OPINIÓN
Antonio de la Peña
Doctor en Ciencias Biológicas, licenciado en Ciencias Geológicas y diplomado en Medio Ambiente
Los seres humanos hemos levantados muros para defendernos de enemigos reales o imaginarios. Los españoles no somos una excepción. Hoy, en Ceuta y Melilla, levantamos “vallas” con concertinas metálicas, de acero templado, para evitar la entrada de migrantes africanos a nuestro territorio.
En nuestro ‘Museo en la calle’, uno de las obras de arte más comprometida socialmente es un mural que mira hacia el aparcamiento de vehículos de las instalaciones deportivas del Cerro del Telégrafo. Se trata de un dibujo de unos hombres saltando una valla. Me parece una obra realmente buena. Una crítica mordaz hacia los muros. Me gusta.
Rivas es una ciudad de innegable sensibilidad hacia las desigualdades generadas por el egoísmo del ser humano. Todos los años se redactan, escriben y defienden mociones y/o declaraciones institucionales que evidencian alguna situación de esta índole. Rivas jamás cometerá un acto de semejante indignidad. Jamás levantará muros… ¿O quizá sí?
Estarán conmigo que los muros tienen muchas formas. Pueden ser de roca y de litología de terrenos cercanos. Los castillos son preciosos. Desde el año 1985 la ciudad antigua de Ávila, su muralla y las iglesias extramuros de San Vicente, San Pedro, San Andrés y San Segundo son consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. ¡Qué suerte! ¡Si Rivas tuviera una muralla así! También, pueden tener soporte papel, como una ley, decreto, moción o declaración institucional. Sin duda el peor dardo es la palabra. Los juzgados continuamente lo recuerdan en sus sentencias.
No hace tanto, en el año 2017, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid tumbo la pretensión del Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, gobernado por IU con el Apoyo de Rivas Puede (Podemos) por un ataque antisemita, de claro signo fóbico, hacia el estado de Israel. Se vulneraba el artículo 1º de la Declaración de los Derechos Humanos, entre otras tantas cuestiones legales. La moción, y sus acuerdos, son nulos de pleno derecho por sentencia judicial. Intentamos levantar un muro, en soporte papel, que era punible a los ojos de la justicia y del derecho, no sólo español, también internacional. Las empresas con capital “judío” no podían entrar en Rivas. “Señor juez nuestro muro era un postureo”.
Las concejalías responsables de Urbanismo y Actividades Económicas, de gestión socialista, han llevado a término, y lideran, limitar las licencias de actividad por obras. Se trata de una medida que, en última instancia, pretende paliar la entrada de ciudadanos. Debemos garantizar los recursos y la calidad de vida de los de dentro: “intramuros”. Que nadie perjudique nuestra calidad de vida. El muro no es de roca; el muro no es hormigón; el muro es de papel. Pero tan duro, y con la misma argumentación, como otros muros no tan sutiles. Garantizar que nadie “extramuros” entre a empeorar mi patio trasero. Nimby (Not in My Backyard) quiere decir “no en mi patio trasero”. Este concepto es de amplio calado en las argumentaciones de carácter medio ambiental.
El suelo en Rivas es el recurso natural más preciado. Tenemos muy poco suelo. Más del 70% es parque regional. El 30% restante está prácticamente finiquitado. Apenas unas 15-20 parcelas urbanizables no dotacionales. Las palabras de la alcaldesa justifican mi afirmación: “el próximo Plan Urbanístico cerrara la ciudad”. No da para más. Quizá aquí radique el problema. Somos unos 100.000 habitantes en 2022. Hay espacio, en óptimas condiciones, para 17.000 más. Debemos regular la entrada. ¿No les suena poco igualitario? ¿No suena a selección de clase? ¿Quién entra, quién no? ¿No suena a concertina en A4, grosor (espesor) 0,21mm, con sello municipal, y firma de alcalde o vicealcaldesa?
Rivas es la defensora del mundo sin muros, sin concertinas de acero templado en Ceuta y Melilla, sin muros de hormigón en Belén, con payasos “intra y extramuros” buscando sonrisas. Pero también, la defensora de la prohibición de la entrada sin garantías de seguridad y calidad de vida en su patio trasero. Debemos entender que en este caso no se compromete los derechos humanos.
En economía circular la servitización es una palanca de enorme importancia. Servitizar propone abandonar el concepto de propiedad para pasar a ofrecerlo como servicio. Una empresa posee el control y la gestión de los componentes y los recursos. El consumidor se convierte en usuario y, por lo tanto, se le garantiza acceso y disfrute a ese servicio. Este principio afecta a la administración.
Declaro la emergencia sanitaria pública en la Comunidad de Madrid. En el argumentario: la Privatización de la sanidad como eje vertebrador de las políticas neoliberales que destruyen la calidad asistencial. Con la sanidad no se negocia. Pero, al mismo tiempo, “convenio” con los sindicatos y representantes de los trabajadores del Ayuntamiento y la empresa municipal de servicios, Rivamadrid, un seguro sanitario y/o un seguro de vida e incapacidad privados. El seguro sanitario expresado en la partida presupuestaría 0112 92000 16203, sólo para los funcionarios del Ayuntamiento, es de 406.368€.
Declaro la emergencia educativa publica por falta de recursos. Establecemos una lucha con los colegios concertados. Mantenemos, como administración pública, una confrontación leonina con aquellos de ideario católico. Además, el Gobierno municipal afirma tajantemente que nunca un recurso público debe estar en manos de una gestión privada. Pero adjudico, y para 25 años, la gestión del colegio municipal Hipatia con la FUHEM (asociación privada, por mucho que sea sin ánimo de lucro). Me felicito por el acuerdo alcanzado para la escuela infantil.
Declaro el deporte bien común, y sus polideportivos municipales. Defiendo que deben gestionarse, consecuentemente, desde lo público. Acto seguido, confío en Supera para la administración del nuevo centro deportivo municipal del barrio de La Luna.
Declaro la guerra a las carnes. Declaro nuestra amistad con los animales. Recurrentemente, y en cada evento festivo que se precie, invito a mis correligionarios a pasar a nuestras casetas y comer deliciosos bocatas de chistorra, panceta y chorizo. Necesitamos los fondos que el “cerdito” nos posibilita.
Declaro la guerra al plástico y a la industria del petróleo. En cambio, plastifico todas rotondas de la ciudad denunciando, siempre que tengo ocasión, las emergencias anteriormente mencionadas. Plásticos con eslóganes redactados en pinturas nada ecológicas. Componentes químicos derivados del petróleo y metales pesados, generalmente altamente tóxicos. Que acaban por los suelos sin que sean debidamente retirados. Estos plásticos, seguro, no llegarán a los océanos.
En todos estos casos obligo a los demás a lo que ni siquiera escojo para mí. Es que el efecto Nimby, en Rivas, no solo funciona para las cuestiones de emergencias ecológicas y climáticas. Nimby también está presente en los procesos de servitización, de economía circular, como las emergencias sanitarias, alimentarias y educativas. Son cosas de la hipocresía institucional ripense.
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