Ya empezaba a aflojar el sofocante sol de verano a las ocho de la tarde del 23 de julio de 1959. El vecindario iba a estrenar pueblo después de un largo tiempo de obras. El runrún entre el respetable por el evento se hizo físico con el rugido de los motores de los coches oficiales. Ante los aplausos de los habitantes, el ministro de Vivienda, José Luis de Arrese, otrora todopoderoso prócer falangista ya venido a menos por la impetuosa entrada de los tecnócratas en el gobierno franquista, llegó para inaugurar el resultado de las actuaciones de la Dirección General de Regiones Devastadas. Al bajar del vehículo, narraba el diario ABC, la banda de música comenzó a interpretar el himno nacional y se lanzaron cohetes. Le acompañaban miembros de los gobiernos nacional, provincial y local. Tras un breve paseo para comprobar el emplazamiento y la construcción, y escuchar una bendición del obispo auxiliar de Madrid, se firmaron las actas de entrega del pueblo al alcalde de la localidad. Rivas Vaciamadrid resurgía de sus cenizas.
Cenizas de una guerra que apenas había dejado unas tapias y alguna ruina como recuerdo de ese Vaciamadrid que provenía de época medieval (lo que quedaba del antiguo Rivas de Jarama desaparecería poco después por la construcción de una rotonda en el otro extremo del municipio), donde los vecinos que no pudieron escapar de las bombas, las privaciones y el hambre a localidades y fincas cercanas, habían subsistido durante dos largas décadas en chozas de barro y paja.
Ahora, al otro lado de la carretera se erigía el nuevo pueblo sobre terrenos de caza (algunos de los mejores galgos de carreras del período se entrenaron en estas tierras) cedidos por el promotor Wenceslao García, que se los había comprado a uno de los herederos de Rafael Rojas Vicente. Una exigua porción de suelo en la que el Gobierno había construido la iglesia, el ayuntamiento, el grupo escolar y dieciséis viviendas (con cocina, comedor, tres dormitorios, aseo y corral) que delimitaban las esquinas del asentamiento. Todo el ámbito estaba urbanizado (aceras, bordillos, alcantarillado, luz eléctrica y hasta servicio telefónico). El Ayuntamiento, presidido por Francisco Santero, en colaboración con los vecinos, construyó setenta y dos casas más,veintiuna de renta limitada, según la documentación aportada en su día por la administración y reflejada en los diarios del momento, para acoger entre todas a buena parte de los 250 vecinos del pueblo. Pero, con vistas al crecimiento del mismo (en la primera votación que se realizó en el pueblo ya eran 400), se distribuyeron a bajo precio diez solares con la condición de que se edificara antes del primero de enero del año siguiente (no se edificaron y estos espacios pasaron al Consistorio, que creó la posterior plaza de la Libertad). Toda la operación urbanística costó diez millones de pesetas.
Fotogalería: así fue la inauguración del actual Casco Antiguo de Rivas el 23 de julio de 1959
(fotos cedidas: Agustín Sánchez Millán – Prima Littera)
El cardo, el decumano y las vías secundarias de este rectángulo rodeado por tierras de terratenientes, que condicionaron su crecimiento, eran las del citado donante Wenceslao García, el torero Marcial Lalanda, el patrono San Isidro, el Cristo de Rivas por su carácter de objeto de devoción y peregrinación, José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco por el régimen político y el jefe de Estado con los que se había reconstruido el pueblo, y el 23 de julio en honor al día de la inauguración del mismo.
“Los vecinos se dedicaban a la agricultura o trabajaban en Madrid o los pueblos cercanos en la industria. Con el tiempo, se fueron llenando los huecos que quedaban en el pueblo con otras casas y comercios. Hasta que Segundo Sánchez abrió su tienda, íbamos a comprar a El Porcal o a La Poveda, y traían el pan al pueblo. Hasta se quiso hacer un cine que quedó en nada”, incide Juan José Castell, presidente de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo de Rivas Vaciamadrid y vecino del pueblo desde los años sesenta del siglo XX. Faustino Díaz, vecino de Rivas Vaciamadrid desde su nacimiento en los años 30 y concejal por imperativo legal en los inicios del nuevo pueblo, añade que “el agua estaba canalizada del Jarama, aunque luego la trajeron del Henares y sabía peor porque se contaminaba en Alcalá y Torrejón. Cuando llegó la industria química al pueblo se terminó de estropear”. El olor en la zona no era precisamente bueno, pues bajaban los desperdicios hasta el arroyo de Los Migueles.
A su alrededor, los grandes propietarios, en especial el procurador de Cortes Dionisio Martín Sanz, no terminaban de realizar operaciones urbanísticas que apostaban por macrourbanizaciones, lo que fosilizó el pueblo hasta la llegada de las nuevas urbanizaciones de cooperativa que llegaron a finales de los años 70 al otro lado del término municipal, Pablo Iglesias y Covibar. En ese momento, se abrió la veda a un crecimiento acelerado que unió los dos nuevos núcleos sobre los que pivotaba la vida del municipio.
Autocampo y los carpetanos
Mientras tanto, el pueblo y su ayuntamiento resultaban sometidos (hubo una negativa municipal que fue revocada por presión de los organismos oficiales) en 1967 a aceptar el vertedero de Autocampo, a cambio de la ampliación e impermeabilización del subsuelo del cementerio para evitar la inundación de las tumbas, la creación de un parque y una cisterna adecuada para el suministro de agua. La prórroga del vertido, en 1976, supondría el entubado del arroyo de Los Migueles, el acondicionamiento de un camino entre el pueblo y el Cristo de Rivas, una nueva entrada desde la N-III al pueblo y suelo para construir viviendas. Por suerte,el resultado de este vertedero fue eliminado en la primera década del siglo XXI. Tres fueron las últimas grandes obras de calado: el ajardinamiento del parque y el centro cívico, en 1982; el hallazgo y acondicionamiento del yacimiento carpetano visitable de Miralrío, en 1996; y el polideportivo municipal Parque del Sureste, en 2002; acompañados de otras instalaciones cercanas como La Casa + Grande, el Metro y el colegio Las Cigüeñas, en los terrenos del antiguo palacio y el olivar que pertenecía a la familia Rojas.
En ese tiempo, los vecinos intentaron mantener la herencia cultural del municipio a través de fiestas como las de El Porcal, San Isidro o la romería del Cristo, sin contar con los partidos de fútbol, las corridas de toros y los encierros. Hoy día, a pesar de planteamientos inclusivos como los de Castell —“todos somos Rivas Vaciamadrid y nunca se han hecho diferencias entre zonas, a pesar de las distintas sensibilidades»—, es mayoría la que sigue teniendo un concepto centralista del casco antiguo, ya que plantean que “se va al pueblo” o, incluso, plantean que este terreno tiene un carácter diferencial y que habría que considerarlo, en realidad, como el pueblo de Vaciamadrid, sin nada que ver con el resto de Rivas. Sea como fuere, cada año el vecindario del Casco Antiguo celebra el aniversario de un municipio roto por la guerra que renació en un pequeño terreno agrícola del kilómetro 20 de la carretera de Valencia.
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Quisiera hacer un comentario sobre un terreno que hace por lo menos 20 años que se lo cedió Gedeco para que se hiciera un parque y lo único que hay es un cagadero de perros y de infecciones y de garrapatas y cuando vienen ha cortar las malas hierbas las cortan pero no lo limpian y todas las patitas se vuelan con el aire y se ponen todas las casas de al rededor pérdidas de dichas pajas y quisiera saber cuando van ha construir el dichoso parque porque se están haciendo mucho pero ese terreno que hace 20 años en los mapas están como parque no se construye esta en la calle España entre el número 51 y el 53
Hola. Buen resumen de lo que fue la enésima refundación de Vaciamadrid. Algún pie de foto no es correcto. Nos podríais preguntar, si os parece bien.
Por supuesto. Nos hemos puesto en contacto con vosotros por distintas vías, pero no hemos obtenido respuesta. Siempre agradecemos cuando se nos advierte de algún error de buena fe, por lo que, si sois tan amables, ¿podríais especificar la información que encontráis incorrecta? En la pestaña ‘Contacto’ encontraréis la manera de comunicaros con nosotros de manera efectiva.
No puedo dejar pasar el evento sin manifestar mi orgullo de pertenencia y mi gran cariño por esa ciudad. Quito de la foto las putas banderas del llamado «glorioso alsamiento nasioná» y veo lo que hoy es un bello edificio: el Ayuntamiento de Rivas que, junto con el que hay en la Plaza de la Constitución, dan vida a las inquietudes y resuelven los problemas administrativos de los ripenses ¡Viva Rivas Vaciamadrid!