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José Masa, exalcalde de Rivas Vaciamadrid (Fuente: Diario de Rivas)

José Masa, exalcalde de Rivas Vaciamadrid (Fuente: Diario de Rivas)

José Masa es el último exalcalde de Rivas Vaciamadrid. Fue regidor entre 2003 y 2014. Diario de Rivas comienza con él una ronda de entrevistas con los antiguos primeros ediles del municipio para poner en valor el pasado reciente de la ciudad y analizar cómo sus políticas la han convertido en lo que es hoy.
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El plan general de ordenación urbana actual se aprueba en 2004. Plantea la construcción del barrio de La Luna para rematar una ciudad de unas 110.000 personas. El plan general de 2004 se preparó en los últimos años de Gobierno de mi predecesor como alcalde, Fausto Fernández, y se remitió a la Comunidad de Madrid en el período de transición. Contemplaba el desarrollo de la ciudad en la parte del barrio de La Luna. Fue el anterior plan general de 1987, corregido en 1991, el que proyectó pasar de una ciudad de 45.000 habitantes a una de más de 80.000. El plan de 2003 contemplaba hacer unas 12.000 viviendas. Era el último salto, que se daba en el barrio de la Luna, hasta unos 110.000 vecinos, que era el techo que considerábamos que debía tener la ciudad. El otro eje urbanístico del plan general de 2003 era la creación de un polígono industrial en la parte norte que debía servir de parque tecnológico. Todo eso lo paró la crisis. ¿Cómo concibieron el barrio de La Luna? ¿Se han cumplido sus previsiones? El plan general plantea la intervención en un terreno que estaba marcado desde la delimitación física. Lo que se hace es proponer un desarrollo de un número de viviendas de una tipología de titularidad pública. Si algo tiene de peculiar ese plan general es que el cincuenta por ciento de los aprovechamientos pasaron a propiedad municipal. El suelo era privado y el desarrollo del plan general consistía en la recalificación del suelo de zona rural a zona urbanizada. La ley habla de que ese paso debe hacerse contemplando cesiones por aprovechamiento del privado a la administración pública de un mínimo del diez por ciento. La administración apretó hasta hacerse con la propiedad del cincuenta por ciento. Eso permitía equipamientos: colegios, polideportivos, actividades sociales, y también vivienda y un polígono industrial. De tal manera, el Ayuntamiento obtuvo suelo para hacer unas 6.000 viviendas, que se desarrollaron a través de una empresa pública de la vivienda, que se corresponden con las 2.000 que están hechas, y luego las privadas, que han hecho una parte. Pero la crisis ralentizó el crecimiento económico y la demanda de vivienda por parte de los ciudadanos. A partir de ese momento, tiene unos objetivos, que eran consolidar una parte de la ciudad en dos vertientes. Una, el desarrollo de lo que la iniciativa privada tiene para hacer viviendas, y dos, la protección de la vivienda pública que es patrimonio y propiedad del suelo del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid. Además, se planteaba la creación de un polígono industrial bastante innovador en lo tecnológico, muy cerca del eje de la M-50, para permitir que eso se desarrollara completando la ciudad. ¿En qué situación está? La crisis de 2007 lo dejó parado. Ya debería estar terminado en torno al cincuenta por ciento. Ahora bien, el barrio de la Luna cumple las expectativas al ser un barrio joven, moderno, que ya va teniendo equipamientos y, por tanto, yo creo que sirve para complementar una ciudad que necesitaba desarrollarse por esa zona. Ese barrio tiene dos cabos que están dando mucha guerra y que ya se hablaron entonces: uno, el acceso a la M-50, y otro, la ciudad deportiva. En el caso de la M-50, la pelea comenzó en la etapa final de su predecesor. En un momento dado, un documento municipal con su firma asegura que el Ayuntamiento se ofrece a pagar. No es verdad. Mantuve reuniones con los sucesivos ministros de Fomento: Álvarez Cascos, Magdalena Álvarez y José Blanco, y ahí terminó mi relación. El año 2006 era un buen momento económico y no se visualizaba la crisis. Nos planteaban la construcción de dos vías colectoras muy caras en las que el Ayuntamiento aceptó colaborar económicamente vendiendo alguna parcela que valiera lo que pudiera costar en aquel momento para echar una mano y dar una salida al proyecto. Pero nunca, repito, nunca, afirmé que el Ayuntamiento lo haría. En absoluto. El Partido Socialista hizo alguna gestión para intentar modificar aquella vía colectora que era tan cara por otra solución que es la que ahora se está estudiando. Pero eso tiene un inconveniente fundamental. Fíjate cómo están ahora las radiales: arruinadas. La M-50 es una vía de titularidad estatal que construye el Estado y pagan las radiales. Entonces era muy difícil convencer a las radiales de que el Estado dijera si íbamos a hacerle una salida a Rivas. Esa es una realidad en la que vivíamos, pues parecía haber un imponderable político que era la limitación para que se pudiera hacer. Sin embargo, nosotros insistimos porque era fundamental esa salida. Sigue siéndolo. Por eso, estábamos dispuestos, en un momento de bonanza económica, incluso, a detraer algo de los pocos dineros que tenía el Ayuntamiento para facilitar y engrasar la operación. En 2004, el Ayuntamiento ya había pagado otra infraestructura de acceso a una vía de Fomento, como fue la vía de servicio a la A-3. ¿No sería el mismo caso? En el caso de la vía de servicio, negociamos su gestión porque sabíamos que Rivas estaba a la salida de la carretera de Valencia, camino del mar desde Madrid, y que, si no había unas vías de servicio, Rivas podía estar colapsada constantemente los fines de semana veraniegos y montones de puentes y días festivos. Insistimos en que Fomento las hiciera y comprometimos su mantenimiento y limpieza por los próximos diez o quince años. Se repite el mismo patrón: Rivas dice que hay una necesidad a otra administración, la administración no hace caso y Rivas acaba poniendo el dinero. Es el caso también de varios colegios, incluido el CEIPSO del barrio de la Luna. ¿Son los ripenses paganos de las políticas en el municipio? Efectivamente. Rivas lo ha hecho dos veces, que yo recuerde. Por ejemplo, cuando adelantamos dinero para la construcción de colegios. Aunque era dinero que luego te devolvían. Es verdad que te lo daban a dos o tres años vista, pero en esos momentos, Rivas tenía un pequeño banco porque teníamos nuestro dinero depositado en suelo por la gestión de los planes urbanísticos. Por eso, no nos importaba mucho vender una parcela y destinarla a hacer un equipamiento, porque venían cada año 8.000 vecinos a vivir y tenías que tener preparados para ellos los equipamientos. Al menos, dos colegios por legislatura, porque si no estaban construidos, los niños iban a barracones. El otro espacio en conflicto en el barrio de la Luna es el de la ciudad deportiva. Se ha planteado un nuevo proyecto y el arquitecto que les presentó a ustedes el plan originario lo ha recurrido, aunque este recurso no ha prosperado. ¿Qué idea de ciudad deportiva tenían ustedes? Teníamos idea de una ciudad deportiva de titularidad municipal y de gestión pública, claramente. Otro tema es que allí había 250.000 metros cuadrados y esa cantidad de suelo daba para hacer una ciudad deportiva y tenía otras posibilidades. De hecho, estuvimos hablando con algunos supermercados para que en la cabecera de la zona que está junto a la rotonda se construyera un establecimiento que facilitara la financiación de la ciudad deportiva. Se puede hablar de una especie de una economía mixta de cara a la gestión del suelo, derivaba en una ciudad deportiva puramente municipal, en el sentido de la propiedad y de la gestión. Ahora bien, sí que la relacionábamos con actividades empresariales que nos ayudaran a su financiación. Lo que hay ahora me parece que es otra cosa. Está habiendo grupos muy críticos con esta decisión del actual Gobierno municipal. Es el caso de parte de la militancia de Rivas Puede-Podemos, de Izquierda Abierta en Rivas Yo no he oído a nadie criticarlo en el Pleno. Me sorprende, aunque tampoco sigo mucho la política municipal, porque eso daría para mucha oposición. Hay que partir de dos cosas. En el barrio de La Luna es imprescindible un gran centro deportivo. Rivas está muy bien acostumbrada y tiene muy buenos centros deportivos, pero esa zona de la ciudad lo requiere y para eso se buscó ese suelo. Y segundo, sin duda ninguna, el Ayuntamiento no tiene dinero para afrontar el desarrollo de una cosa tan voluminosa si no tiene apoyo de otras administraciones. La Comunidad no va a ayudar, luego hay que buscar otras fórmulas. Hay una fórmula mixta que nosotros ya habíamos mirado entre los años 2011 y 2012, que era la posibilidad que hubiera complementos privados que ayudaran a pagar el proyecto, pero siendo una ciudad en la que estuviera la titularidad y la propiedad siempre en el Ayuntamiento; la fijación de los precios y el servicio, siempre por parte del Ayuntamiento; y que el dinero viniera de que una parte del suelo se dedicara a facilitar a otros para que construyeran algo que generara beneficios para construir la ciudad deportiva. En su época se construyó la tercera estación de Metro en Rivas. ¿El TFM era un proyecto realmente viable? Se está reivindicando ahora el Cercanías. A cualquiera que le preguntes la idoneidad de contar con servicios como el Metro o el Cercanías te dice que sí. El Cercanías en Rivas, con la dificultad que tiene al tener una línea que va de Santa Eugenia a Alcalá, pasando por San Fernando, se podía haber incorporado como un ramal. Pero, en un momento dado, se propuso al Ayuntamiento traer el Metro y ¿cómo vas a decir que no? Sería una insensatez. Siempre lo mejor es enemigo de lo bueno, y este Metro tiene sus dificultades. Los problemas son el precio, la frecuencia y los horarios. Lo que hay que hacer es insistir a la concesionaria y a la Comunidad de Madrid que se adapte a lo que tiene que hacer. Pero el servicio está y eso es de un valor incalculable para una ciudad que todavía solo tiene salida a la A-3. Personalmente, creo que es bastante mejor que el tren de Cercanías. Otra cosa es reivindicar lo mejor, y eso, evidentemente, incluye el Cercanías. Pero ahora dígame cuántas ciudades de la periferia de Madrid tienen Metro. En el contrato se prometían más estaciones y una conexión con Sol que nunca llegaron. Cuando se hace el Metro, todo depende de una administración que siempre había tenido un elemento de conflicto con Rivas a nivel político. Lo maravilloso es que ambas se pusieran de acuerdo para conseguir montones de servicios imprescindibles para la ciudad en lo educativo, lo sanitario, etcétera. Ahora bien, hubo que hacer excelentes negociaciones y muchos sacrificios de adelantar dinero, y sabre que ellos dirán en ocasiones que no hay dinero y se retrotraerán en el tiempo, pero eso es la política negociadora. Quisieron traer un montón de equipamientos clave a Rivas: el hospital del Sureste, una facultad de la Universidad Autónoma… ¿Por qué no llegó a cuajar ningún proyecto? Sencillamente, porque éramos de Izquierda Unida y no del Partido Popular. Esperanza Aguirre se llevó el hospital a Arganda porque no podía permitir que Rivas, que ya emergía y es claramente la cabecera de la comarca, se lo llevara, y lo puso en Arganda, que era de los suyos entonces. Eso más allá de los derechos de los argandeños, que los tienen. Pero Rivas tenía el mejor terreno, en la parte norte de la ciudad, en el barrio de La Luna. La decisión de ponerlo en Arganda la tomó el Pleno de hoy para mañana, cuando ya se iba a destinar a Rivas y la ciudad tenía el suelo destinado desde hacía año y medio. Es una vergüenza. A Esperanza Aguirre no le gustaba Rivas. Le jodía mucho cuando venía y me preguntaba: «Alcalde, pero ¿cómo te pueden votar a ti, si eres de Izquierda Unida, todos los de los chalés?». Yo le decía: «Porque no acabas de comprender a quién votan un montón de obreros». Es una contradicción pero así es el mundo. Quien no entienda que el Partido Popular tiene los millones de votos que tiene porque le votan un montón de obreros es porque no entiende de política. Por eso, no tuvieron nunca ninguna intención de facilitar el desarrollo al Ayuntamiento de Rivas, y eso que nunca fue un ayuntamiento competidor con Arganda. Nosotros queríamos el hospital porque creíamos que estábamos en las mejores condiciones, teníamos el mejor suelo y el mayor núcleo de población. Ahora bien, Rivas tiene cerca los hospitales de Gregorio Marañón y Arganda, y no puede haber uno en cada pueblo. La Cañada Real en Rivas se transformó durante su gestión de Gobierno por el traslado de los poblados chabolistas a Valdemingómez. Eso se produce mucho antes, a mediados de los 90. La Cañada existe desde hace más de 50 años, en los que mucha gente ha ido invadiendo zonas públicas que eran de la Cañada Real y se han ido haciendo sus huertos, sus casas, sus chalés y sus chabolas. A mediados de los 90, el Ayuntamiento de Madrid suprimió el poblado chabolista del Camino de los Toros y trajo a Valdemingómez, cerca de una granja de cerdos y al lado del vertedero, un poblado de asentamiento inicial, con un tipo de población marginal en lo económico y que apuntaba, en algunos casos ya, la problemática social que luego vino dándose con el mercado de la droga. Luego se concentraron allí otros poblados. Yo lo que hice fue poner la Cañada en la agenda política. Todos los dirigentes políticos y muchos vecinos sabíamos que la Cañada era un foco de conflicto, un núcleo de insalubridad importante y un espacio de exclusión social importante con un montón de gente que necesitaba que se le ayudara. Yo escribí una carta a Gallardón, al alcalde de Coslada y al consejero de Medio Ambiente, citándoles para hablar de la Cañada y resolver el problema. Convocó finalmente el consejero de Medio Ambiente. Estuvieron ese consejero, Manuel Cobo, el alcalde de Coslada y yo mismo. Posteriormente, Esperanza Aguirre planteó la posibilidad de hacer una ley para cambiar la titularidad del suelo y convertirlo de suelo de utilidad pública en suelo productivo para que se pudiera vender y se metió en esa ley. Pero todo fue porque la iniciativa del Ayuntamiento de Rivas ante las necesidades sociales y la situación de inseguridad y de insalubridad abrió el melón. Aguirre siempre consideró que la solución era mercantilista, planteando que el día que ese suelo tuviera otra categoría jurídica, se podría vender, construir y desarrollar. Yo estuve siempre contra eso, porque sabía que era mantener la marginalidad, convirtiendo chabolas en bloques cerrados. Se necesitaba otra cuestión: básicamente, su levantamiento y este solo podía hacerse si el IRIS integraba a todos los afectados. En la zona de Rivas había entonces unas trescientas unidades familiares. Entonces había que ver de cuántos se hacía cargo la Comunidad y luego, si nos teníamos que hacer cargo de cien, por ejemplo, construíamos lo que nos correspondiera para impedir que fuera un poblado chabolista. Hoy sé que hay otras conversaciones que no sé a dónde conducirán, porque tanto la Comunidad como el Ayuntamiento de Madrid están muy cómodos teniendo todo focalizado, desde el punto de vista social y delictivo, en una zona como esa. Rivas vuelve a verter en Valdemingómez, después de abandonar ese vertedero en 2012 porque tuvieron un enfrentamiento con el Ayuntamiento de Madrid por antiguos acuerdos verbales. Porque no pagábamos. Madrid siempre ha sido altamente injusto con el Ayuntamiento de Rivas. He llegado a ir una mañana un documento de acuerdo con Madrid, en el que iba a asistir Ana Botella, que luego sería alcaldesa, y no se presentó y apareció en su lugar Antonio de Guindos. Ese documento establecía que como el Ayuntamiento de Rivas había vertido de manera reglada durante un período de tiempo pero sin pagar, se amortizaba una parte de la cuantía y se asumía parte de la deuda, y se cerraba en un acuerdo el tema. Pero no se quiso cerrar. Lo cierto es que, en tiempos de Enrique Tierno Galván, el Ayuntamiento de Rivas cedió el suelo para que se instalara la depuradora suroriental de Madrid en terreno de Rivas. Y el acuerdo, que no se escribió entonces, fue que, a consecuencia de esa cesión, el Ayuntamiento de Rivas vertería en Valdemingómez sin obligaciones tributarias. Por eso, siempre tuvimos claro que el Ayuntamiento estaba vertiendo sin necesidad de pagar. En un momento determinado, lo que pasa es que aparecen otras administraciones que tienen otro tipo de actitud y que saben que Rivas es una ciudad que emerge y tiene un proyecto político que se está convirtiendo en un referente de la izquierda. A partir de ahí, ellos comienzan a poner limitaciones y exigencias, negociamos y llegamos a tener el documento redactado, y fuimos a firmarlo, pues suponía un reconocimiento a los derechos adquiridos anteriormente, sin hipotecar a futuro al Ayuntamiento. Pero optaron por dejarlo en el limbo para estar permanentemente presionando. La incineradora de Valdemingómez fue un caballo de batalla de su período que ha vuelto a suscitar potentes manifestaciones. No fue uno de los asuntos principales de mi tiempo. La incineradora se estableció a finales de los ochenta y principios de los noventa. Hubo un movimiento vecinal contra ella. Nosotros exigimos que tuviéramos información de los controles de la incineradora. Madrid había decidido que en esa esquina de su territorio que limitaba con Rivas estuviera toda la mierda que esa ciudad tenía que gestionar. Lo único que podía hacerse era la batalla política, y esta tuvo muchas fluctuaciones, con opiniones ecologistas más poco fundamentadas que muy fundamentadas, opiniones médicos tampoco demasiado fundamentadas sobre qué producía… Lo cierto es que siempre fue una imposición y que siempre fue nuestro interés, cuando supimos que no la podíamos quitar, que hubiera el máximo número de controles para garantizar la salud de la población y evitar malos olores que, por cierto, cuando yo era alcalde, seguían existiendo cuando se movían los lodos. Ahora huele a veces, pero no es un malestar insoportable para toda la ciudad, como entonces. Uno de los grandes éxitos de su gestión fue la transformación del vertedero de Autocampo en un barrio nuevo con un auditorio. Fue una de las grandes obras de ingeniería de la época. ¿Por qué decidieron hacer esa transformación en ese momento y de forma tan radical? Parece mentira, porque la ciudad ya llevaba unos quince años de crecimiento desde el núcleo original. Cuando se viene a traer el Metro y se va a abrir la primera trinchera, aparece una montaña de escombros. Cuando estás gobernando tienes que elegir entre cambiarlo o comértelo e impedir el desarrollo de la ciudad. Nosotros hicimos dos cosas importantes: en la negociación del plan general obligamos a que se destinara un porcentaje del beneficio del plan para descontaminar, por lo que conseguimos aprovechamientos muy grandes que permitían hacer contratos importantes para sacar la mierda, embolsarla, asegurar la celda donde se iba a ubicar, embolsarla, meterla y cerrarla con un tratamiento y una capa de tierra para poder poner un parque encima. Sabíamos que había que hacerlo porque, si no, Rivas no tenía futuro. Sometimos al Ayuntamiento a un sacrificio fuerte y también al sector privado, para que la colaboración que dirigía el Ayuntamiento se pudiera hacer. Por otro lado, el proyecto Ecópolis fue la cruz de su gestión y no prosperó. El mejor ejemplo es el deterioro de la plaza Ecópolis. ¿Qué no funcionó? Rivas Ecópolis fue el proyecto estratégico más importante que tuvo la ciudad y más vanguardista en lo sostenible que tenía el país. Era intentar vincular a las nuevas tecnologías un modelo de crecimiento que permitiera el desarrollo sostenible de la ciudad, en términos económicos y ecológicos. Para ello, la plaza Ecópolis era una parte. Otra el Rivas Solar, por el que todos los edificios municipales tuvieran paneles solares y que un porcentaje de casas y empresas pudieran tenerlo también. Pero, claro, con la crisis, el modelo de la economía sostenible basado en las energías limpias quedó arrumbado. ¿Has visto la cantidad de gente se ha arruinado con los huertos solares y estas cosas? Entonces, todo es herencia de que la crisis impidió ese desarrollo. No obstante, no me cabe duda de que cuando la economía vuelva a la normalidad y la gestión política vuelva a estar en la vanguardia de los procesos, ese tema tendrá una revitalización porque el futuro de la humanidad, no solo de Rivas, tengo claro que pasa por la sostenibilidad. Su primera legislatura fue durante el ‘boom’ económico. ¿Se tuvieron muchas alegrías inversoras innecesarias en ese período como en otros municipios del país? Eso no está bien expresado, porque no recoge lo que un municipio que había sido muy pobre acabó consiguiendo. Porque Rivas no tenía nada y era todo de los privados. Y crecía la ciudad y el Ayuntamiento era una pequeña entidad jurídico-política en manos de los privados. Cuando fue creciendo la ciudad, algunos hicimos que el Ayuntamiento fuera acomodando, a base de demandas económicas por encima del porcentaje mínimo que la legislación permitía, para hacer una ciudad más habitable. Evidentemente, hubo muchas alegrías. Nos gastamos mucho dinero en equipar la ciudad. Pero ahora, cuando voy por la calle y veo los colegios… Podíamos no haber adelantado el dinero y tener barracones. Podíamos no haber hecho los edificios que tenemos para los servicios sociales. Podíamos no haber hecho los polideportivos, y seguramente el Ayuntamiento habría tenido más dinero. ¿Eso eran alegrías? No me refería a esas, sino a cosas como poner un monolito de 30 metros de alto a la entrada de la ciudad que se quedó inacabado. El monolito es verdad que fue una alegría. Cuando ese tema se plantea en un período de crisis me digo: «Haberse gastado un millón de euros en levantar un lugar emblemático…». No obstante, todo tiene su explicación. Era un momento de bonanza económica y lo hicimos porque Rivas tiene muchas cosas: una excelente ciudadanía, unos equipamientos públicos excelentes y varias cosas más, pero le falta historia y necesitábamos darle elementos de referencia. Quisimos que, a la entrada de la ciudad, hubiera una espiral moderna. ¿Que se podía haber hecho por la mitad de dinero? Casi con toda seguridad, pero se hizo como un elemento emblemático de una ciudad que, en ese momento, era próspera, pero que necesitaba elementos identitarios. Nosotros no tenemos catedrales, ni iglesias románicas, ni elementos históricos que generaran identidad. En una ciudad de aluvión en la que la mayoría de los vecinos veníamos de fuera, teníamos que generar elementos identitarios. En todo caso, aunque se podía haber hecho más barato, lo que no fue nunca Rivas fue un municipio despilfarrador. Es verdad que, en el momento de bonanza económica, el dinero se podía haber guardado. Pero sabíamos que los equipamientos quedan: casa de asociaciones, Casa + Grande, casa de la cultura, bibliotecas, polideportivos, colegios… Todos tenían un coste superior al dinero que nos daba la Comunidad de Madrid, pero lo queríamos hacer todo de mayor calidad. Y cuando hacíamos un colegio, el Gobierno regional nos proponía centros de sota-caballo-rey y nosotros los hacíamos con pabellones deportivos, con comedores para todo el alumnado… Eso suponía que costaban un millón de euros más de lo que proponía la Comunidad. Pero no perdías el dinero, lo ganaba la ciudadanía. Esa es la realidad. Llega 2013-2014 y el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid entra en un período de grave crisis política. La Cámara de Cuentas asegura que hay un desfase de 20 millones en la Empresa Municipal de Vivienda, que luego se demuestra que no existió. Eso coincide con una serie de movimientos telúricos en Izquierda Unida. Yo soy muy prudente y no he querido hacer ninguna declaración pública. Primero, porque yo estoy muy orgulloso de haber formado parte de un proyecto político como Izquierda Unida y haberlo encabezado y encarnado varias veces en Rivas, y haber sido un dirigente nacional que ha ayudado que Izquierda Unida haya estado ahí. Por tanto, hay valores que, desde mi punto de vista, están por encima de la mezquindad humana. No entendí aquel proceso. Me dolió, pero ya la sociedad española iba cambiando en lo político y una nueva generación de gente política accedía, creo yo, a querer ocupar los espacios. Y esas cosas que se pueden hacer tranquilamente con los relevos naturales, creo yo, y es una crítica que también le hago a Podemos, tienen que demostrarse que son útiles para el futuro. Yo sabía que lo de la Cámara de Cuentas era un ataque dirigido por el Partido Popular a la gestión de Rivas; de una parcela de la que me acusaban que valía 16 millones y se había devaluado y valía 8, yo no había dilapidado nada. Era el mercado, que hacía que todos los bienes inmuebles valieran menos. Lo que no esperaba es que nadie de mi organización política hiciera de eso un caballo de batalla para buscar otro tipo de cosas que, de manera natural, iban a llegar, porque yo ya había avisado de que era mi última legislatura y tenía ganas de descansar, porque me lo exigían mi vida, mi familia y mi salud. En ese período, salieron en la prensa titulares sobre pisos, cooperativas… ¿Qué pisos? Los supuestos áticos de Pedro Del Cura, el caso de Tania Sánchez… En Rivas también hay oposición y, al calor de aquella historia, hubo gente a la que le interesó divulgar que había un piso del actual alcalde que no sé qué. Pero fue la oposición la que lo hizo. Son cosas sobre las que no opiné entonces, ni opino ahora. Tengo el valor de mi propia moralidad y lo tengo perfectamente. Y luego salió el caso de Tania Sánchez, que es distinto, porque denunciaron que el Ayuntamiento le había dado contratos al hermano de Tania Sánchez, lo cual es cierto porque ese señor tenía derecho a que se le dieran contratos. Otra cosa es que Tania Sánchez, en su condición de miembro del Gobierno, en la junta de Gobierno, no podía haber votado eso, que es lo que creo que fue lo que dejó en precario la situación. El resto fue el calor de la pelea política en un momento en el que vieron a un partido que estaba en una situación de debilidad, que era Izquierda Unida, como consecuencia de diversas cosas que se podían denunciar. ¿Fue la crisis de Rivas el preludio de esa ruptura por la izquierda que se produjo con el surgimiento de Podemos? Sin ninguna duda. Yo lo he visto luego. De hecho, yo no milito en Izquierda Unida. Yo dimití el 12 de mayo y el 25 de mayo Podemos sacó cinco diputados al Parlamento Europeo y entonces comenzó su escalada. No tengo la menor duda de que elementos como el Ayuntamiento de Rivas le eran poco gratos a Podemos, porque quería venir como el adalid de lo nuevo. Y el municipio más moderno en la gestión que había habido en este país era este. Y tampoco les venía mal ensombrecer esta imagen para luego ellos hablar de los ayuntamientos del cambio, como si esos fueran los únicos ayuntamientos que estaban promoviendo el cambio. Y algunos fueron cómplices necesarios, seguramente que algunos ignorantes, pero ya era la expresión política de que un nuevo modelo de hacer la izquierda. Un nuevo modelo de la izquierda que ha conducido a que cada vez sea más fuerte la derecha. Usted quiso presentarse en las listas de un partido alternativo en las siguientes elecciones. ¿Va a volver en las listas de otro partido? No voy a ir en las listas de un partido. Y me apetece explicarlo porque nunca lo he explicado. Yo he sido 20 años el coordinador general de Izquierda Unida en Rivas. Y, por tanto, uno de los máximos responsables de haber hecho la organización más fuerte de Madrid de Izquierda Unida y la que ha tenido la enorme fortuna de representar al ayuntamiento que mayor crédito ha tenido como valor político. No sé si soy un vanidoso o si es mentira, pero me lo han dicho en muchas ocasiones y yo sé lo que suponía el Ayuntamiento de Rivas. Una parte muy importante de Izquierda Unida, básicamente la gran mayoría de los que generacionalmente me han acompañado en ese proyecto, se empeñó contra mi voluntad en hacer un partido para presentarse a las municipales con el único objetivo de mantener lo que había sido la seña de identidad de la Izquierda Unida que desaparecía en el Ayuntamiento. Yo no les animé, pero me pidieron por favor que pusiera mi nombre y mi foto, y la puse. Ese fue mi compromiso. Como profesional de la enseñanza, ha sido profesor y director del colegio público El Olivar, un centro que ha tenido algunas dificultades en los últimos años; la última, con el cierre de una línea de 3 años que contó con la oposición de la comunidad educativa. El Olivar no tiene problemas; está lleno de alumnos de la Cañada y eso traslada el problema social y cultural a un centro de un barrio de Rivas como es Covibar. En primer lugar, la administración educativa es muy poco cuidadosa con los centros educativos de Rivas. Es evidente que los niños tienen que ir al colegio de su barrio y que El Olivar es un colegio de la Cañada, como lo es el Mario Benedetti y, seguramente, un poco El Parque, que son los tres coles que están un poco afectados, aunque de manera diferente. Los profesionales que hay en El Olivar son gente que lleva muchos años, algunos de cuando yo era maestro y tenía 35 años entonces, es decir, hace más de treinta años. Y han visto el cambio de la sociología que allí hay y, por tanto, son gente que no ha tirado la toalla, pero que necesita algo más de ayuda. Y se necesita un poco más de ayuda de la administración local, en el sentido de contar con el máximo de recursos. Y se necesita, por parte de la administración educativa que, si pudiera, tomase una actitud de facilitar que Rivas, en los centros que están muy influidos por el alumnado exclusivo de la Cañada, si acaba determinándose que tiene una complejidad especial, redistribuirlo entre más centros, con objeto de facilitar el tema. Pero son gente que se ‘come’ que la administración educativa sea insensible a sus demandas y que la administración sea poco rápida en atender necesidades como desperfectos, etcétera.
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