currado— se sientan en casa. ¡A disfrutarlo!

Estamos en la zona de los ‘altos’ de Rivas, Los Montecillos. ¡Qué bonito nombre para que fuera verdad y pudieran verse y pasearse por ellos! Algunos empiezan a llamarlo «El Manhatan Seco».

¿Cómo les explicamos a nuestros nietos que estos nombres permanecen en las urbanizaciones, pero que de los «altos» ya no queda nada, y de los montecillos…?

Entendíamos que, según el Plan de Urbanismo, aquí se construían chalets. Posteriormente se cambió a edificación en vertical. Hablamos con el Ayuntamiento: “No se preocupen, no es más que un pequeño cambio, serán viviendas en altura, no muy altas…». Se nos dio a entender que serían como en Covibar, viviendas de pocas alturas (una o dos alturas más…), con plazas donde hay lugar para convivir, bajos para tiendas, bancos para sentarse, zonas de juegos para nuestros hijos… Pero no; nos han construido, nos están construyendo, «El Manhatan de Rivas».

¿Por qué intentar almacenar ahí mil (o más?) familias con sus respectivos vehículos sin calcular su movilidad y estacionamiento?

¿Hay algún criterio social, económico, empresarial, de expansión demográfica urgente…, en vistas a algún objetivo no explicitado? ¿Dónde están los viales y el estudio previo de las parcelas de cara a la dotación de servicios que van a necesitar los vecinos que se trasladan a vivir aquí? ¿Cuáles son las grandes vías de acceso y salida? Su calle referencial —hoy por hoy— sería la de José Isbert, que parte de Pilar Miró, atraviesa estas nuevas y preocupantes construcciones en cuestión y muere sin continuidad en el barranco que baja del monte, reclamando para sí como su norte lógico y su vía de salida el auditorio de Miguel Ríos.

Urbanismo en el entorno de Los Montecillos

Urbanismo en el entorno de Los Montecillos (foto: Fernando Galán)

Si subes arriba y paseas por los «Montecillos», percibes un deterioro progresivo, sequedad en aumento, multitud de sendas que empobrecen el humus, falta de una mínima reforestación y algún cuidado que otro.

¿Quién es el responsable de esta zona del Parque del Sureste? ¿Con qué presupuesto y planificación de conservación y mejora cuenta? ¿Está calculado el riesgo de incendio añadido por su abandono si, circunstancialmente, se produjera una chispa? Si se incendiara el monte o alguna vivienda de esta zona, ¿por dónde accederían los coches de bomberos?

No puedo dejar de lamentarme y de preocuparme por lo que me parece que no se ha planificado mirando a la habitabilidad y a la conservación del medio. No es mi estilo, ni creo que conduzca a lograr un hábitat mejor. Prefiero conservar la esperanza de que, si esta es la percepción de muchos vecinos, se reconduzca una gestión que ahora se me revela deficiente.

Urbanismo en el entorno de Los Montecillos

Urbanismo en el entorno de Los Montecillos (foto: Fernando Galán)

No se trata de inventar algo muy diferente a lo que el Ayuntamiento y la cooperativa nos ofrecieron en el vídeo cuando varios cientos de familias llegamos a Rivas Vaciamadrid y se nos invitó a «que nos sintiéramos cómodos y con ganas de vivir en Rivas».

Ojalá sea posible aún el cambio, en orden, simplemente, a lo que se prometió.

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