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Agentes del Seprona patrullando en Rivas (Fuente: Diario de Rivas)

Agentes del Seprona patrullando en Rivas (Fuente: Diario de Rivas)

Desde un risco, unos prismáticos vigilan la Cañada. El crepúsculo marca la hora en la que vehículos sin nombre llegan a verter residuos de obra en pleno campo. Basura fuera de la ley para que alguien se ahorre unos euros o para ganarlos a costa del único mundo que todos tenemos. Entonces, la personas tras esos binoculares actúan. Son los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) del puesto principal de Guardia Civil de Rivas Vaciamadrid. Desde un apostadero, tratan de mantener a raya esta práctica, una de las más comunes y graves de toda la comarca del Sureste. Diario de Rivas comparte una mañana con este equipo de profesionales para dar a conocer cómo trabajan.

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«Casi podríamos actuar en todos los ámbitos porque todo tiene relación con el medio ambiente«, explica el guardia Silva, uno de los agentes que forman parte de la unidad del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) en el puesto principal de Guardia Civil de Rivas Vaciamadrid. Este cometido es uno de los más antiguos de la Benemérita, pues, desde su fundación, el Cuerpo siempre ha tenido entre sus cometidos el cumplimiento de las normas de caza, pesca y conservación de la naturaleza. No obstante, el Seprona, creado en 1988, tiene como principales responsabilidades la protección de suelo, agua y atmósfera, de la sanidad animal y de la conservación de especies de flora y fauna. Es la policía judicial medioambiental.

El de Rivas es un equipo compuesto por cuatro agentes, un cabo y tres guardias, que tienen encomendada la vigilancia de trece municipios de los que gestiona la Cuarta Compañía de la Guardia Civil en la región. Esto significa que actúan sobre parte de un parque regional, dos ciudades, varios pueblos, numerosos polígonos industriales, y espacios agrícolas y naturales. Un friso geográfico lleno de realidades que obliga a un abanico muy amplio de estrategias de trabajo y a un estudio constante de legislación y normativas para responder a las necesidades vinculadas al entorno. Dependen de la Oficina Técnica de Seprona, que es la que filtra y organiza su trabajo, y están coordinados con el puesto en el que están asignados, que colabora frecuentemente con ellos a través del área de Prevención de la Delincuencia, y con otros puestos del Cuerpo como Carabaña, Campo Real, Perales de Tajuña y Arganda del Rey. Efectivamente, su radio de acción y sus atribuciones son enormes, con lo que actúan primero en respuesta a las demandas ciudadanas y luego en labores de prevención. «Los ciudadanos son nuestros ojos y agradecemos las llamadas y peticiones de ayuda porque, gracias a ellas, podemos mejorar nuestro trabajo y conciliar los intereses contrapuestos que se dan en el campo«, explica el cabo primero Miguel, responsable de la unidad.

Las tareas que más labor suponen en la zona son la prevención de vertidos ilegales y la caza. Para evitar el abandono indiscriminado de residuos de obra y demolición (los más comunes) se actúa de forma distinta en función de las circunstancias de cada municipio. En ciudades como Rivas, con fenómenos como la Cañada, los agentes tienen que poner apostaderos de vigilancia para pillar ‘in fraganti’ a los infractores. A esa labor se une un trabajo previo de concienciación, inspección e investigación en los polígonos industriales, las obras y los talleres mecánicos. En pueblos más pequeños, se va directamente a las obras a inspeccionar para controlar que los vertidos se están haciendo conforme a la legalidad y de forma controlada. A pesar de estas prevenciones, es una labor difícil, pues solo se puede actuar sobre aquel que es cogido en plena infracción (aunque también se para a vehículos con desechos para determinar sus intenciones), incoándose las sanciones correspondientes y obligando al infractor a recoger en lo posible lo vertido y trasladarlo al vertedero adecuado. En caso de haber ocurrido el vertido, los agentes tienen que buscar pistas entre los escombros para poder determinar su origen y poder actuar en consecuencia. «La gente deja a menudo información entre la basura y ese el hilo principal que seguimos para investigar y poder tomar acciones contra los responsables de los vertidos», incide el agente Silva. En los últimos tiempos, gracias a la colaboración ciudadana y, en concreto, de la asociación Rivas Contaminación Zero, este equipo ha podido llevar ante la Fiscalía de Medio Ambiente un caso grave de vertidos en la Cañada Real, que se encuentra en tramitación.

Cepos prohibidos

En materia de caza, la labor del Seprona se subdivide en tres ramas de acción. En primer lugar, controlar que en los más de 30 cotos de la jurisdicción se cumple el plan cinegético anual, respetando las cuotas de animales atrapados establecidas por la Comunidad de Madrid y los propios cotos (a menudo, más restrictivos que la propia administración, precisamente para no perder los animales del recinto y, por extensión, la posibilidad de cazar). Además, controlan que se lleven a cabo los permisos especiales para cacería que otorga la Consejería de Medio Ambiente. También se lucha contra la caza furtiva que tiene como objetivo en la zona, principalmente, al zorro, con el que se trata de acabar con todo tipo de trampas posibles, incluidas algunas prohibidas desde hace décadas, como los cepos antiguos (el año pasado se retiraron varios objetos de esta naturaleza). En estas situaciones, los guardas y dueños de fincas, y los policías locales son sus mejores aliados. Por último, concilian la actividad de los cazadores durante la temporada con el uso ocioso de espacios forestales por parte de otros ciudadanos, que suelen alertarse al ver o escuchar armas de fuego, o la caza de algún animal. «Conseguir minimizar los conflictos con todos los usos que se le da al medio ambiente es un equilibrio complicado. Mucha gente llama para denunciar infracciones que no son tales. Los ciudadanos no suelen conocer del todo la normativa pero es bueno que se preocupen porque, a nivel medioambiental, todo se está cumpliendo correctamente. En general, se cumplen las normas y las medidas de seguridad. Apenas ha habido tres o cuatro denuncias en 2017«, explica el cabo primero. Además, velan porel cumplimiento de las normas de pesca, especialmente en toda la zona de humedales (por ejemplo, en la laguna del Campillo solo está permitida esta práctica en la mitad del humedal) y la captura de aves fringílidas para canto y cría (como jilgueros o verderones), especialmente, por sociedades pajariles.

En cuanto a la defensa de la fauna, el Seprona investiga, especialmente, las muertes violentas de animales silvestres. El caso más común en la zona es el fallecimiento de aves nocturnas en la A-3, atropelladas cuando cazan conejos y ratas junto a los arcenes de la carretera. No obstante, algunas son cazadas con armas de fuego y se tienen que investigar los casos. En caso de muerte, los agentes tramitan que al animal se le realice la correspondiente necropsia para determinar las causas. Si los animales están heridos, se les traslada al Centro de Recuperación de Animales Silvestres de la Comunidad de Madrid, ubicado en Tres Cantos, para intentar su recuperación y reincorporación a la vida salvaje. A los animales cinegéticos, como es el caso de los jabalíes que abundan en la unión de los ríos Jarama y Manzanares, se les trata de ahuyentar de espacios urbanos para que continúen en su hábitat y así evitar peligros para ellos en la ciudad. El famoso jabalí ‘Ripi‘ es uno de esos ejemplos. Tal y como narran los agentes, acabó escapando por la carretera del Cristo de Rivas, tras estar a punto de ser capturado, hacia los campos cercanos a Mejorada. Los guardias también colaboran en la prevención de la implantación y el tratamiento de especies invasoras, como el mapache en el Parque Regional del Sureste; el rescate de mascotas (como apoyo a las policías locales) y la captura de animales renaturalizados como las jaurías de perros abandonados y asilvestrados que rondan varias zonas del citado parque.

Además de ello, entre otros ilícitos, investigan incendios (que, según los agentes, son escasos en la zona y vinculados, salvo excepciones, a causas agrícolas), realizan inspecciones en viveros relacionadas con la sanidad vegetal y en tiendas en relación a productos de consumo humano, protegen vías pecuarias y el patrimonio histórico (como el caso de los desperfectos no deliberados a los restos de las trincheras de la batalla del Jarama ocasionados por la empresa que trataba la madera quemada en el incendio de los cortados de El Piúl hace tres años), ayudan en la búsqueda de desaparecidos (como en el caso de Diego Menéndez) y colaboran con Prevención de la Delincuencia cuando se producen robos u otros ilícitos no relacionados con el medio ambiente en explotaciones agrícolas o asentamientos rurales. Silva concluye: «La gente nos ayuda y nos da la bienvenida en los pueblos porque saben que patrullamos con las motos o los vehículos por el campo y podemos aparecer en cualquier parte. Eso les da mucha seguridad».

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