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OPINIÓN

Gemma Mendoza

Gemma Mendoza

Concejala del PP en el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid

La sapiencia popular es sapiencia bien sesuda:
utiliza los colores en la situación más dura.
Ponerse rojo de ira, mutar al verde, la envidia,
y así, sucesivamente, toda la gama cabría.

Quiero narrarles a ustedes, con sorna y algarabía,
un caso que, siendo serio, contado con simpatía,
más pareciera un sainete para alegrarles el día.
Presto les pongo al corriente.

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Andábase muy sesudo don Pedro en su alcaldía,
y quedándole un par de años de tan dura travesía
buscábase un plan maestro, propio de su maestría,
cuando de pronto, en su mente, se hizo la luz ‘divina’.

¿Divina dije? Quía, cambiémoslo por “del día”,
que a nuestro alcalde, tan laico,
es mentarle religión y le da una apoplejía.

Las huestes de los “podemos”, las de don José María,
hallábanse cabizbajas, ¡cuán poco poder tenían!
Y en ello halló don Pedro feliz vía de salida,
y acudió presto y veloz a cicatrizar la herida.

«Venid conmigo al gobierno», dijo a don José María,
y este contestó veloz: «Faltaría más, don Pedro:
decid la hora y el día».
Y con la voz tenue, quebrada, una petición haría.

Gran desilusión, don Pedro, de los míos y la mía,
si en su invitación no hallare ninguna concejalía.
Cayó el ratón en la trampa, pensó para sí don Pedro,
y ofrecióle de rondón las que tenían marrón.

Las basuras y sus cubos, ¡a la hoguera, como hay Dios!,
que en la villa no tenemos cómo darle solución.
Don José María, presto y por mostrar su valía,
lo aceptó y, con arrestos, mala fortuna tendría.

Los ancianos del lugar buscar cobijo querían,
y para ello, un terreno, que apartado ya tenían;
mas en acabando el plan, de construcción carecían.
Nuestra dama Dorotea, la Agustina de Aragón,
fuese puesta a la faena… y le llegó otro ‘marrón’.

Tras agitar sus huestes buscando satisfacción,
ni cobijo, ni terreno, ni siquiera construcción.
Y en sabiéndolo de cierto, a los suyos engañó:
pregunto a ustedes, vecinos, ¿era o no otro marrón?

Qué dichosas se pensaban las gentes llanas de Rivas,
qué dichosos de creer, de su fe en José María.
Mas empezando a notar y más que lo notarían,
que ni rojo ni morao, que blanco estupor habría.

Nuestro alcalde, el Del Cura, respiraba más tranquilo;
no había más solución, había que hacerlo, dijo,
mas que lo hagan los otros,
que en poner cara de bueno,
llegarán las elecciones y me llevaré sus votos.

Los de Rivas somos sanos y hacer deporte queremos,
y pasamos mil penurias, ¡qué pocos centros tenemos!
Mas don Pedro, el Del Cura, como alcalde bueno y presto,
tenía la solución, mas eso sí, ¡ay de nos!, este era otro marrón.

Que poder ser, será, como fuere prometido, mas público no se hará.
El suelo de nuestro pueblo a otro será cedido,
y siendo asunto importante, es asunto bien jod…,
y el alcalde tuvo un plan: lo hará la dama Millán.

“Mi dama, doña Vanessa», suplicó el zorro don Pedro,
«cuéntele usted al pueblo llano, usted, que tiene más mano”.
La dama juntó a los suyos, les habló, mas fue en vano.
Buenas gentes de morado quería que ahora tornasen en azul anaranjado,
dando un vuelco, por cojo…, a la gama del Pantone.

Mas las cuitas de morado parecen no tener fin;
otro asunto, no distinto, fuere el del boletín
que con mucho retintín, ínfulas y naderías,
dizque revista oficial, llamada Rivas al Día.

Tras las líneas enemigas, siendo don Pedro rival,
eliminarla querían, tal era su ideal.
Debatieron sobre ello, mil razones exponían,
mas al llegar al poder y al sillón que requería
tórnase en esencial este panfleto, en su guía.

Estos hechos que aquí narro son tal como sucedían,
mas en todo, como en esto, su moraleja cabría:
sé más fiel a tus principios, a tus gentes y sus vidas
o pasará como a estos, que venían de vigía;

que, teniéndote por listo y que morao te pondrías,
fíes de alguien más zorro, que te use sin decoro,
y te veas de capón, comiéndote un marrón
que a otros pertenecía.

Verás, con harta tristeza, que los tuyos están rotos,
que has perdido su favor,
y lo peor, ¡vive Dios!,
te quedaste sin sus votos.

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