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Procesión del Santísimo Cristo de los Afligidos de Rivas (Fuente: Planeta Rivas)

Procesión del Santísimo Cristo de los Afligidos de Rivas (Fuente: Planeta Rivas)

Como cada año desde el siglo XVII, este viernes se ha celebrado la romería del Santísimo Cristo de los Afligidos de Rivas, en el antiguo convento mercedario de Ribas de Jarama. Planeta Rivas narra cómo se desarrolló la jornada de mayor fervor religioso de todo el año en el municipio.

San Miguel se había traído con él este viernes su veranillo y el sol caía a plomo en los alrededores del antiguo convento de mercedarios descalzos de Rivas. Era ahí, en la carretera y los terrenos vallados en la pendiente que baja al Jarama, entre los desmontes, donde, desde finales del siglo XVII, tal y como narraba en 1945 el cronista Vicente López, los romeros del Santísimo Cristo de los Afligidos de Rivas pasaban cada 29 de septiembre al estilo de la pradera de San Isidro. Para aliviar los treinta y pico grados a la sombra, la M-823 se había convertido en un alborotado mercadillo fuera del templo donde se vendía de todo: desde rosquillas que algunos listos cambiaban de patrono del Santo al Cristo, a velas que se vendían por racimos para ponerle a la que es considerada como la segunda efigie más milagrera de la región, con permiso del Jesús de Medinaceli. Sin olvidar las cerámicas, calendarios y todo tipo de mercadotecnia de la imagen creada en Valladolid a mediados del siglo XVII por el escultor Juan Rodríguez, discípulo de Gregorio Hernández (la talla original fue destruida en la Guerra Civil y la exhibida es una réplica). No faltaban tampoco los vendedores de encurtidos y bollería, los artesanos, los loteros y los limosneros.

Miles de personas procesionaban como un río al templo, propiedad de los duques de Rivas. La mayoría, de Rivas, Coslada, San Fernando de Henares, Mejorada del Campo, Vicálvaro y Ventas. Pero los había de Camarma de Esteruelas, del mismo centro de Madrid, y, al parecer, en sus tiempos, llegaban los fieles en autobuses desde comarcas de Toledo y Guadalajara. Algunos devotos llegaban descalzos para cumplir las promesas que habían hecho al Cristo en caso de curar a algún familiar. Lágrimas y sensaciones a flor de piel por los muertos y por los familiares sanados se repetían en los rostros de muchos de los asistentes. También había alguna chica que venía a pedir novio casadero e incluso un peregrino a Santiago. Cerca de la puerta, ya se escuchaban letanías y cánticos eucarísticos: en un altar al aire libre, los sacerdotes de la parroquia de Santa Mónica de Rivas Vaciamadrid oficiaban misas cada hora desde las siete de la mañana.

Las velas de los fieles se dejaban morir sobre el suelo del patio o en areneros donde algunos jóvenes gestionaban, rastrillo y guantes en mano, los exvotos y obsequios de cera usados para pedir al Cristo de los Afligidos, a cuya imagen, si no a sus estampas o el aceite de las lámparas que iluminan su tabernáculo, se le atribuyen propiedades milagrosas. Y es que ni una vela puede cruzar el umbral del templo para evitar incendios como el que ocurrió en 1989. Luego, la marea humana rebasaba el altar y entraba en la ermita, presidida en su entrada por una imagen de Santa Cecilia, adosada al antiguo convento (desamortizado en el siglo XIX en época de Juan Álvarez Mendizábal y ejercidos luego los derechos de patronato por los duques de Rivas para la manutención del recinto), donde se dan misas todos los domingos, a rezarle a la imagen, rodeada de cuadros de santos mercedarios y del escudo ducal, y a posar flores a sus pies.

A mediodía, llegó el obispo de Alcalá de Henares, responsable de la diócesis, Juan Antonio Reig Pla, para presidir como cada año la misa principal. Las novedades de este curso eran la participación del coro de alumnos del Colegio Santa Mónica de Rivas y de varias mujeres con mantilla, con motivo de esta celebración solemne. El prelado animó a que los fieles analizaran qué y por qué pedían al Cristo: para ellos mismos, para los suyos, para el prójimo e, incluso, para España y su convivencia. El rito concluyó con una pequeña procesión de otra réplica de la imagen por el recinto, escoltada por representantes de la Policía Local y voluntarios de Protección Civil de Rivas, amén de agentes de la Guardia Civil. Los vivas al Cristo se combinaron con escenas de fervor ante la contemplación del ‘ecce homo’ atado a la columna. La procesión se quedó a las puertas de la finca. Hasta hace un lustro, la comitiva recorría las calles de Rivas, pero se descartó esa posibilidad: unos dicen que por razones políticas; otros, que por problemas de tráfico; otros, que por falta de fieles. En todo caso, hoy día todo queda dentro del recinto.

Representantes municipales de Rivas Vaciamadrid acudieron, tras la misa, al encuentro en los recintos privados de la finca, donde se reunieron con el duque, José Sáinz y Armada, y el mitrado en un jardín con una de las mejores vistas del Sureste de la Comunidad de Madrid para celebrar un cóctel por la festividad. Al otro lado del recinto, la riada humana se suavizaba ante las horas más feroces de la canícula. Volverían por la tarde. Hasta las nueve de la noche, todavía quedaban fiesta y misas por celebrar antes de poner la devoción en barbecho hasta el siguiente 29 de septiembre.

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